domingo, 14 de agosto de 2011

Sí al diálogo: Nuestro último llamado a los estudiantes

La solución al conflicto radica en poner topes a los aranceles. El acceso universal gratuito sería disfrazar el problema sin solucionarlo de raíz, mientras que eliminar el lucro es innecesario

Dijimos anteriormente que los estudiantes perdían nuestro apoyo, sin embargo, ¿es posible quedar impávidos ante sus demandas? No, no es posible, porque todos fuimos estudiantes —algunos hace muy poco— o tenemos amigos con hijos estudiantes, o conocemos estudiantes, o simplemente entendemos la importancia de formar capital humano de excelencia y queremos una educación que ilustre, que esclarezca ahí donde hay tinieblas, que edifique una sociedad próspera y justa que ponga a Chile en el sitial que se merece.

Los estudiantes han errado en el diagnóstico, esto es lo primero que debemos dejar claro. Ellos creen que el lucro es la causa de todos los problemas y como solución exigen educación gratis. El verdadero problema es que constatamos una burbuja educacional muy similar a la crisis inmobiliaria que azotó a EEUU, Reino Unido, Irlanda, España y muchos otros, en que el precio del producto no corresponde a su valor real, sino que es mero producto de la especulación y la desregulación, y a partir de ello la banca profita sin que haya crecimiento real. Las carreras han aumentado más de cinco veces sus aranceles en menos de diez años, y para costearlas los alumnos incurren en deudas bajo tasas de interés usureras. El Estado ha apagado el fuego con la bencina del fatídico préstamo con aval del Estado, que hace arder aún más el incendio de los aranceles disparados. La burbuja está a punto de reventar y son los estudiantes, muchos de ellos endeudados de por vida, quienes podrían arrastrar a la economía chilena a una situación crítica.

La gratuidad de la educación sólo podría paliar el problema por unos años. A poco andar, será tan enorme la demanda de recursos que el sistema colapsará, terminando en un "Transantiago Educacional". Es fácil suponer que habrá huelgas cada año por falta de recursos que el agujero negro de la educación superior absorberá sin que haya accountability posible ¿Es esto lo que quieren los estudiantes? Lo dudo. Es necesario un control sobre los costos de los aranceles y una fiscalización de las carreras impartidas. Una superintendencia de educación superior,  un ente imparcial que regule la actividad, ya está en la discusión. Debido a que la educación no es un bien de consumo, una supervisión es necesaria y deseable. Las leyes de la oferta y la demanda no son capaces de producir los efectos deseados en bienes que no son de consumo. 

Controlados los precios, nada impide que los estudiantes de mayores recursos contribuyan de su propio bolsillo para pagar los aranceles e inyectar la necesaria liquidez al sistema. Y nada impide que a los de menos recursos se les pida un copago, con lo cual serán ellos mismos parte activa en la fiscalización de la calidad de la educación que se les entrega. Crear un sistema "gratuito", aparte de una patudez insólita, es abrir las compuertas a la mediocridad académica, al inmovilismo de los catedráticos y al descuido de la infraestructura. Los recursos necesarios para los estudiantes menos pudientes pueden entregarse sólo una vez que se hayan saneado los precios, de modo que el dinero de los contribuyentes no sea despilfarrado en un Transantiago Educacional. Si añadimos a los aranceles justos un sistema equitativo de asignación de becas por méritos académicos, el sistema prácticamente será gratis, o al menos perfectamente asequible para cualquiera. Todas estas medidas en su conjunto apuntarán hacia la excelencia en la educación superior. 

Decretar gratuidad porque sí, o peor aún, mediante la convocación a un plebiscito, es un sinsentido. Creer que por ley se puede lograr calidad, o con una reforma constitucional, es un acto de demencia. Chile Liberal le pide más seriedad y menos simplismo a los estudiantes. El libremercadismo ramplón ciertamente no puede explicar las fallas del esquema actual, por esto es que preferimos un sistema mixto. 

