miércoles, 25 de septiembre de 2013

Siria: las razones para una intervención militar

El siguiente post es una colaboración de Chile Liberal con el sitio Ciudad Liberal, donde fue publicado originalmente. Lo colgamos aquí para su difusión con nuestros distinguidos lectores.


Las fuerzas democráticas de occidente no deben permanecer impasibles ante el masivo asesinato de civiles con armas químicas


Tratar de entender el actual conflicto en Siria es de una complejidad similar a entender los personajes y la trama de Cien años de soledad. Estudiemos fríamente los hechos y analicemos sus componentes para demostrar que a fin de cuentas la situación es menos complicada de lo que parece, esto nos permitirá explicar nuestra tesis: Francia, con o sin EEUU y el Reino Unido, debe atacar las instalaciones militares sirias para castigar el ataque químico a civiles perpetrado en agosto por orden de Bashar Assad.

El problema para nosotros los chilenos, y para los analistas del país, es que nuestra nación tiene apenas 200 años. Es inconmensurable la complejidad de naciones que se han forjado desde el origen mismo de la civilización, como lo es Siria.

La capital de ese país es Damasco. Ya conocemos esta ciudad desde que Pablo de Tarso, según la mitología crística, tuvo una visión del gurú cristiano mientras iba camino de Damasco. Baste recordar que aún persisten en aquel país hablantes de arameo, lengua nativa de Jesús de Nazaret —si es que existió—, para apreciar la dificultad en comprender cabalmente el conflicto.

Remontémonos a los orígenes de la primera civilización, Mesopotamia. Como sabemos, los judíos no estaban tan perdidos cuando situaban, mediante el Génesis (un texto místico abrahámico), el paraíso entre los ríos Eufrates y Tigris. Esa es una tierra fértil, cálida, que bajo el embrujo de Babilonia (donde sí se erigió la famosa torre) vio florecer los primeros humanos que emplearon el arado, la irrigación, la escritura cuneiforme, la literatura, los cultos religiosos organizados, etcétera. La Epopeya de Gilgamesh, —la narración escrita más antigua del mundo—, relata un devastador diluvio que no es sino el antecedente del Diluvio del Génesis (la Biblia a fin de cuentas es una mala copia tardía de la mitologías mesopotámicas). Descubierta la obra en 1872 fue traducida por el asiriólogo británico George Smith. ¿Por qué mencionamos esto? Porque es en el imperio de Asiria, que alcanza las tierras mesopotámicas y culturas mespotámicas, donde se gesta la historia de este país, que cuatro milenios más tarde caería bajo los imperios británico y francés pasando por la dominación asiria, babilónica, egipcia, fenicia, romana, bizantina,  otomana (turca) y finalmente francesa. Estamos en un territorio que desde siempre ha sido disputado.

En 1916, británicos y franceses firmaron el Acuerdo Sykes-Picot con el que elegantemente se repartieron el medio oriente tirando líneas en mapas trazados entre el Foreign Office y el Ministère des Affaires étrangèrs, en función de sus intereses económicos y la viabilidad de extraer recursos naturales, con total desprecio por las rivalidades religiosas y étnicas de los habitantes de la región, dejando bajo unas administraciones comunes a bandas irreconciliables.

Las guerras mundiales harían colapsar las potencias imperialistas y estos países ganarían su independencia. En 1946, un año después del fin de la II Guerra Mundial, Siria obtiene su independencia de Francia. A partir de entonces todo sería lindo: libertad, progreso, fraternidad, independencia. Eso es en teoría. Lo concreto es que después de milenios de ocupación extranjera, el conflicto actual demuestra que estas naciones dejadas a su propia merced son capaces de las peores matanzas.

Como deducirán, desde su emancipación en 1946 Siria conoció innumerables golpes de Estado y caudillismos. En 1957, se pliegan al Egipto del carismtático y controversial Gamal Abdel Nasser para colaborar en la Crisis del Canal de Suez. Otro golpe de Estado vería el surgimiento de Hafez Assad, padre del actual mandatario, Bashar Assad. Nasser, de inspiración pan-arabista y socialista, quiso formar una clase media para lo que decretó una reforma agraria, y nacionalizó las industrias extranjeras, lo que gatilló la crisis de Suez, en que Francia (con la complicidad del Reino Unido) desestabilizó la región para reconquistar sus inversiones. Famosamente, Nasser invitaría al Che Guevara a su país y lo nombraría el "gran libertador de los oprimidos". Unidos Egipto y Siria, encontrarían en la Unión Soviética un gran aliado, cuestión que hasta hoy perdura en la alianza de Bashar Assad con Vladimir Putin.

