De dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde vamos
Érase una vez el modelo clásico, que sostiene que la oferta crea su propia demanda (ley de Say), y que todo en la economía o se guarda o se gasta. Si el dinero que alguien gana se deposita en un banco, o sea se guarda, entonces es reinvertido o convertido en instrumentos que permiten financiar eficientemente a los emprendedores. Lo que se gasta sigue circulando y genera riqueza, gracias al crédito que proviene de lo guardado. Si usted gana mucho dinero y se compra una segunda casa con pisicna y un jardín enorme, debe contratar un arquitecto que le diseñe la casa, obreros que la construyan, y debe emplear a un jardinero: el arquitecto, los obreros y el jardinero reciben dinero más eficientemente que si el Estado lo asignase. En este modelo, todo circula y se redistribuye (llamado esto último “chorreo” o trickle-down economics).
Esta elegante teoría constituye el pilar de la economía liberal clásica, que se vio fuertemente cuestionada durante y después de la Gran Depresión de 1929. John Maynard Keynes, desde Cambridge, propuso algo distinto: los emprendedores se ven afectados por espíritus animales, o incertidumbre frente al futuro. No pocos prefieren mantener su dinero en activos líquidos (dinero), y no invertir. Así, cuando estos espíritus animales se descontrolan, escasea el flujo de capital y se produce el desempleo. Keynes logró derribar—al menos por un tiempo—el modelo clásico. La solución que propuso el eminente economista inglés, quien fue además un matemático consumado, fue que el gobierno intervenga para solucionar este problema, y para ello debía generar déficit valiéndose de grandes obras públicas que hicieran circular el capital para así generar empleo. Los políticos del mundo se enamoraron de esta teoría y comenzaron a gastar como condenados, y les dio por inventar Ministerios de Obras Públicas por doquier. Para los keynesianos, las políticas económicas debían limitarse a mantener el difícil equilibrio entre la inflación, que genera el déficit fiscal, y el empleo.
Así prosiguió la historia hasta la crisis del petróleo de 1973 y de 1979, que nos trajo la estanflación, o sea el estancamiento pero con inflación, fenómeno que los keynesianos no pudieron explicar, y que en la práctica significó el aparente fin de este modelo, a manos de unos economistas disidentes y medios locos en Chicago. Lo que propusieron se llamó monetarismo: el modelo clásico sí es cierto, pero bajo condición de mantener la inflación bajo control. En Chile el modelo keynesiano fue destruido por la Unidad Popular, coalición política que propuso el peor modelo de todos: el marxismo (socializar todos los medios de producción). Augusto Pinochet, un anticomunista obsesivo, se tomó el poder y puso a trabajar en su gabinete a los recién graduados de Chicago, quienes por lógica sólo podían criticar el intervencionismo de gobiernos y bancos centrales, y se abocaron a domar la nefasta inflación. Si fuese una película, podríamos llamarla "El Regreso de los Clásicos", película en Chile descomunalmente sangrienta, pero que en otras latitudes fue ganando fans con la mesura y legitimidad que brindan los regímenes democráticos.
Con la caída de la URSS y del bloque comunista, los años 90 vieron el reinado absoluto de Chicago por sobre Cambridge mediante un enfoque monetario mininamlista que se reducía a controlar la inflación mediante el suministro de dinero. La fórmula se denominó “una herramienta, un objetivo”. La herramienta era la tasa de interés. El objetivo, la estabilidad de precios. Del resto se encarga el mercado. La edad de oro comenzaba. La inflación se controló en todo el mundo. La democracia comenzó a expandirse. Fukuyama declaró el fin de la historia.
Pero lo que ocurrió fue que la estabilidad nos obnubiló. El exceso de estabilidad siembra las propias semillas de la destrucción de la economía. Los modelos financieros empezaron a proyectarse según la premisa de que la estabilidad es la norma. Este extravagante fenómeno lo notó un economista neo-keynesiano llamado Hyman Minsky, desdeñado en su época pero que hoy es estudiado con inusual atención. Incidentemente, hoy vivimos un resurgimiento del keynesianismo, en el que los gobiernos se ven obligados a irse a déficit para descoagular las arterias de la economía, y así acabar con la trombosis actual (o "credit crunch", que empezó como "crisis subprime", pero ya terminó en "crisis financiera").