Los hogares ya se encuentran ferozmente endeudados lo que explica por qué se han escuchado cacerolazos a pesar que estamos en plena fase expansiva del ciclo económico. Por un lado, culturalmente no conocemos el significado de la palabra frugalidad ni austeridad —la ética del trabajo confuciana o protestante nos son ajenas—, por otro, hemos salido airosos de una extraordinaria recesión mundial y crecemos con celeridad, lo que justifica entrar a reventar las burbujas. Tenemos una en educación, y ya comienza a inflarse el mercado inmobiliario. Los cacerolazos en las jornadas de  protesta no se deben a que la gente no tiene que comer —como ocurrió bajo las dos peores crisis económicas recientes: bajo la UP y la crisis bancaria que causó Pinochet—, sino que se debe a la angustia de los endeudados chilenos que sólo viven para pagar cuentas y deben pedir más préstamos para costear la educación superior de sus hijos, cayendo en un círculo vicioso que debe inquietarnos a todos.

Las universidades tradicionales tienen un valor simbólico tan gravitante en la idiosincrasia chilena que será impensable privatizarlas a corto o mediano plazo. El gobierno ha ofrecido repensar la relación del Estado con ellas, lo que nos parece correcto. Además, técnicamente, es innecesario privatizarlas porque ya hemos establecido que la educación es un bien de capital y no de consumo por lo que el Estado tiene un papel que jugar en formar el capital humano. No obstante, el Estado no puede abolir las universidades privadas sean con o sin fines de lucro. Lo que sí puede y debe hacer es regularlas, y crear las reglas para tener un sistema mixto, como dijimos anteriormente. Un establecimiento de educación superior que no cuente con la cantidad necesaria de profesores de planta, o que no realice investigación ni extensión, no puede atribuirse el nombre de "universidad". Acá nuevamente se vuelve imprescindible una superintendencia, pero entrar de lleno a prohibir el lucro es innecesario si se trata de mejorar calidad y asegurar financiamiento. Los estudiantes no deben poner este punto como condición esencial de sus demandas, más aún cuando el propio ministro Bulnes incluso se ha comprometido —como aseveró en Tolerancia Cero— a sancionar a quienes hayan violado el espíritu de la ley, e iniciar una correcta fiscalización y una investigación retroactiva. ¿Qué esperan los estudiantes para negociar con el gobierno? Si se mantendrán y reforzarán las universidades tradicionales, si se pone coto a los aranceles desmedidos, si se regula el funcionamiento de las universidades privadas, ¿qué impide sentarse a negociar el plan que ofreció el ministro Bulnes?

Otro punto a considerar es la famosa reforma tributaria que se necesitaría —según los estudiantes— para financiar el acceso universal gratuito. Esta es la propuesta más torpe de todas. No se extrañen que los más interesados en proceder con una reforma sean los Sofofos (conglomerado tipo sindical de grandes empresarios, donde Sebastián Piñera nunca fue bienvenido). A veces es necesario cambiar todo para que todo siga igual. Éste es el objetivo de una reforma tributaria, ejercicio tan extenuante como inútil. Primero, echar recursos a educación es un despilfarro mayor que no beneficiaría a nadie por lo que es dudoso que se deban subir impuestos para aplacar las llamas de un sistema que hace rato está sobrecalentado. Segundo, basta con hacer un listado de las formas más comunes de evasión y elusión fiscal, y con voluntad verdadera, ponerle fin a estas triquiñuelas. La recaudación aumentaría y mejoraría el respeto a la ley. Una reforma tributaria que nos dé bencina para apagar las llamas del incendio sólo serviría para evitar la fiscalización. Además, es imposible aumentar impuestos y aumentar la productividad de un país. Chile lo que más necesita es un aumento de su productividad, para ello se requieren bajos impuestos, respeto a la ley y buen capital humano. Una reforma tributaria para continuar el modelo educacional actual sería una de las mayores torpezas que podamos imaginar. Y lo peor es que si se somete a plebiscito, el vulgo probablemente diga que sí que hay que ser torpes y que sería bueno darnos un balazo en el pie para impedir ser un país desarrollado.

