Las protestas continuarán y está bien que así sea. Pero también debe continuar la construcción de represas en Patagonia
Una de las muchas anomalías del ultrapresidencialismo chileno es la enorme cantidad de gente que el presidente debe nombrar. En un país institucionalizado éstas cosas no ocurren. Por ejemplo, en el Reino Unido el gobierno no designa más de 200 cargos. En Chile, el presidente nombra más de mil. Aquí radica el principal problema de HidroAuysén, y es la falta de representatividad que siente el electorado hacia la institucionalidad que aprobó el mentado proyecto. Como si fuese poco, la desconfianza hacia los sectores autoritarios instalados en el poder son el detonante que inflama la animosidad aún más.
La Comisión de Evaluación Ambiental fue el organismo encargado de dirimir si se procedía con HidroAysén o no. El problema es que dicha comisión está conformada por designaciones ligadas al gobierno central, por lo que difícilmente pudo haber una deliberación ecuánime y diversa, y peor aún, el propio ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, los conminó a votar a favor. Al menos es encomiable la honestidad del ministro de hacer pública su presión y no mediante intimidantes llamdas telefónicas a los funcionarios. Pero esto no es consuelo.
La gente saldrá en masa a protestar nuevamente, sumando otra fecha más de inquietantes demostraciones ciudadanas. Decimos "inquietante" porque la idea es que existan los cauces institucionales para plasmar el sentir ciudadano. Si éstos no existen, la única forma de darle verdadera legitimidad a la decisión es volcándose como gamberros a las calles. Ojalá no fuese así.
En realidad, oponerse a HidroAysén es, como en muchas cosas, una mera excusa para ventilar la impotencia que producen otras situaciones. Tristes episodios como la torpe destitución de una intendenta cuyo nombre ya no recuerdo, hasta conflictos de interés entre personeros de gobierno provenientes del mundo privado, han sido la bencina que ha inflamado la controversia por HidroAysén.
En el caso puntual de las represas en Patagonia, Piñera es el blanco de las descargas ciudadanas, porque, primero, en el ultrapresidencialismo cuasi-absolutista actual el presidente nombra a los que toman las decisiones y por tanto detrás de todo está él, y segundo, porque en lo pintoresco de nuestro país Piñera tiene el poder de tomar su Blackberry y llamar a unos dos o tres números de los inversionistas de este proyecto (a quien Piñera tiene en su teléfono bajo "Amigos") y decir "oye, cancelemos esta cuestión que está quedano la cagada", y así ¡zas!, dicho y hecho. Ya ocurrió en Barrancones. Ahora la masa sale furiosa a exigir que se repita el espectáculo.
No obstante, a diferencia del episodio de Punta Choros, esta vez el proyecto debe continuar.
Piñera debe proceder con su propuesta "mesa de diálogo" (puta que nos gustan las mesas de diáogo a los chilenos) que ya lanzó el 21 de mayo y revestir de la muy necesaria legitimidad una posible nueva decisión. El equipo de gobierno debe estrenar sus habilidades comunicacionales que hasta ahora han sido inexistentes. No basta Ena Von Baer con chasquilla estilo Lady Gaga, hasta creyéndose estrella tipo Lady Gaga en alguna revista del corazón. Se necesita una vocería contundente, experta en el muñequeo político, con una retórica y oratoria que disipe la ira de quienes expresan su justificada preocupación ante la (supuesta) devastación de Patagonia. La familia Matte, cuyo clan es tan poderoso que en el caso del pedófilo Karadima logró doblegar a la justicia chilena, debe o salir de este proyecto, o redefinirse su participación. Los propios inversionistas deberán salir a la calle y explicar con claridad los beneficios del proyecto. ¿No podrán contratar un equipo de relaciones públicas mejorcito?
Sería preocupante que Piñera solucionase la crisis con un telefonazo a los amigos. Primero, porque sería una actitud completamente irresponsable respecto a nuestro abastecimiento energético. Segundo, porque sentaría un mal precedente: las protestas callejeras no deben dictar la pauta. Lo que se necesita, como dijimos, es abrir una instancia de debate que recoja las propuestas de expertos ecologistas y del sentir ciudadano.