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Quién tiene la razón, los keynesianos o los monetaristas? La respuesta es: ambos. O depende, en realidad. Hay que saber en qué parte del ciclo estamos. Si estamos de jauja, pónganle atajo a la economía (por ejemplo, eviten el "riesgo moral"). Cuando vamos en bajada, laissez-faire. Lo anterior se llama política contracíclica y se ha aplicado en Chile con relativo éxito. En este sitio, lo llamaremos simplemente pragmatismo.
El mercado ciertamente se regula sólo, este punto se lo anotan los partidarios del laissez-faire. El problema es que las correcciones del mercado son dolorosas y generan costos sociales enormes. La tarea del gobierno es buscar especialistas capaces de minimizar el shock.
Esta elegante teoría constituye el pilar de la economía liberal clásica, que se vio fuertemente cuestionada durante y después de la Gran Depresión de 1929. John Maynard Keynes, desde Cambridge, propuso algo distinto: los emprendedores se ven afectados por espíritus animales, o incertidumbre frente al futuro. No pocos prefieren mantener su dinero en activos líquidos (dinero), y no invertir. Así, cuando estos espíritus animales se descontrolan, escasea el flujo de capital y se produce el desempleo. Keynes logró derribar—al menos por un tiempo—el modelo clásico. La solución que propuso el eminente economista inglés, quien fue además un matemático consumado, fue que el gobierno intervenga para solucionar este problema, y para ello debía generar déficit valiéndose de grandes obras públicas que hicieran circular el capital para así generar empleo. Los políticos del mundo se enamoraron de esta teoría y comenzaron a gastar como condenados, y les dio por inventar Ministerios de Obras Públicas por doquier. Para los keynesianos, las políticas económicas debían limitarse a mantener el difícil equilibrio entre la inflación, que genera el déficit fiscal, y el empleo.
Así prosiguió la historia hasta la crisis del petróleo de 1973 y de 1979, que nos trajo la estanflación, o sea el estancamiento pero con inflación, fenómeno que los keynesianos no pudieron explicar, y que en la práctica significó el aparente fin de este modelo, a manos de unos economistas disidentes y medios locos en Chicago. Lo que propusieron se llamó monetarismo: el modelo clásico sí es cierto, pero bajo condición de mantener la inflación bajo control. En Chile el modelo keynesiano fue destruido por la Unidad Popular, coalición política que propuso el peor modelo de todos: el marxismo (socializar todos los medios de producción). Augusto Pinochet, un anticomunista obsesivo, se tomó el poder y puso a trabajar en su gabinete a los recién graduados de Chicago, quienes por lógica sólo podían criticar el intervencionismo de gobiernos y bancos centrales, y se abocaron a domar la nefasta inflación. Si fuese una película, podríamos llamarla "El Regreso de los Clásicos", película en Chile descomunalmente sangrienta, pero que en otras latitudes fue ganando fans con la mesura y legitimidad que brindan los regímenes democráticos.
Con la caída de la URSS y del bloque comunista, los años 90 vieron el reinado absoluto de Chicago por sobre Cambridge mediante un enfoque monetario mininamlista que se reducía a controlar la inflación mediante el suministro de dinero. La fórmula se denominó “una herramienta, un objetivo”. La herramienta era la tasa de interés. El objetivo, la estabilidad de precios. Del resto se encarga el mercado. La edad de oro comenzaba. La inflación se controló en todo el mundo. La democracia comenzó a expandirse. Fukuyama declaró el fin de la historia.
