sábado, 21 de mayo de 2011

El discurso del rey



La democracia chilena es de larga data pero aún débil. El último discurso del 21 de mayo así lo demuestra

Chile es una monarquía cuasi-absolutista en que el Congreso no pasa de ser la oficina de timbres y estampillas del presi-rey. En una república somos todos iguales, y el presidente es un ciudadano más, elegido por sus pares para dirigir los destinos de la nación sin situarse ni por sobre ni por debajo del resto, es simplemente "el primero entre sus iguales". Mientras que, en una monarquía, el rey es el soberano y el resto sus súbditos. Las monarquías modernas han otorgado un valor simbólico al monarca restringiéndolo en la práctica mediante leyes y corporaciones que, tal como en una república moderna, ponen coto al poder. A nivel real y simbólico, nada de esto se observa en Chile, lo que queda de manifiesto en la (ausencia de) ritos en el mensaje anual del 21 de mayo.

Empecemos por entender de dónde proviene la tradición de rendir cuenta al país. Su origen radica, como muchas otras cosas, en la monarquía constitucional británica. Al iniciar un nuevo período parlamentario, la Reina pronuncia un discurso inaugural llamado The Queen's Speech, donde se describen muy someramente las iniciativas que desea impulsar durante aquel período parlamentario. En realidad ella se limita a leer el discurso, porque ha sido preparado por el jefe de gobierno con la contribución de cada uno de los ministros de cada cartera. Este mensaje dura no más de 10 minutos, y vale considerar que en su composición se gastan meses de discusiones. Emulando esta tradición, la antigua república parlamentaria chilena adoptó la costumbre de iniciar el período ordinario con un discurso del presidente del país.

En EEUU, país que desplazó en el siglo XX la hegemonía inglesa, también se imitó esta costumbre mediante el célebre "State of the Union Address". Inevitablemente, también Chile ha adoptado el espíritu  gringo ya que la admiración por la solidez de la democracia del Norte es fuente inagotable de inspiración. En EEUU desde luego no hay rey, de hecho, la propia fundación de ese país se explica a partir del rechazo a la monarquía, tal como soñaban los Padres Fundadores, magistrales constitucionalistas (todos francmasones, cabe destacarlo) que diseñaron el sistema político más admirado de Occidente.

En un comienzo incluso los norteamericanos abandonaron el "State of the Union Address" ya que les recordaba demasiado los manerismos monárquicos ingleses, pero la tradición se reinstauró y continúa hasta hoy. En él, el presidente se dirige al Congreso no sólo con su agenda legislativa para el Congreso en curso, sino además rinde cuenta del estado de la nación para el año anterior. Ante los insistentes llamados de Chile Liberal para anunciar en el discurso de este 21 de mayo la inclusión en la agenda del proyecto de matrimonio homosexual, muchos sectores conservadores salieron al paso a declarar que este discurso es sólo una cuenta, pero esto es falso, ya que al igual que en EEUU, es una cuenta del año transcurrido y al mismo tiempo una definición de la agenda para el nuevo año parlamentario.

La importancia de las simbologías
Cabe destacar la importancia de los rituales que revelan cómo, por un lado, los británicos demuestran el límite que le imponen al rey —continuando la célebre firma de la Magna Carta, momento en que nace el Liberalismo—, y los protocolos republicanos estadounidenses, que evidencian la genialidad de los Padres Fundadores, al establecer un admirable sistema de "checks and balances" donde los poderes del Estado se separan y se limitan entre sí para asegurar que nadie posea demasiado poder. Ésta es la quintaesencia del sistema norteamericano: evitar que alguien se convierta en rey o en un tirano. Al observar ambos, los chilenos sólo podemos sentir envidia y lástima por lo fatuo de nuestro republicanismo, que apunta incoherentemente en la dirección opuesta.

Primero, en Inglaterra, la Reina si bien llega con boato a Westminster no olvidemos que lo hace por ser la soberana. No obstante, del mismo modo llega el presidente de Chile al Congreso de Valparaíso: como rey. Todos vimos a Piñera en un descapotable saludando a los curiosos, arribando apoteósicamente al horrible edificio del Congreso (un basto mamarracho arquitectónico diseñado por el Pinocho, lo que explica su fealdad y mal gusto). En Inglaterra, para realzar la pugna de poderes entre la Reina y la Cámara de los Comunes, uno de los plebeyos de la Cámara Baja debe entrar al palacio de Buckingham y quedarse ahí como "rehén ceremonial", y sólo es liberado si el monarca vuelve sano y salvo a palacio. El motivo es curioso: si los plebeyos en los Comunes apresan o agreden al monarca si es que el Parlamento es demasiado hostil, la monarquía no va a soltar al plebeyo en palacio: ambos poderes acuerdan respetarse y hacen un esfuerzo para que la sesión se lleve a cabo normalmente. Más aún, la sesión se celebra en la Cámara de los Lores, la de los aristócratas, y es uno de éstos, el llamado Black Rod, quien en Westminster debe ir a convocar a los Comunes para que se trasladen a la Cámara de los Lores para presenciar el discurso. Esto tampoco es tan simple. La tradición dicta que el Black Rod debe golpear con un bastón las tres puertas que conducen a los Comunes, y cada vez que se acerque a una puerta, le darán un portazo en la nariz. Sólo después de golpear tres veces puede pasar a la siguiente puerta. El simbolismo es que los Comunes no aceptan fácilmente el poder de la aristocracia. En seguida, los Comunes abandonan su sala y se dirigen, encabezados por el Jefe de Gobierno y el Jefe de la Oposición, a escuchar el discurso de la Reina. Curioso, ¿no? Con estos rituales se marca la preeminencia de los Comunes, aunque una vez en la Cámara de los Lores, deben permanecer de pie y alejados del rey (como dura apenas 10 minutos, no es tanto). La tradición de golpear la puerta y los posteriores portazos proviene de 1642, cuando el rey Carlos I quiso entrar a los Comunes para arrestar a cinco de los plebeyos (el rey fue finalmente decapitado).

