lunes, 7 de mayo de 2012

Sarkozy: gracias por todo, au revoir

No todo fue tan malo en el quinquenio de Nicolas Sarkozy, al contrario, el presidente puede irse con la cabeza en alto


El sketch humorístico era muy gracioso. El terapeuta le preguntaba a la mujer "cuándo empezaron los problemas con su marido". La mujer responde: "después de casarnos, cuando salíamos de la iglesia..." Así también los errores garrafales de Sarkozy, que le costaron ayer la presidencia, empezaron apenas pocas horas de conocerse los resultados que lo llevaron al Palacio del Elysée, la noche del 6 de mayo del 2007, cuando el candidato de "la Francia que se levanta temprano", el hombre que defendería ante todo el mérito por sobre las rancias tradiciones de la ultratradicionalista elite francesa, el "presidente del poder de compra" defensor irrestricto de la clase media, se reunía con los más engolados hombres de negocio del Hexágono en la ampulosa brasserie Fouquet's para degustar exquisitos manjares, en la avenida chic de Champs Elysées, acto simbólico que le penó por años y que finalmente terminó en febrero pasado por reconocer como una chambonada brutal. El desatino está hasta documentado en una entrada ad-hoc en Wikipedia: ver Soirée du Fouquet's du 6 mai 2007.

Es que en Francia las tradiciones, los ritos, las maneras y los gestos importan. Muchísimo. Se dice que en EEUU cualquiera puede llegar a ser presidente, algo que George W Bush demostró tristemente, pero en Francia sólo los graduados de la ENA —la universidad de la elite—, pueden optar a la primera magistratura (sólo a la señorita Vallejo se le ocurre que la educación "gratuita" francesa no produce una elite). Sarkozy hizo una carrera política jactándose de no ser un énarque, si bien el pillo falló en mencionar que postuló las tres veces permitidas y fue rechazado (luego se fue a Sciences Po donde no pudo terminar por hablar inglés como Tarzán). Eso de ser un outisder era su gracia. 

Pero a poco andar los franceses se dieron cuenta que no estaban ante el genuino representante de la meritocracia, sino un menudo personaje tan ambicioso como grotesco, que trapeó la solemnidad republicana que exige ser le président de la république, un individuo que apenas sabe hablar el francés, capaz de trenzarse a chuchada limpia con algún heckler o algún periodista, hasta emborracharse en reuniones de alto nivel. Un presidente que le gustan los yates y las modelos, o sea, que usó la presidencia para darse los gustitos que la adusta carrera de político no le permitían. Su omnipresencia, su hiperactividad, se volvieron agobiantes. Francia es un país viejísimo que quiere que las cosas sean como han sido siempre: el presidente bling bling era un bicho tan raro como desagradable.

Algunos trazarán paralelismos con Piñera. Hay muchos parecidos. Ambos son petisos y feos, brazos cortos, pintamonos, a quienes el dominio de la lengua es un arte que no manejan Verlos hablar da nervio por sus incesantes tics. Ambos dicen defender principios de derecha pero éstos son "flexibles". Piñera y Sarkozy son igualmente impopulares. Ambos nacieron para ser presidentes. Claro, diferencias también hay entre ambos, por supuesto. Para empezar, Piñera amasó una fortuna gracias a su habilidad, quizás al filo de la legalidad, pero fortuna tiene al fin y al cabo. Cuando Carla Bruni dice que ella y su marido son gente modesta, les creo. Sarkozy quiso ganar plata pero nunca supo cómo. Pero además, la gran diferencia es que mientras Sarkozy desbarró por completo al coquetear con el voto de ultraderecha, Piñera está jodido porque no le hace cambio de luces a los fachos: Piñera gobierna con ellos.