Pero el hecho que golpeó profundamente al país, y a todo el mundo árabe, fue un incidente anterior. Por supuesto nos referimos a la espectacular derrota del mundo árabe en 1967 ante Israel en la llamada Guerra de los seis días. El territorio conocido como Alturas del Golán fue la porción que debió ceder Siria a Israel. En 1970, luego del Septiembre Negro  —una guerra civil en Jordania—, tomaría el poder Hafez Assad. Lo que nos concierne en estos momentos es básicamente entender los hechos desde la guerra con Israel y la irrupción de Hafez Assad, quien finalmenente entregaría el poder a su hijo Bashar el año 2000.

Las piezas de este complicado tablero
En Siria es tal la chancaca que debemos necesariamente empezar por identificar a todos los participantes. Tenemos en primer lugar a los musulmanes sunitas, la variante ortodoxa de esta religión, a la vez la predominante y la más belicosa. Luego, los musulmanes chíitas, que dominan en Irán. Los alawitas, una secta sunita casi desconocida que cuenta adeptos en Siria, principalmente la familia gobernante, los Assad. Tenemos a Hizbolá, una organización terrorista chíita basada en el Líbano, financiada y apoyada por Irán —chíita también, que ha estrechado lazos con Bashar Assad. Los baathistas, una ideología socialista, más bien secularista, cuyo sustrato ideológico consiste en unir a todos los árabes en una gran república socialista, entre sus militantes encontramos luminarias como Saddam Hussein y por supuesto los Assad. No olvidemos a los kurdos, una etnia repartida entre Siria, Irán, Irak y Turquía, de variadas religiones, y también cristianos (ortodoxos), básicamente concentrados en la ciudad nortina de Aleppo.

Como si fuese poco, también notamos elementos externos. Los salafistas, una secta demencial (dentro de una religión desquiciada, o sea noten eso) predominante en las riquísimas Arabia Saudita (aliado de EEUU) y el emirato de Qatar (sede del mundial de fútbol 2022). Estos dos han forjado una alianza, aunque reinan las suspicacias, con los Hermanos Musulmanes, de fuerte presencia entre los precursores de la Primavera Árabe, Túnez, Libia y Egipto. En este último los Hermanos fueron recientemente derrocados en un golpe de Estado. 

Añadamos a esta explosiva mezcla a los al-Nusra, jihadistas sirios seguidores de al-Qaeda, quienes hacen a todos los anteriores parecerse a Mahatma Gandhi en su pacifismo y no-violencia.

Las facciones anteriores todas se desprecian entre ellos y se matan, lo que no impide las alianzas estratégicas por conveniencia. No obstante, un factor los aglutina: su odio declarado e irrefrenable a Israel, y su aliado El Gran Satán (Estados Unidos). Mención aparte merece Turquía, antigua potencia imperialista local cuyo secularismo y pertenencia a la OTAN los convierte prácticamente en un enemigo común (excepto cuando estallan disputas con Israel).

La Primavera Árabe vio levantamientos civiles en todos estos países contra los autócratas que los gobernaban, todos secularistas. En Libia, franceses e ingleses se unieron para defender a los civiles de los ataques de Gadafi, ajusticiado en una revuelta popular. Túnez cayó ante el dominio de los Hermanos Musulmanes, al igual que en Egipto, donde vimos a Mohamed Morsi sucumbir ante "la presión de la calle", que dio paso a una Junta Militar. Hasta ese momento, gracias a los Hermanos, Egipto recibía más dinero desde Arabia Saudita que de Occidente.

En Siria también arribó la Primavera Árabe y sus consabidas oleadas de manifestaciones, que empezaron en el sur. Bashar Assad hasta entonces había mostrado cierta abertura. Educado en Londres, habla un inglés razonable y entiende el francés, mostró un mínimo de apertura política y ofreció colaborar en la lucha con al-Qaeda (lo mismo hizo Gadafi). En una acto de estupidez inverosímil, fue invitado por Nicolás Sarkozy a presenciar el desfile militar en los Campos Elíseos, lo que le valió cierto prestigio. Pero Bashar no dudó en aplastar como el peor Augusto Pinochet a los "indignados" de la Primavera Árabe. La excusa para su brutalidad es que sólo él puede mantener lejos del poder a los jihadistas y simpatizantes de al-Qaeda, quienes emergerían como ganadores de los hechos luctuosos en Siria.

Pero en agosto de este año, el señor Bashar Assad, en su intento por aplastar a los indignados (que dieron paso a un completo despelote) sobrepasó todos los límites de lo tolerable al lanzar un ataque con gas sarín contra la población civil, que vimos en todo su horror en YouTube. Mujeres, niños, bebés, todos muertos. En la década 80 ya vimos ataques químicos en la guerra Irán-Iraq (chíitas versus sunitas), y por parte de Sadam Husseim contra los kurdos. Ahora vuelve el fantasma de estos ataques completamente asquerosos. E inaceptables.

