Estimados lectores,
Ya llega el 2007 y los Liberales nos preparamos para plasmar todo nuestro ideario en un proyecto atractivo para nuestro país. El blog Chile Liberal por su parte les presenta un artículo que sirve para divisar las nuevas fronteras a las que nos enfrenta la ciencia en el Nuevo Año y en las décadas venideras. Invitamos a leer este artículo y debatir las implicancias del quehacer científico desde nuestra perspectiva centrada en la libertad de los individuos. Seguimos adelante con nuestro espíritu crítico, analítico y racionalista.
El tema es polémico, tal como lo es Chile Liberal. Kant decía que "el pensar libremente es un acto subversivo", ¡y vaya que tiene razón! Por lo mismo, siéntanse a gusto para añadir sus comentarios y análisis. Hemos eliminado las trabas para subir posteos, desde hoy el único control que existe es "la mano invisible" de la que hablaba Adam Smith.
Amigos, esperamos que la lectura les inspire, y con este tema despedimos el 2006 y les deseamos un muy feliz 2007, que sea lleno de paz, libertad y progreso para ustedes y sus familias.
Feliz Año Nuevo
Carlos Riquelme
Nelson Rojas
Hacia la inmortalidad
El creciente poder para cambiar la naturaleza humana
A veces la ciencia da un poco de miedo. Su potencial para transformar la vida en sí misma ha llevado a predecir que podremos reescribir nuestra estructura genética o mezclar nuestras mentes con máquinas. Pero el año 2007 nos demostrará que las preocupaciones más inmediatas no guardan relación con estas temas de ciencia ficción. Las posibilidades reales de cambiar la naturaleza humana se acercan sigilosamente desde direcciones no muy obvias. Cada vez hay más drogas que, inicialmente creadas para curar enfermedades, se están destinando a mejorar el potencial cognitivo de personas saludables e incluso aumentar la esperanza de vida hasta los 115 años o más.
El potencial para alterar nuestra naturaleza y la cantidad de años de nuestra vida genera reacciones enconadas. El transhumanismo, una corriente de pensamiento que congrega científicos, tecnólogos y pensadores quienes buscan formas de mejorar la condición humana, ve estas nuevas oportunidades como algo loable. La naturaleza humana, dice Nick Bostrum, filósofo de la Universidad de Oxford y defensor del transhumanismo, es una “obra en proceso de perfeccionamiento, un plan inicialmente mal concebido que podemos aprender a moldear para nuestro propio beneficio... llegará el momento en que nos convertiremos en post-humanos, criaturas con capacidades mucho más amplias que los seres humanos actuales”. Otros afirman que jamás tendremos la sabiduría suficiente como para trascender a otra especie. Francis Fukuyama, de la Universidad John Hopkins, ha descrito al transhumanismo como una de las “ideas más peligrosas del mundo”. Pero sea cual sea la postura del lector, las posibilidades de cambiar nuestra propia naturaleza mediante intervención bioquímica directa es una realidad que se hace cada vez más presente.
No hay ningún objetivo más importante para el transhumanismo que conquistar y superar la muerte. Algunos de los defensores más controversiales de los mejoramientos tecnológicos en seres humanos, incluido Ray Kurzweil, inventor y escritor norteamericano, y Aubrey de Grey, gerontólogo y director de la Fundación Matusalén (Mathuselah Foundation) afirma con optimismo que la inmortalidad es posible de alcanzar para quienes estén vivos hoy. Pero aún sin que las tecnologías estén disponibles hoy, pero según ellos ya están en camino, hay buenas razones para creer que podemos vivir mucho más allá de los límites actuales.
Los transhumanistas cuestionan el conocimiento convencional, el cual indica que ya hemos llegado al límite de nuestra expectativa de vida. La historia demuestra que cada límite anunciado por los expertos es superado rápidamente. En 1928 un demógrafo norteamericano, Louis Dublin, calculó que el límite máximo de la esperanza de vida sería de 64,8 años, cifra osada en esos tiempos, cuando la esperanza de vida de los norteamericanos era de apenas 57 años. Pero ahora su cifra es bastante modesta si consideramos que para las mujeres de Okinawa, Japón, se han sobrepasado los 85,3 años de esperanza de vida, 20 años más de lo que Dublin pensó sería el límite máximo. Modestos también se ven los científicos que predijeron posteriormente la esperanza de vida en un límite, jamás superable, de 78 años (en 1952), 79 años (1980) y 82,5 años (1984).
¿Puede este aumento constante de la esperanza de vida remplazarse con un salto gigante? Eso creen los transhumanistas. Hoy ya se sabe que si disminuimos el consumo diario de calorías en la dieta se puede aumentar considerablemente la esperanza de vida, entre un 30% a 50%, en una amplia variedad de animales. La evidencia actual indica que esta estrategia no sólo es aplicable y efectiva en seres humanos sino que además se sabe que existen drogas que brindan los beneficios de la reducción de calorías sin las molestias de la dieta.