En EEUU es algo similar. El presidente no llega alardeando de su poder a la sede del legislativo, como los presi-reyes chilenos. Lo hace calladamente. El presidente de la corporación es quien abre la sesión, sin el presidente. La idea es la misma: realzar la pugna entre los distinos poderes del Estado, y marcar el principo de chequeos y balances que magistralmente instauraron los Padres Fundadores. La idea en realidad es una especie de humillación ritual al presidente, para dejar claro que en EEUU no hay rey, nadie manda así porque sí. Iniciada la sesión, el Floor Services Chief anuncia a los senadores y al Vice-Presidente, quienes ingresan ordenadamente a sus asientos, no como en Chile donde hay que andar pidiéndoles de a uno que ocupen sus lugares. Luego el Seargent at Arms es quien recién viene a autorizar el ingreso del presidente. Sin duda que después de este vejamen, el presidente debe ser desagraviado y al entrar es recibido con una ovación cerrada. A Chile Liberal le encanta esta parafernalia ya que destaca la idea de mantener a raya al presidente, incluso sometiéndolo a una humillación ritual para dejar claro que su poder reside en el apoyo que le brinda el pueblo, y no en su poder para imponerse por la fuerza.

En Chile la cosa anda bastante mal. Nuestro sistema no fue concebido ni con los Padres Fundadores ni francmasones. El nuestro fue diseñado por un oscuro ideólogo que plasmó en el papel un sistema hecho como traje a la medida para Pinochet para que el Gorila gobernase sin contrapeso, algo diametralmente opuesto al principio de "checks and balances" de EEUU. El Congreso chileno fue instaurado como una mera pantomima, inicialmente con senadores designados por el Ejecutivo, y hoy, con miembros elegidos mediante un obsceno sistema binominal que genera feroces distorsiones de la voluntad popular. La idea de Guzmán era que el presidente fuese muy, muy poderoso, y que el Congreso no fuese un obstáculo, sino que actuase como su oficina de timbres para aprobar sumisamente a las leyes que dicta el cuasi-rey. Incluso después de las reformas de 1989, y el cambio cosmético del 2005, la Constitución chilena es en apariencia, forma, fondo y espíritu, una dictadura.

El 21 de mayo el presidente arriba al Congreso de Valparaíso alardeando de su poder, como ya lo dijimos. Más encima, llega y habla. A lo sumo se entona primero el himno nacional y la sesión la abre el presidente del Senado, pero eso es todo.

Me gustaría que el Congreso fuese, como corporación, un real contrapeso al Ejecutivo. El presidente debe hacer su llegada no como rey, sino casi con la cola entre las piernas, temeroso de enfrentar a los representantes del pueblo. La sesión debiese abrirla el presidente del Senado y exigir que el Ejecutivo rinda cuenta ante los congresistas y, también como en EEUU, sólo autorizar la entrada del presidente cuando el Congreso disponga. Del mismo modo, sólo después de esta simbólica afrenta, el presidente debiese ser recibido con vítores, en una ovación cerrada, con la bancada Oficialista y la Opositora de pie, así como también el Poder Judicial y los invitados aplaudiendo al ciudadano que ha sido elegido presidente, y no alabando a un todopoderoso presidente que viene raudo a dejar claro lo poderoso que es.

El presidente del Senado no sólo debiese ceder la palabra al presidente, sino primero ceder la palabra a sus pares congresistas, ante lo cual uno esperaría que por protocolo, desde luego, nadie tomase la palabra. Después del silencio, recién se le entrega la palabra al presidente, quien debe primero entregar el discurso en papel al presidente del Senado y en seguida leerlo. Insisto, la idea debe ser resaltar que el presidente de la república no es un poderoso sujeto, sino uno que ejerce el poder pero mediante un sistema de "checks and balances", supeditado a los otros poderes del Estado, en particular al Congreso.

Al final de la sesión, el presidente del Senado también debiese agradecerle la cuenta rendida al presidente y abrir la sesión a una réplica por parte de quien quiera disputar lo dicho por el presidente. Por supuesto, por protocolo, nadie debiese tomar la palabra, ante lo cual el presidente del Senado debiese convocar a la bancada Oficialista y a la Opositora a que preparen un Apoyo y una Refutación, respectivamente, al discurso del presidente, que constituiría la primera sesión del Congreso. Esto está mucho más formalizado en las democracias británica y norteamericana, donde las primeras sesiones del Parlamento y el Congreso son las refutaciones y apoyos al discurso. En EEUU, se emite una Respuesta Republicana y una Respuesta Demócrata respectivamente

La nuestra es una democracia de larga data que se pasa los ritos republicanos por cualquier parte, y peor aún es que su madurez es tardía. El sitio Chile Liberal invita a repensar la democracia que queremos y oficialmenente tomanos el guante que dejó el ex presidente Ricardo Lagos quien ha invitado a pensar en una nueva Constitución. La idea es que en el futuro tengamos un discurso de un presidente de la república, y no el discurso de un rey.

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