Háganlo añicos
La mayoría del electorado occidental se muestra reacia a un ataque. A diferencia de Libia, donde se buscaba defender a los buenos (los rebeldes) contra los malos (Gaddafi y sus mercenarios), el escenario sirio es demasiado complejo, arguyen algunos. En Siria no son los buenos contra los buenos, sino los malos contra los malos. Déjenlos que se hagan pedazos entre ellos, pareciera ser la consigna.

Llegó la hora de tomar decisiones difíciles. Occidente debe decidir si está a favor de defender los principios universales de libertad y si está preparada para usar su superioridad técnológica y filosófica ante la tiranía que lanza gas sarín a su propio pueblo, o si está por limitarse a comentar los horrores que estallas en sus narices. 

Francia dijo estar lista para "castigar" el régimen de Bashar Assad. En un mariconeo impresentable, el Reino Unido retiró su apoyo. En EEUU, otro mariconcete, el presidente Obama, busca ser visado por el Congreso, sabiendo que esta no es una cuestión que necesite ser refrendada por políticos. Esto no es una declaración de guerra, sino una acción militar puntual.

Francia, que arrastra la culpa del desastre post-colonial, quedó sola, con los Rafale listos para despegar y los misiles Scalp a punto de ser disparados para arrasar con las instalaciones militares y gubernamentales de la tiranía siria.

Algunos temen las consecuencias de un ataque. Dicen que de recibir los primeros bombardeos, de inmediato Hizbolá, como represalia, lanzará rockets contra Israel. Estos últimos ya aseguraron que responderán de inmediato, tal como lo hicieron el 2006. Si esto ocurre, Irán, aliado de Hezbolá, y que probablemente cuenta con arsenal nuclear, podrá bombardear Israel, que sí cuenta con armas nucleares, e incluso Irán podría atacar Turquía, lo que gatillaría una respuesta de la OTAN. Los Hermanos Musulmanes, aliados con Qatar y Arabia Saudita (este último, aliado de EEUU), entrarían al conflicto, lo que agitaría Egipto aún más, y que incluso podría repercutir en Túnez y Libia. Sin olvidar que Siria extendió lazos con la Unión Soviética y aún los mantiene con la Rusia de Vladimir Putín, lo que podría instar a este último a involucrarse en el conflicto en su afán por denostar la hegemonía occidental.

En resumen, puede quedar la mansa cagada.

Los símiles entre este polvorín y los balcanes no son inexactos. No obstante, ya EEUU con Bill Clinton, y la OTAN, lograron defender a los kosovares, y los balcanes no estallaron como se temía. Hoy vemos que Croacia se une a la Unión Europea y el resto hace fila. El mismo argumento sirio se usó en aquella época y hoy todos reconocen que Kosovo fue un ejemplo de una intervención occidental exitosa.

Pero está claro que Bill Clinton —el mejor político del que tenemos memoria viva— no tiene parangón con el timorato Barack Obama. Por otro lado, Europa Occidental está sumida en una enorme crisis económica que ha dejado a los votantes con pocos profesores y menos enfermeras, ¿qué sentido tiene para ellos gastar plata en la guerra de "los malos contra los malos" y no en cuestiones apremiantes?

El sentido es sentar un precedente. El sentido es que de negarse a invadir, los tiranos creerán que pueden gasear civiles y salirse con la suya. Esto es inaceptable. Y pone en peligro los fundamentos mismos de las democracias liberales occidentales y la tarea inevitable de expandir estos principios por el mundo.

Persiste un peligro incluso mayor, que es pedir autorización por todo a los burócratas no elegidos de las Naciones Unidas. La ONU no puede convertirse en un gobierno mundial. Esto es algo que el Senado chileno no entiende, ya que negó una acción unilateral sin el visado de la ONU. Eso es inquietante. Si van a tener un gobierno mundial, hay que votar por ellos. Un gobierno mundial sería hacer realidad las peores profecías de George Orwell. Un gobierno mundial de burócratas no elegidos es tan letal como gasear civiles con gas sarín.

Francia debe atacar, unilateralmente si es necesario. Se dice que no tiene la potencia técnica, ni los soldados suficientes. Pues tendrá que hacer algo porque no hacer nada es incluso peor. Una unidad de comandos debiese luego ir a apresar a Bashar Assad y someterlo a un juicio internacional, que debiese terminar con el mismo resultado que otro político baathista que usó armas químicas, Saddam Hussein.

