Nada justifica continuar los paros
El Soviet Supremo de los estudiantes —reconózcanlo, más gente votó por Stalin que por Camila Vallejo— se ha convertido en el obstáculo para desenfrascar el conflicto estudiantil. Como voz de protesta han logrado, por fin, sacar la educación de un mero saludo a la bandera situándola en el centro del debate político, algo que ni el Gobierno ni la Oposición habrían hecho, ya que todos sabemos cuáles son sus prioridades (primero su sobrevivencia, segundo, cualquier cosa). Como protesta, bien. Pero llegada la hora de proponer soluciones, desbarran.
Recordemos que, en palabras de la dirigenta más visible, su objetivo final es "recuperar la educación pública". Espero que su paradigma sea algo así como el sistema finlandés y no el cubano. Ella ha creído en el mito conservador de izquierda que en el pasado la educación chilena era ejemplar. Esto es falso. En primer lugar, el país hoy es distinto, y el modelo de ayer no se justifica hoy. La población chilena estalló en breve período a 17 millones de habitantes dispersos en una geografía desafiante, y que de ingresos bajos ha pasado en apenas dos décadas a ingresos medios, y sigue subiendo. Estamos hoy, a diferencia de ayer, ad portas del desarrollo, no obstante las persistentes falencias de capital humano que son el lastre perenne del país (esto explica incapacidad de comunicarse, fallas ante alertas de tsunami, accidentes aéreos, desprolijidad de gobiernos, incultura, etc). Finlandia es un país de apenas 5 millones de habitantes, extraordinariamente compacto —su población está altamente concentrada—, goza de uno de los ingresos per cápita más altos del mundo y de más de un siglo de plena alfabetización que le garantizan excelente capital humano: su sistema educacional, consecuentemente, es el mejor del mundo. Tienen la capacidad para aquello. Chile es una realidad distinta. Por eso, en segundo lugar, si de modelos se trata, el gobierno debe revisar los sistemas mixtos, como recomienda Chile Liberal, tales como los que exhiben Bélgica u Holanda, o experiencias de naciones que han superado la pobreza recientemente como Corea o Singapur.
Nadie defiende el sistema actual, que claramente está agotado. Nos sirvió para cuadriplicar el acceso a la educación. Ahora, para entrar a la medianía de la tabla en la Primera División mundial, necesitamos un modelo nuevo, no resucitar uno antiguo.
Los jerarcas del Politburó estudiantil exigen ciertas garantías para continuar en la mesa de trabajo que ofreció Piñera. Arguyen que de lo contrario serán traicionados como en el 2006, sin darse cuenta que en aquella oportunidad lograron muchísimo; que sean inapaces de entender qué se logró es problema de ellos mismos.
De sus cuatro requisitos, el gobierno les concedió dos, o sea, el 50%. En cualquier negociación, obtener la mitad de lo que uno quiere ya es bueno pero el Soviet Supremo estudiantil insiste que no, que no es suficiente. Peticiones ridículas como la televisación de las reuniones son deplorables. El gobierno correctamente les ofreció hacer públicas las minutas, como se hace, por cierto, en cualquier empresa, pero ellos son estudiantes, no profesionales, por eso no cachan una. El ministro acierta cuando advierte que de aceptar esta exigencia el trabajo degeneraría en un reality show. Por otro lado, ¿se imaginan ustedes transmitir las reuniones de la Confech? ¿Aceptarían? No creo, y si aceptan, sería estúpido.
Otra garantía fue el congelar el envío de proyectos al Congreso. Es inaceptable que un grupo de presión, más aún con la soviética legitimidad de los jerarcas estudiantiles, logre boicotear el trabajo de un gobierno. Sentaría un precedente horroroso que pone en jaque el funcionamiento de una democracia.