La propia Concertación debe terminar el show. HidroAysén no es un proyecto gestado bajo Piñera, ni siquiera él determinó la institucionalidad que tomaría la decisión final. La Concertación lo sabe muy bien. El sector de Oposición ya ha sacado buen provecho político mermando la popularidad del Oficialismo, a pesar que el Oficialismo se autodestruye y no es necesario mucho esfuerzo en hundirlo más. Ahora la ex vocera de gobierno, la señora Tohá (por quien incluso tenemos en Chile Liberal depositadas algunas esperanzas presidenciales) debe ponerse seria y sacarse la chapita ridícula y reconocer que la Concertación habría aprobado igual este proyecto. Chile necesita energía y éste proyecto nos la entrega. No pueden seguir sacándose más provecho político de esta difícil situación. Esta es una naranja ya completamente exprimida, no hay más jugo que sacar.
Sebastián Piñera ha tenido en la víspera del Discurso del 21 de mayo un período muy, muy tenso. La ceremonia de alocución llegó a niveles de agresividad sólo vistos durante el arresto del Gorila, en 1999. Pero recordemos que ese sujeto despertaba las más feroces pasiones de los chilenos. La crispación actual sólo se justifica por la inmadurez de nuestra democracia: ni la Alianza sabe cómo gobernar, porque pasaron medio siglo lejos del poder, ni la Concertación sabe cómo hacer Oposición, porque su experiencia fue derrocando a un régimen corrupto, asesino, nepotista y totalitario, y no sabe cómo contrapesara un huevón más bien moderado como Piñera. O sea, ni Gobierno ni Oposición conocen su pega. Más encima, la institucionalidad es como el poto.
Las protestas ciudadanas son un síntoma de insatisfacción que rápidamente se volvió frustración. Lo que empezó como defensa del medio ambiente terminó como protesta ante un fraude: el país eligió a Piñera y terminó con los ultraconservadores, y con los más poderosos devastando el medio ambiente para amasar más fortuna.
El rito de iniciación
No obstante, Piñera no tiene nada que temer. Le ocurrió también a Michelle Bachelet con la crisis del Transantiago y la marcha de los pingüinos, cuando los estudiantes prácticamente paralizaron el país para exigir que el país se farrease los excedentes del cobre. Bachelet, en un acto de entereza, se negó. Su popularidad se desplomó y también todos sintieron que la bonachona compañera Michelle era un fraude. Pero cuando arreció la crisis financiera internacional, y luego el terremoto del 27-F, ninguno de los revoltosos le fue a dar las gracias por guardar los recursos en fondos soberanos que se utilizaron para financiar el paquete de reactivación económica, ni menos aún en los esfuerzos de reconstrucción.
En estos momentos Piñera ha pasado por su bautismo de fuego. Toda su vida quiso ser presidente, y ahora realmente debe estar sintiendo el pulso al cargo. Cuando en el Mensaje agradeció el apoyo de su familia, pudimos escuchar en su impostación de la voz no al empresario sagaz ni al político devenido en presidente, ni las palabras fríamente redactadas por su equipo, sino que fueron agradecimientos de un sujeto que ente sólo ha podido enfrentar su cargo apoyándose en alguien. No es fácil estar en los zapatos de Piñera en estos días.
Es hora de convocar a la mesa de diálogo y de actuar con sentido de país y pensar lateralmente para encontrar soluciones. Los pacos deben ir a mantner el orden, y actuar con criterio. El ministro del Imterior no puede ordenar disolver las protestas a lumazos ni con chorros del Guanaco ni gases tóxicos. Entendamos por favor que en democracia, la disidencia, la protesta se aplaude de pie, no se reprime. Ambos, gobierno y manifestantes, deben estar dispuestos a ceder, y la Concertación debe entrar al ruedo, para cooperar. Luego, se deben decidir las condiciones más ventajosas para que la construcción de HidroAysén prosiga.
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