Pero lo que ocurrió fue que la estabilidad nos obnubiló. El exceso de estabilidad siembra las propias semillas de la destrucción de la economía. Los modelos financieros empezaron a proyectarse según la premisa de que la estabilidad es la norma. Este extravagante fenómeno lo notó un economista neo-keynesiano llamado Hyman Minsky, desdeñado en su época pero que hoy es estudiado con inusual atención. Incidentemente, hoy vivimos un resurgimiento del keynesianismo, en el que los gobiernos se ven obligados a irse a déficit para descoagular las arterias de la economía, y así acabar con la trombosis actual (o "credit crunch", que empezó como "crisis subprime", pero ya terminó en "crisis financiera").
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Quién tiene la razón, los keynesianos o los monetaristas? La respuesta es: ambos. O depende, en realidad. Hay que saber en qué parte del ciclo estamos. Si estamos de jauja, pónganle atajo a la economía (por ejemplo, eviten el "riesgo moral"). Cuando vamos en bajada, laissez-faire. Lo anterior se llama política contracíclica y se ha aplicado en Chile con relativo éxito. En este sitio, lo llamaremos simplemente pragmatismo.
El mercado ciertamente se regula sólo, este punto se lo anotan los partidarios del laissez-faire. El problema es que las correcciones del mercado son dolorosas y generan costos sociales enormes. La tarea del gobierno es buscar especialistas capaces de minimizar el shock.
La crisis actual no es la primera ni será la última. Se logró evitar una depresión, apenas hemos visto una recesión (en su definición más simple, dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo). Todo indica que tocamos fondo y que debe empezar la reactivación, si es que ya no ha empezado.
Este es el momento—siguiendo lo explicado anteriormente—de disminuir los beneficios sociales, de terminar con los bonos (ehem, Sebastián Piñera), y de flexibilizar el mercado laboral (léase "eliminar las indeminzaciones y facilitar los despidos masivos de trabajadores"). Esta es la única forma de retomar el rumbo del crecimiento con celeridad y agilizar la recuperación. Las empresas que deben morir deben hacerlo, y pronto. Los que deben perder su trabajo deben hacerlo ahora ya. Así surgirán los nuevos puestos de trabajo, y nacerán empresas más saludables y más competitivas. En época de elecciones, éstos son los temas que los Freis, los Piñeras, ni menos aún los MEOs van a querer abordar. Al contrario, se pelean por dar más bonos.
Este es el momento—siguiendo lo explicado anteriormente—de disminuir los beneficios sociales, de terminar con los bonos (ehem, Sebastián Piñera), y de flexibilizar el mercado laboral (léase "eliminar las indeminzaciones y facilitar los despidos masivos de trabajadores"). Esta es la única forma de retomar el rumbo del crecimiento con celeridad y agilizar la recuperación. Las empresas que deben morir deben hacerlo, y pronto. Los que deben perder su trabajo deben hacerlo ahora ya. Así surgirán los nuevos puestos de trabajo, y nacerán empresas más saludables y más competitivas. En época de elecciones, éstos son los temas que los Freis, los Piñeras, ni menos aún los MEOs van a querer abordar. Al contrario, se pelean por dar más bonos.
10 comentarios:
los bonos son una buena idea
es reparto de utilidades
mejor está esa plata en manos de las personas que en manos del estado
Estamos de acuerdo SergioA
Para Chile Liberal,
La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores. .... Demagogia... es difícil opinar sobre temas económicos, la mayoría de profesionales que se llaman economistas han sido incapaces de predecir la evolución de los mercados a fin de tomar medidas para no llegar a este punto. Pero los ciudadanos tenemos que tomar conciencia que no se deben superar los recursos económicos de cada uno, consumiendo en exceso e hipotecando nuestros ingresos, cayendo en el error del modelo .x. atte Luis Bustamante Stgo de Chile...
1.
Yo estoy en desacuerdo, como es habitual, con las tesis de Chile Liberal. Los políticos no pueden calcular correctamente (léase Mises), no pueden hacerse con la información que necesitan para darle un efecto coordinador a su acción (léase Hayek), y además tenemos el problema de sus "incentivos" (léase Opción Pública). Aunque fuesen benévolos y realmente quisieran reducir el costo social no podrían. Es más, son ellos los que han provocado la crisis.