En cuanto a terminar el semestre, este punto no ha sido concendido, y sólo por la estupidez fundamental de los estudiantes, o al menos de quienes se autodenoiminan sus representantes. En un principio podían ejercer toda la presión del mundo porque la responsabilidad se la pasaron al gobierno para evitar perder el semestre, o el año. Al verse debilitados recurrieron a los sindicalistas, extendiendo innecesariamente el conflicto para mantenerlo vivo a toda costa, creyendo que ganaban fuerza como bola de nieve, pero en realidad fueron perdieron el poder negociador. Ahora, con el semestre perdido, agotaron el poder negociador. El impacto que causaron ya es menos visible, porque la opinión pública se acostumbró a verlos movilizados. Los costos ahora los asumen los estudiantes. Tanto denostaron y desprestigiaron al gobierno que éste último ya no tiene nada más que perder. Quieren seguir peleando, pero el contrincante está en el suelo, y de tanto darle patadas en el suelo ya cayeron en la crueldad y no tienen a nadie más que golpear.
Así como hoy ante una nueva crisis los bancos centrales ya no pueden bajar las tasas de interés, porque han estado prácticamente en cero, y ya no pueden continuar con otro quantitative easing porque ya no resultan, nos quedamos sin herramientas para enfrentar una nueva crisis. Los estudiantes destruyeron al gobierno y se quedaron ahora sin más poder, salvo más convocatorias a paro, con el deber de superar en número a los anteriores, algo que difícilmente lograrán. Desde luego que el gobierno no iba a aceptarles extender el semestre, dando así un firme remache que deja la pelota en el área de los estudiantes: comienzan entre ellos las recriminaciones, las divisiones, hasta inflar a tal extremo las demandas que terminarán por reventar. Recordemos que la Revolución Francesa culminó a causa del baño de sangre entre sus propios gestores. Así termina toda revolución.
El último punto, y supuestamente el más conflictivo, es asegurar que se pondrá fin al lucro antes de sentarse a la mesa de trabajo. En esto están todos de acuerdo, aunque el enfoque es diferente. Poner fin al retiro de ganancias en la industria de la educación es, recordemos, el objetivo de fondo de los jerarcas estudiantiles. No olvidemos además que han elogiado al sistema "gratuito" argentino, el paraíso en la tierra, "desarancelizado", donde además del ejemplar enorme gasto en educación al otro lado de los Andes el sistema es como quieren ellos: gratuito, y de calidad. Pues para desgracia de los jerarcas estudiantiles, y para regocijo de
Chile Liberal, la
BBC ha publicado un artículo que desmitifica el sistema argentino, y de hecho, lo sitúa muy por debajo del chileno:
En la nación rioplatense todo el ciclo educativo es gratuito, incluyendo las universidades públicas, que son unas de las más prestigiosas del país.
Sin embargo, especialistas consultados por este medio dijeron que la gratuidad del sistema no ha garantizado el acceso de los más pobres a la educación superior.
Según un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), sólo el 12% de los jóvenes de menores recursos del país accede a la universidad.
Alejandra Torres, experta en educación de Idesa, dijo a BBC Mundo que esto se debe a que la mayoría de personas de hogares más humildes abandona la escuela antes de llegar al ciclo terciario.
Torres también destacó otra particularidad de la educación argentina: según mediciones internacionales, los alumnos de escuelas y universidades argentinas tienen un nivel educativo inferior a la de sus pares chilenos.
Esto es particularmente curioso, debido a que Argentina es uno de los países de la región que más invierte en educación: le dedica el 6,4% de su producto interno bruto (PIB).
"No todos los estudiantes que se gradúan del secundario deben ir a la universidad"
Jorge Sequeira, director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Unesco. En comparación, Chile destina el 4,6% de su PIB al sector educativo (una cifra por debajo del promedio de la OCDE, del 6%).
Gratuito no siempre es mejor. Para Torres, el secreto del éxito para una educación de calidad con inclusión social no es sólo cuánto se gasta en educación, sino principalmente cómo se lo gasta.
En ese sentido, la experta consideró que Argentina concentra demasiados recursos en proveer un acceso gratuito a la universidad, cuando debería enfocarse en fortalecer la escuela básica y secundaria.
Jorge Sequeira, director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Unesco (con sede en la capital chilena, Santiago), coincidió con esta postura.
Sequeira dijo a BBC Mundo que el ciclo básico y secundario debería ser gratuito en aquellos países que pueden costearlo (como Chile), pero desmereció la importancia de la educación superior gratuita.
