domingo, 28 de julio de 2013

Incidentes en la Catedral Metropolitana: Se lo merecen


Un acto menor de vandalismo, inflado por la prensa conservadora, es en esencia legítimo

Una marcha a favor de la despenalización del aborto culminó en unos pocos rayados en la Catedral Metropolitana de Santiago, un confesionario pateado y algunas consignas lanzadas durante un rito católico-romano en curso en aquel momento. 

La prensa conservadora ha hecho creer poco menos que les enragés, —los más rabiosos entre los furiosos revolucionarios franceses (azuzados por Jacques-René Hébert, quien despreciaba a Robespierre por ser un tibio conservador)—, calcinaron el edificio y causaron pánico en la población.

Primero, establezcamos la realidad de los hechos. Hubo sólo unos rayados y una ínfima parte del mobiliario fue maltrecho. Esto difícilmente es una revolución iconoclasta o una vulneración de la libertad de culto, como sostienen los conservadores más exaltados. Se arguye que hubo daño al patrimonio nacional, a pesar que la Catedral es en sí fea, siendo su valor estético no mayor al de un templo mormón cualquiera.

Segundo, acá hubo un ataque destemplado pero en esencia legítimo. La iglesia Católica Romana, una ONG como cualquier otra, constantemente interfiere en el código civil a pesar de la teórica separación de iglesias y Estado (que brilla por su ausencia en la actual Constitución). 

Prueba de esto es que el aborto es penalizado en una elite de países ilustrados de gran tradición laica, como, um... Nicaragua, Haití, y Chile,  países de profunda raigambre católica. Para los católicos esto es mera coincidencia. La única religión cuya doctrina considera al aborto un asesinato, punible incluso si es necesario para preservar la vida de la madre, logra imponer su lúgubre prédica en las leyes civiles de países católicos, pero ellos aducen que el tema no es religioso.

Basta recordar la natureleza inherentemente putrefacta de esta religión para entender por qué la gente cada vez más la detesta, con sus consiguientes desbordes. No hablaremos de la quema de bibliotecas en la Antiguedad, lo que dio paso a la Edad Oscura (la Biblioteca de Alejandría fue arrasada después de haber destruido todo en Europa), ni de la condena milenaria a los pérfidos judíos y su ghetización (que anticipó el Holocausto del católico Adolfo Hitler), ni mencionaremos el enjuiciamiento a Galileo, o las torturas de la Inquisición, o la oposición a abrir escuelas laicas en Chile, aparte de la férrea condena a la llegada de colonos protestantes a nuestro país.

Hablemos de cosas más actuales, como por ejemplo, continuar difamando la fertilización in vitro, técnica que ha dado la felicidad de un hijo a cientos de miles de matrimonios infértiles. Hablemos de la oposición a la vacunación contra el cáncer cervical (enfermedad de transmisión sexual), o de la oposición al condón, que puede salvar millones de vidas. Hablemos de la oposición a los anticonceptivos, sean de emergencia o no, hablemos de su rechazo a que una mujer golpeada por el alcohólico de su marido pueda divorciarse, hablemos de su red internacional de protección a pederastas, o hablemos de sus negocios mafiosos con el lavado de dinero. Hablemos de su obstrucción al matrimonio del mismo sexo, impidiendo que la ley civil lo considere en su legislación.


Hablemos de todo eso, y después que los hipócritas y pechoños de siempre hagan gárgaras por los rayados en la Catedral y se llenen la boca con que el respeto a la libertad de conciencia y otras leseras de esa estofa, veamos el fondo del asunto y entendamos que mientras en Chile se pe-na-li-ce el aborto terapéutico, lo menos que se puede esperar son actos de fuerza.

La iglesia de Roma ha declarado que se querellará contra los responsables. Pues bien me parece. Después de todo, es impresentable interrumpir un rito religioso, por mucho que estemos en desacuerdo con la idolatría. Exigimos que tal como en el caso Karadima, un notorio cura pederasta chileno, a los culpables de escribir "me cago en dios" se les castigue y condene a... una vida de oración y penitencia.

Los dejo con un acompañamiento musical:

Pussy Riot - Plegaria Punk

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un liberal, por muy en desacuerdo que esté con la ideas católicas, no puede aplaudir un acto objetivo de vandalismo como el que ocurrió en la marcha de la semana pasada. Lo único que se logra con esto es debilitar la causa. La propiedad privada y el libre culto se defienden hasta la muerte y los responsables deberían pagar, tal como los salvajes que destruyen inmobiliario público y privado en las protestas.
Me extraña de Chile Liberal!!!

Chile Liberal dijo...

Falso, en ningún caso aplaudí el vandalismo, y además, sí dije que merecen castigo. Llamé a condenarlos a "oración y penitencia"

Aníbal dijo...

Columna que no merece ser leída, lo único que hace, como en muchas otras , es promover el odio entre quienes somos católicos y quienes no comparten nuestra fe. Aparte de hacer bromas (para el festival de Viña) de dudoso gusto, muestra la cara de muchos de quienes se oponen a nuestros principios. Es patente el odio que sienten Uds hacia nosotros. Me extraña de una columna "liberal" (si eso significa respeto por las creencias del prójimo, entre otras cosas) la falta de respeto, la intolerancia, la iniquidad, como bien dijo el ex alcalde Labbé. Jamás claudicaremos en nuestros principios de defensa de la vida inocente, jamás aceptaremos que nos impongan la cultura de la muerte.

Ignacio Burges dijo...

La podredumbre de la Iglesia:

http://ciperchile.cl/2013/08/08/las-cartas-que-obispos-y-sacerdotes-leales-a-karadima-enviaron-al-vaticano-para-exculparlo/