Mejor que al año anterior, pero la tradición republicana de dar cuenta al país ante el Congreso Pleno continúa siendo un acto bananero
El año pasado comenzamos con mucha antelación una campaña de presión al gobierno de Sebastián Piñera para que respondiera ante quienes votamos por él cuando creímos la promesa de campaña sobre las uniones civiles del mismo sexo. Finalmente, aunque con no poca tensión, sí se logró algo, aunque aún no vemos que el proyecto tenga las urgencias que demanda el sistema ultrapresidencial con anfetaminas en que vivimos.
Pero a la vez, cometimos un error. Creo que empezamos a agitar el ambiente, y luego, el año terminó en un frenesí de marchas que causaron cuantiosos daños e irreparable pérdida de tiempo.
En este sitio no somos agitadores ni mucho menos. Todo lo contrario. Vamos a escuchar atentamente la cuenta que dé el Presidente. Lo haremos incluso tomándonos un té con el dedo meñique alzado (en Chile Liberal somos muy flemáticos) Exigimos, por lo mismo, que los señores parlamentarios, gente generosamente remunerada por nosotros los contribuyentes, al menos mantenga la dignidad que la situación amerita. ¿Es mucho pedirle a los parlamentarios que terminen la avergonzante costumbre de levantar carteles y pancartas o mostrar chapitas con una u otra causa? No está demás decir que ver nuevamente la foto de campaña de Bachelet con el eslogan "Estoy contigo" fue un flashback desagradable. Después del error de resucitar a Frei, ¿realmente van a insistir en traer a otro ex presidente? No pueden ser tan palurdos.
Además, el pésimo hábito de aplaudir exageradamente al Mandatario debe también terminar. No pueden ser tan bananeros. La gente en las tribunas debe ser un poquito más circunspecta. Ante el alicaído respeto que siente la ciudadanía hacia la política, este show de hooligans con curiosas chapitas, vociforeos furibundos y pancartas variopintas sólo sirve para erosionar las instituciones, y cuando en un país se degrada la institucionalidad comienza el mal gobierno, lo que nos afecta a todos. Los políticos debiesen dar un ejemplo, pero no lo han hecho, todo lo contrario, dan lástima.
En cuanto al discurso mismo, quizás fue una bendición que Piñera hubiese estado resfriado. Se veía debilitado. Lo más notorio, si dejamos de lado los anuncios rimbombantes, fue que pidió perdón por sus errores. Sin duda algo necesario.
En este sitio fuimos entusiastas de que el nuevo gobierno tuviese un cariz distinto, que se rigiera por principios de eficiencia, que sus políticas fuesen corporativas, lejos de los oscuros muñequeos partidistas y sus inescrutables lealtades personales. Piñera lo logró. Fundó una verdadera escuela de gobierno que el próximo gobernante deberá reinventar. Los resultados están a la vista, con un país en plena expansión económica, donde abrir una empresa tarda cada vez menos, donde hay trabajo y prosperidad. Por supeusto que se echó encima a los políticos de su propia tienda, pero esa manga de losers está ahora en el gobierno gracias a Piñera, ya que ellos sólos, pasaron 20 años confinados a ser oposición.
Desgraciadamente, en el discurso asistimos a un festival de bonos y anacronismos patéticos (como oponerse al aborto), pero en general, este fue un Piñera que ya no llegó con la actitud de "salten p'al lao, acá yo me las sé todas", sino que esta vez el Presidente quiso mostrar un lado más humano.
El Mensaje presidencial del 21 de mayo es algo que debemos cuidar. Los símbolos y los ritos sirven para reforzar la identidad nacional y esto está bien que así sea. Un país cuya democracia ha vivido una eterna adolescencia necesita de estas cosas para llegar a ser una democracia consolidada. La tradición democrática y republicana de Chile es larguísima, pero aún no llega a su adultez. Exigir un discurso de calidad (más cercano a los 15 minuto del Queen's Speech que a los discursos de 9 horas de Fidel Castro), y contar con una audiencia respetuosa, serían buenos síntomas de que la democracia chilena por fin empieza a madurar.
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