Para los estudiantes la solución es sencilla: la educación debería ser gratuita, así todos tienen el mismo acceso a este derecho básico. “Ofrecer acceso a la escuela de forma gratuita ayuda a toda la familia, porque disminuye los costos, pero el acceso gratuito a la universidad beneficia principalmente al joven que estudia”, diferenció.
Según los cálculos de la Unesco, quienes asisten a la universidad con ayuda de un crédito tardan en promedio 10 años para recuperar la inversión en sus estudios.
El problema en Chile es que muchos universitarios optan por carreras humanísticas que tienen poca salida laboral o ofrecen sueldos bajos, por eso muchos permanecen endeudaos por más tiempo.
Para Sequeira, tanto en Chile como en otros países debería darse una mayor valoración a las carreras técnicas, que muchas veces generan empleos más redituables.
“No todos los estudiantes que se gradúan del secundario deben ir a la universidad”, señaló.
Tanto el director regional de la Unesco como la experta de Idesa coincidieron en que más que un sistema gratuito, la solución para un acceso igualitario a la educación terciaria es ofrecer un programa de becas o subsidios para que los más pobres puedan asistir a la universidad que elijan.
Desde que se agudizó el conflicto
Chile Liberal hizo su aporte y destacamos que
la raíz de todos los problemas es el alza de aranceles y que la solución es, primero, ponerles tope. Otra medida que recomendamos fue acortar las carreras.
Felizmente, el Gobierno acogió nuestro diagnóstico y entendió las razones que sustentan nuestras recomendaciones y se apresta para enviar proyectos de ley que exigen a las universidades ceñirse a los aranceles de referencia. De este modo al inyectar dinero mediante becas, controlando los aranceles, hacen al sistema asequible sin necesidad de recurrir a enormes préstamos a tasas usureras. Estimados lectores, este es el meollo de la cuestión, el quid del asunto. El gobierno ha
tomado el toro por las astas cuando aborda este problema. Y además también ya sondea el
acortar las carreras, como indica el artículo, algo que desde luego es necesario para abaratar costos, aumentar la eficiencia, y "desprofesionalizar" el sistema educativo que hasta ahora sólo sirve como carísima bolsa de empleo para mantener a catedráticos haciendo como que enseñan y estudiantes haciendo como que estudian.
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El gobierno, no los estudiantes, ha tomado el toro por las astas |
Y además estalla otra bomba. Siguiendo las recomendaciones de
Chile Liberal, el economista Patricio Meller ha publicado el libro "
Universitarios, el problema no es el lucro, es el mercado", que desde luego ha sido ampliamente ignorado por el Soviet Supremo estudiantil ya que los descoloca de su errado objetivo, que es "recuperar la educación pública". La solución no pasa por el suprimir el lucro, como hemos reiterado todos estos meses, sino por entender que la educación no es un bien de consumo, y el precio del producto —el arancel— refleja la demanda por educación, que es casi infinita ya que todos aspiran a la educación superior, o casi todos, y la oferta es limitada ya que es difícil abrir carreras (sino, crecen como callampas las ofertas de carreras más locas) lo que se traduce en que los precios siempre van en una sola dirección: hacia arriba. (Algo muy similar ocurre en salud, por cierto). En esta situación el mercado falla. Sí, dije que el mercado falla.
Get over it. Falla y seguirá fallando.
Añádanle las históricas deudas que arrastran las universidades tradicionales luego de la caótica desvinculación del Estado (gentileza del dictador Pinichet) y resulta que el precio se inflama aún más. Para más remate, más bencina lanza el crédito con aval del Estado (gentileza de la Concertación). Flor de despelote que tenemos. ¿Y la solución que proponen los perlas? "Educación gratuita". JA! JAJAJA!
No obstante, todo esto es solucionable y discutible en una mesa de trabajo. Nada tiene que ver la educación pública, que existe y puede coexistir armoniosamente con la privada, ni el lucro, que si es supervigilado es legítimo. Si los alumnos o padres son informados correctamente de cuál establecimiento es con fines de lucro, y ellos eligen ese establecimiento, entonces el lucro, supervigilado, es legitimado por la decisión individual. Ni la educación pública ni el lucro constituyen el problema. Hoy, el problema es el Soviet Supremo estudiantil y su negativa a trabajar por solucionar el problema, y su incomprensible obstinación por revivir un sistema obsoleto.