Todo lo explicado anteriormente ya está tratado en el documento con 21 medidas que propuso el ministro Bulnes a los líderes del movimiento estudiantil. Si a ellos les mueve la buena voluntad para reestructurar y mejorar el sistema, entonces este jueves debiesen proceder a la última demostración de fuerza, y en seguida llamar a volver a clases y a continuar el trabajo con el gobierno y los parlamentarios.

Éste es nuestro último llamado para que se imponga la cordura y el realismo. Según entendidos en educación como JJ Brunner o Sergio Bitar, ambos ligados a la Concertación, las ofertas del gobierno satisfacen entre un 70 y un 82% el petitorio de los estudiantes. El piso desde el que pueden negociar, por el bien de ellos y del país, es inmejorable. El gobierno ha sido flexible y ha mostrado disposición, mientras la dirigencia estudiantil ha cambiado varias veces su petitorio y su actitud es cada vez más férrea. Son ellos ahora los que deben repensar su postura y volver a la instancia de diálogo. Chile Liberal les pide que así lo hagan.

De no ser así, el ministro Bulnes deberá continuar implementando las propuestas, y el ministro Hinzpeter deberá hacer cumplir la ley y desalojar las tomas. El país no puede volverse ingobernable, ni se puede sentar un mal precedente dando la impresión que hay gente que puede cambiar de petitorios a su amaño y en el intertanto poner al gobierno y al funcionamiento del país de rodillas. A Sebastián Piñera lo elegimos para gobernar. No elegimos a nadie más para que gobierne, y terminado su mandato Piñera deberá irse y entregar civilizadamente el mando a quien sea elegido. No vamos a aceptar gobiernos paralelos, sean de sindicalistas, de asociaciones gremiales o de conglomerados empresariales, ni menos las intentonas golpistas o el boicoteo a gobiernos legítimos. En su estupidez, uno de los dirigentes cree que "este tipo" (por Piñera) no tiene legitimidad... por lo que dicen las encuestas. Claro está que la educación anda muy mal si con este desparpajo se despachan declaraciones de este calibre. 

Confiamos en que la mesa directiva de los estudiantes tomará conciencia de que se ha llegado a un punto muerto y que con las aulas tomadas no se logrará nada, sino que el lugar para trabajar es la instancia tripartita entre gobierno y parlamento. Éste es nuestro último llamado.

3 comentarios:

Cristian Muñoz P. dijo...

CARLOS

Excelente análisis ... de lo que he mirado (un poco apurado, pues debo salir), no veo nada criticable.

Has apuntado a los ountos precisos y comparto tus posturas.

Un cordial saludo

Anónimo dijo...

O sea,no "habría un fin al lucro" igual te cobrarian la educación en cómodas chorrocientas mil cuotas,con sus respectivos intereses y demás cobros y ya no sería endeudarse a 20 años,serían cómodos 40 años pagando la educación que los políticos mas viejos de hoy tuvieron gratis cuando eran jóvenes y de familia solvente ¿cual es la idea? que el banco te asfixie pero a mas largo plazo? o que el estado en vez de invertir dinero directamente en el estudiante siga financiando a los bancos,que ya han ganado miles de millones a costa del estado? así seguiríamos yéndonos a la cresta... y un poco mas allá

Chile Liberal dijo...

Eliminando el lucro no se arregla el problema. La U de Harvard es carísima, los jóvenes del Bronx difícilmente van a ella, y los egresados de Harvard también quedan endeudados de por vida. Y es sin fines de lucro.

Como movimiento de protesta las acciones de la Confech tienen valor. En cuanto al diagnóstico desbarraron, y ahora las soluciones que proponen son irrisorias.