Muchos de los entusiastas de esta teoría que han consumido apenas 1.800 calorías diarias durante un promedio de seis años (una dieta saludable en occidente es de aproximadamente 2.700) muestran claros signos de retardo en el envejecimiento corporal. No es que el sólo acto de comer menos calorías haga más lento el metabolsimo, ni tampoco las ventajas provienen de ser más delgado, ya que el ejercicio intenso para quemar calorías tampoco produce los mismos resultados. Más bien parece que la restricción en el consumo de calorías desencadena reacciones en el mecanismo de defensas naturales para estimular las probabilidades de sobrevivencia durante períodos de escasez de alimentos. Como muchas de estas respuestas están cordinadas por un conjunto de genes llamados sirtuinos, existe la posibilidad de que las drogas puedan emplearse para desencadenar esta misma reacción directamente, sin la dieta.
Los componentes químicos que afectan la actividad de las sirtuinas se han encontrado en plantas y una, resveratrol, logra extender la vida de los animales usados en pruebas de laboratorio. En un tipo de peces la esperanza de vida aumentó un 60%. A los seres humanos les parecerá interesante saber que el resveratrol se encuentra en forma natural en el vino tinto.
Los esfuerzos destinados a crear drogas destinadas a las sirtuinas y las pruebas clínicas de seguridad ya están en curso, pero las compañías involucradas tienen como objetivo activar los “genes para la salud” y no para extender la vida en sí. Esto último es simplemente demasiado controversial.
Lo mismo ocurre con otras drogas que pueden mejorar las condiciones físicas de la vida humana. Un ejemplo interesante es el modafinil. Creado inicialmente para el tratamiento contra la narcolepsia y los problemas del sueño, ha sido un éxito en la gente sana que desea aumentar su concentración y dormir menos. Quienes han consumido modafinil han mejorado ostensiblemente la capacidad para resolver tests de planificación, como la prueba “Torre de Londres” donde se deben mover discos de colores de un patrón a otro usando la menor cantidad de pasos posibles. En el mundo entero ya se encuentran en estudio más de 40 drogas de mejoramiento cognitivo.
Muchas otras drogas en estudio logran mejorar o alterar de algún modo la memoria. En el cerebro, los recuerdos se codifican en patrones de enlace entre las células nerviosas los cuales se presentan en dos etapas: la primera es cuando la potencia de las señales entre las células se mejora temporalmente, y la segunda cuando la memoria se consolida a través de la síntesis de nuevas proteínas. Las drogas Ampakine están pensadas para actuar en a la primera etapa, estimulando la comunicación excitatoria entre las células nerviosas, como también estimulando el crecimiento del cerebro. Los resultados son alentadores, al menos para ratas de laboratorio. Recientemente los científicos han descubierto que la droga retrasa el reloj para uno de los signos principales que indican el deterioro en las funciones de la memoria.
Otra droga, propranolol, tiene la capacidad opuesta ya que logra debilitar los recuerdos traumáticos. Los recuerdos se graban con notoria intensidad en situaciones traumáticas como guerras, accidentes de tráfico y violaciones. Estos recuerdos pueden volver como parte dolorosa en el marco de los desórdenes de estrés postraumático. El propranolol bloquea el impacto de las hormonas de estrés en la formación de la memoria y, si se consume inmediatamente después de un episodio traumático, disminuye la intensidad del recuerdo.
Más sorprendente aún es una nueva droga llamada ZIP (zeta inhibitor peptide, peptida inhibidor zeta) la cual hace que las ratas olviden todo lo que han aprendido recientemente, sin afectar sus habilidades de aprendizaje. ZIP aún no se ha probado en seres humanos pero tiene la capacidad de borrar todos los recuerdos recientes.
Los transhumanistas ha sido sagaces para debatir hacia dónde van dirigidas todas estas drogas: no sólo pueden reducir los desórdenes de estrés, sino que además pueden eliminar los sentimientos de culpa al borrar los recuerdos de malas acciones realizadas, o mitigar el dolor de perder un ser querido. Estas posibilidades ponen de relieve los problemas que enfrentamos cuando jugamos con la naturaleza humana. Es cierto que podemos convertirnos en seres más eficientes, pero sin los sentimientos de quienes nos rodean.
El tema nos enfrenta a un debate aún sin resolver en el transhumanismo: saber si al elegir “mejorarnos” como individuos, podemos decir que seguimos siendo la misma persona, y determinar si esto tiene importancia. Pero una cosa damos por cierta: sea cual sea el mal que suframos y para el cual desarollemos tratamientos con nuevas drogas, si además sirven para otorgarnos una ventaja competitiva, o prolongar la existencia, habrá gente que las consumirá.
chileliberal@gmail.com
ver original Towards immortality (The Economist)
ver Opinión de Francis Fukuyama
ver opinión de Ratzinger sobre el uso de tecnologías