16 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Hay que bombardear a esta basura fascista, al igual que a los fascistas, amigos de nuestro "socialistas del siglo XXI", de Irán. No podemos permitir que semejantes animales hagan y deshagan así con su propio pueblo. Ayn rand me tildaría de altruista, pero creo que en estos caso hay que serlo firmemente. A largo plazo los partidarios de la libertad ganamos y eso sería un fin egoísta randiano.

Ignacio Burges dijo...

Chuta , es la mala redacción o el Paty Cofré dice que los teocráticos de Irán son ¡socialistas!

Pero si Irán tiene una seudodemocracia parecida a la que propugnaba Hayek.

Los iraníes un consejo de los ayatolas,que supervisa todo el aparato politico y el sistema de Hayek( que el llama demarquía) un senado oligárquico, gerontocrático, elegido mediante sistema censitario, que está por encima de los cuerpos elegidos.Igualitos.

Y parecidos a la nomenklatura soviética por lo demás.

¡No hay salud con este flaite!


Anónimo dijo...

Es una frase explicativa que da a entender lo obvio: mi parecer de la teocracia fascista de Irán, muy cercana a los "socialismos del siglo XXI" de nuestro bananero continente.

Y demuéstrame dónde Hayek propugnó una teocracia en la cual se lapide a las adúlteras y se ahorque a los homosexuales.
Por favor, deja de ser tan deshonesto intelectualmente. No ves que dejas mal parados a los liberales? Una pena que gente decente y auténticos liberales que visitan este blog, se encuentren con tus delirios.

Ignacio Burges dijo...

El Paty Cofré debería leer "Derecho, Legislación y Libertad" segundo tomo, 1976, donde propugna un senado oligárquico, gerontocrático y censitario, que esté por encima de los demás órganos del estado.

Al flaite este no le alcanza para ser "deshonesto intelectual" ya que carece de intelecto".

Ignacio Burges dijo...

en ese mismo libro Hayek defiende el pincipio de subsidiariedad, proveniente del corporativsmo fascista clerical.

Ignacio Burges dijo...

El Paty Cofré debería leer esto también:

http://en.wikipedia.org/wiki/Privatization_in_Iran

Ignacio Burges dijo...

Otro baño de cultura para el Paty Cofré, el organo de la Teocracia Islámica, calcado de lo que propone Hayek:

http://es.wikipedia.org/wiki/Asamblea_de_los_Expertos

Anónimo dijo...

Ah, pero claro, hay privatizaciones y privatizaciones. Una economía fascista (como la de Pinochet)no deja de ser fascista por ser mayoritariamente privada, y menos aún con ese conservadurismo totalitario (impuesto desde arriba). No sea tramposo Burgues.

Anónimo dijo...

No sería lo mismo (aunque rechazo el principio) una asamblea de expertos en base al corán que otra basada en la constitución de los EEUU. Creo que algunos matices podemos encontrar, Sr. Vulgar...

Ignacio Burges dijo...

Lo que es la ignorancia, la constitución de EEUU es tan ambigua que da para todo.

Permitía la segregación racial en los Estados del Sur , esto según fallos de la mismísima Corte suprema federal.

Sólo en 1954 cambió su propia jurisprudencia.

Y de hecho en muchos estados del sur( donde hay un ambiente semiteocrático) la homosexualidad es penada con cárcel, en base a la misma constitucion que el Paty admira.

Ignacio Burges dijo...

"No sería lo mismo (aunque rechazo el principio)"

Creo que el Paty reconoce que el principio que guía el órgano iraní es el mismo que el que dirige es sistema Hayekiano, un oligarquía de iluminados.

Anónimo dijo...

Bueno, obvio, todo se trata de mejorar con el tiempo. Lo medular es que no es lo mismo una asamblea de expertos en base a un código constitucional laico y moderno, que otro basado en creencias oscurantistas que no se han modificado sustancialmente durante miles de años. Eso es lo sustancial.

Anónimo dijo...

Pero lógico que rechazo ese principio. No soy un autómata que obedece todo lo que dice el Hayek o la Rand, también valoro contribuciones, incluso de Keynes y Samuelson. Aunque sigo repitiendo que el espíritu del "consejo de ancianos" de Hayek y el de la teocracía iraní se encuentran en las antípodas entre sí.

Ignacio Burges dijo...

"a un código constitucional laico y moderno"

La consticuiuón de EEUU es tan "laica y moderna" que en teoría permite que un estado, como por ejemplo Texas o Alabama , se convierta en un estado teocrático.

De hecho, aunque el estado federal está inhabilitado para establecer una religión oficial, los estados miembros no tienen esa prohibición.

Anónimo dijo...

Y tampoco creo que Hayek o el Ron Paul, ambos aislacionistas recalcitrantes, compartirían mi postura de aniquilar al tirano nazifascista que gobierna Siria. Paradojalmente, Keynes creo que sí.