sábado, 27 de julio de 2013

26 de julio: Feliz día de la libertad fiscal


La nueva esclavitud
Todos los países crean su propia narrativa y su consiguiente mitología. Francia no es excepción. El 14 de julio se conmemora la Toma de la Bastilla, día que cambió para siempre la historia universal: por primera vez la muchedumbre salía a las calles y cambiaba su régimen político. De monarquía represiva se evolucionaba a una república igualitaria bajo los valores fundacionales de libertad, igualdad y fraternidad. Esto se celebra el 14 de julio con fuegos artificiales y espectáculos artísticos en el Campo de Marte, jardín que cobija la Torre Eiffel.

La verdad es menos glamorosa y más compleja. La Revolución Francesa fue sólo el comienzo de una larga y tortuosa marcha hacia la libertad, con numerosos reveses y un terrible costo en vidas humanas. La propia fecha del 14 de julio fue una ocasión más bien arbitraria, fijada con mucha posterioridad. El 14 de julio de 1790 se conmemoró la Fiesta de la Confederación, y es esto en realidad lo que se festeja cada 14 de julio.

Pero hay otro detalle, y no menor. Y es que difícilmente se ha llegado al final de la marcha hacia la libertad como tal. Si bien la esclavitud fue oficialmente abolida en 1848, aún el contribuyente francés debe trabajar forzadamente más de 7 meses para pagar sus tributos ya que se vive bajo un régimen impositivo bestial. El Estado francés engulle el 33% del PIB, el más voraz del mundo. Para pagar las cuentas del ogro estatal, cada contribuyente debe entregarle el equivalente a trabajar desde el 2 de enero hasta el 26 de julio. Es esta fecha el verdadero día de la liberación nacional. 

Todo lo trabajado hasta ayer se entrega al Estado. Nadie puede hacer un "opt out". Pobre del que falle en rellenar la bizantina e inextricable declaración de impuesto, la cual se realiza en mayo, y que causa más estrés, quiebres familiares y crisis de angustia que cualquier otro trámite impuesto por la fuerza a los ciudadanos.

El problema de fondo es que este dinero cada año es insuficiente. En 1960, el Estado francés se tragaba el 12% del PIB. ¿Cómo se llegó al 33%? O dicho de otro modo: ¿cómo se logró condenar a los ciudadanos a trabajos forzados por más de 7 meses? Y peor aún, ¿qué hace el Estado con ese dinero?

La educación francesa, otrora paradigmática a nivel mundial, hoy está en algún lugar entre la de Finlandia y la de Níger. Las universidades públicas y gratuitas no son de calidad (público y gratuito jamás van en la misma frase con "de calidad"), sino que son un océano de mediocridad. Las pocas universidades de elite están tan rezagdas respecto a las anglosajonas (pagadas) que cobrar aranceles es inevitable. La salud francesa es buena, pero desangra las arcas del Estado. El mayor ítem de gasto son las pensiones, gracias a un sistema de reparto que ha condenado a toda la juventud francesa al desempleo para mantener a quienes sólo producen gastos.

El 14% del PIB francés se gasta en jubilaciones, lo que vuelve al sistema insostenible. Sólo es pagable si hay crecimiento, pero crecimiento no hay porque la tasa impositiva ha asfixiado la creación de riqueza. Sin nadie a quien cobrarle impuesto, por la escasez de fuentes de trabajo, cae la recaudación, y para subsanarlo, se suben impuestos, agravando el problema e intensificando este círculo vicioso. El colapso es inevitable.

El paso de un sistema de reparto a uno de cotización individual apunta a solucionar el problema. El código del trabajo francés es un libro que pesa 2,6 kg, imposible crear empleos en esta situación de ultra-regulación: debe eliminarse. Francia cuenta con más empleados públicos que cualquier otra nación de  la tierra: un tercio es fácilmente eliminable. Las empresas privadas, las verdaderas creadoras de riqueza, son castigadas con un implacable 35% sobre sus utilidades, lo que es ridículo.

Nadie ha dicho que se deba desmantelar la seguridad social, porque es necesaria para amortiguar las bruscas veleidades de una economía de mercado, pero no puede costearse forzando a los contribuyentes a trabajar más de 7 meses para el Estado. Eso no es libertad, es esclavitud. Y mientras no se elimine la esclavitud que impone el Estado, difícilmente se puede celebrar la Toma de la Bastilla porque el Bajo Pueblo sigue, como en 1789, pagando impuestos confiscatorios.

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