La "estabilidad" monetarista es un espejismo que ha incubado el regreso del keynesianismo. El aumento de la productividad en las últimas décadas ha sido espectacular, sin embargo, los precios se han mantenido estables, cuando deberían haber bajado. Hemos tenido inflación, pero no la hemos visto.
Carlos, yo se que no eres muy amigo de la teoría del ciclo económico de los austríacos, pero la crisis actual es un ejemplo de libro de texto de la misma.
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@ El comienzo del universo,
"la mayoría de profesionales que se llaman economistas han sido incapaces de predecir la evolución de los mercados a fin de tomar medidas para no llegar a este punto"
Quizás la mayoría de los economistas están en el paradigma equivocado. Las predicciones en las ciencias sociales no son de igual tipo a las que puedes hacer en un laboratorio.
Soy Ingeniero Comercial, y tengo una excelente formación económica. Sin embargo, no podría auto denominarme Economista, me falta mucho para eso.
Lo que puedo hacer, eso si, es felicitarlos por este "resumen de la historia de la economía moderna" me pareció bastante bueno para quienes poco entienden sobre lo que está ocurriendo actualmente.
Dejo automaticamente este blog en mis favoritos. Pensaba que la ideología liberal (la verdadera ideología) estaba enterrada hace mucho tiempo.
Excelente el Blog.
@Chile Liberal,
"Todo indica que tocamos fondo y que debe empezar la reactivación, si es que ya no ha empezado."
¿Seguro? La tasa de paro en USA alcanza el nivel más alto de los últimos 26 años. Quizás el "paquete de estímulo" no hay sido suficientemente grande. Siempre se puede seguir esquilmando a los eficientes en busca de la recuperación...
http://www.libertaddigital.com/economia/la-tasa-de-paro-de-eeuu-escala-al-97-su-mayor-nivel-en-26-anos-1276369518/
@Mario: increíble como algunos no saben intepretar datos. Exactamente lo mismo nos dice hoy el Financial Times pero observa la diferencia de análisis:
"US joblessness surged to a 26-year high of 9.7 per cent in August, but the pace of job losses slowed to the lowest level in a year, reinforcing hopes that the worst of the recession is over." (FT: Jobless figures surge to 26-year high)
La respuesta a tu pregunta es: no, no estoy seguro. No estoy seguro de nada. Sólo hablo de probabilidades y pronósticos.
Recomiendo además leer la prensa especializada.
@Carlos,
La verdadera recuperación y el crecimiento sostenible vienen de la mano del ahorro. El aumento de la masa monetaria por parte de los bancos centrales y los déficit en que están incurriendo muchos gobiernos no hacen más que dañarlo.
__________
Sobre la prensa especializada:
"US joblessness surged to a 26-year high of 9.7 per cent in August, but the pace of job losses slowed to the lowest level in a year, reinforcing hopes that the worst of the recession is over."
Preferiría facts más que hopes.
@Mario: te tengo algunos facts: Suecia sale de la recesión, Brasil sale de la recesión, Francia y Alemania salen de la recesión. Recomiendo informarse no en periódicos rasos, sino en fuentes especializadas. Un saludo.
@Carlos,
Cada país es un caso particular y en algunos se puede estar produciendo una recuperación. Por más que se empeñen los gobiernos, más tarde o temprano el mercado hace los ajustes, empresas cierran, puestos de trabajo se pierden y se reasignan los factores de producción. Sin embargo, de lo que no cabe duda, es que el ataque al ahorro real ha sido y sigue siendo constante, y sin éste el crecimiento sostenible no es posible. En el paradigma actual, los mecanismos que se ponen en marcha para salir de una crisis crean el caldo de cultivo para la próxima.
¿Conoces la teoría de la macroeconomía de la estructura del capital de Roger Garrison? Acá un presentación de la misma.
http://hayekcenter.org/?p=1481
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