La lección que debe sacar todo gobernante es que con el fascismo no se llega a ninguna parte. Yo el sábado pasado estuve en un matrimonio de una gran amiga de Chanchi, de religión musulmana, descendiente de tunisios. Su marido es de extracción blanca, por así decirlo, del massif central. Ambos son ciudadanos franceses, nadie podría pensar lo contrario. Ese pequeño melting pot que fue esta fiesta es una muestra de lo que ha sido Francia siempre, una nación generosa y abierta, heredera de los próceres de 1789. Para el votante promedio, para el ciudadano de a pie, lo que diga el Frente Nacional da vergüenza ajena. Es repelente. Es ajeno a la tradición francesa. Las ideas repungantes del FN no se combaten adoptando su discurso, sino ofreciendo resistencia con los valores fundacionales del país, que aunque suene como horrible cliché, son la libertad, la igualdad, y la fraternidad. El presidente aparte de bling bling empezó más encima a sonar como facho. El UMP es un partido conservador moderado, enmarcado dentro de la tradición republicana francesa. Nade debe hacer el UMP adoptando el tono del FN. Si esto ocurre, el electorado debe sancionarlo. Y lo hizo.

La estrategia fue errada, pero, curiosamente, en el plano económico, Sarkozy equivocó de rumbo, pero ni tanto tampoco. Hubo logros como por ejemplo extender la jubilación, suavizar las 35 horas semanales, defender los beneficios de la energía nuclear, echar cagando a Gadafi, entre muchos otros. Desde que estalló la crisis Francia ha crecido a paso de tortuga, pero no ha vuelto a contar un semestre de recesión. El poder de compra se ha mantenido estable. La inflación está bajo control. El plan de rigueur, la austeridad, se aplicó a la francesa, o sea con calma, no con la violencia al otro lado del canal de la Mancha. Los británicos cayeron en recesión, los franceses no. El grito de "Indignez-vous!" se escuchó primero en Francia, pero no hubo indignados, ni hubo Occupy La Défense, el distrito de negocios de París.

C'est l'économie, stupid
Ocurrió fue que esta lucha la empezaron perdiendo los Krugman, los Stiglitz, y en general la brigada de lectores del New York Times, pero al final, la brigada del Financial Times, y tímidamente The Economist, han empezado a inclinar la balanza a favor de los primeros. Es que la austeridad no está resultando. Sarkozy cometió lo que podríamos llamar un error honesto.

Los franceses detestan los cambios bruscos, quizás el fantasma de la Revolución y su posterior carnicería les pena en su siquis colectiva. Reclaman y protestan por todo, pero es para evitar que se acumulen pulsiones que estallen con violencia. El sistema de seguridad francés resistió los embates de la crisis, y ahora los franceses, con ese froideur galo tan característico, se preparan para lentamente comenzar las reformas que necesitan. Así como nunca se dejaron llevar por la euforia anglosajona y sus exuberancia irracional, ahora agradecen que su sistema de salud, de educación y de seguridad social los haya protegido de la tempestad. Pero el sistema es al mismo tiempo insostenible y un socialista es el hombre indicado para implantar los cambios necesarios, sin los excesos brutales de la dupla Cameron-Clegg, que terminó no sólo con el estallido social en Londres, sino más encima, con otra recesión.

Es por esto que al final Sarkozy perdió, por un margen muy estrecho. Todo ciudadano sabe de buena fe que Sarko es un tontón pero no un xenófobo ni un homofóbico. Pero había que castigar su torpe estrategia y hay que cambiar de rumbo después de un lustro presidencial tan alocado como éste. Francia no pudo ganar el mundial de rugby porque vencer a los All Blacks en su tierra era una osadía, pero los franceses recibieron con una sentida ovación la hazaña de su equipo. Así también, creer que un sólo hombre o una sola estrategia es capaz de terminar con la crisis es iluso. Nicolas Sarkozy hizo lo que pudo y trató com energía hasta el final, y se merece un aplauso. Es hora de dejar al presidente bling bling que disfrute su era post-presidencia con su pequeño hijo y su hermosa mujer. Pero que se vaya y que no vuelva. Au revoir.

No hay comentarios.: