sábado, 14 de junio de 2008

Irlanda: No hay plan C

La Unión Europea se ha sumido en una crisis después del No de Irlanda al Tratado de Lisboa



El proyecto europeo es la empresa política más grandiosa que se ha llevado a cabo hasta hoy. Desde el pináculo de la cultura, Europa tocó fondo en el siglo XX con sus dos guerras mundiales, iniciada la segunda por lunáticos en Alemania e Italia. Los triunfadores fueron la democracia republicana francesa y la democracia parlamentaria británica (con ayuda no menor de EEUU) por sobre el nacional-socialismo. Años después de liberar a Alemania del fascismo y del marxismo, Europa aún no aprende bien la lección.

En un intento por federalizar la UE, se presentó al electorado un proyecto de Constitución Europea, que no fue ratificado por dos de sus miembros fundadores, Francia y Holanda. Se decidió entonces desechar la modalidad de plebiscitos a cambio de un acuerdo menos extenso y que necesitaba la ratificación no en referendos sino en votaciones en los parlamentos. Acá comienza el problema: la constitución irlandesa se vería modificada con el Tratado de Lisboa, y demandaba igualmente un plebiscito.

Se organizó el "trámite" y el nacionalismo terrorista del papista Sinn Fein y el marxismo del Socialist Workers Party apoyaron el No, en una campaña plagada de mentiras. A favor del Sí estaban el partido de gobierno, Fianna Fáil, y sus socios Progressive Democrats (único partido irlandés miembro de Liberal International, noten el uso de las voces "liberal" y "progressive"), el partido de Oposición Fine Gael, y toda la prensa escrita, incluidos los editores de The Economist. Los bajísimos niveles de participación demuestran la desinformación del electorado. El No, en cifras, ganó rotundamente. Pero la participación fue tan baja que este referendo puede considerarse una pérdida de tiempo con consecuencias brutales: Europa se ha sumido en una crisis política gracias a un país que sólo ha recibido ayuda y que constituye menos del 1% de la población.

La verdad del Tratado de Lisboa
Como decíamos, el famoso tratado es una versión reducida de la Constutición Europea. Pero no por ello menos complejo. Hay algo inherentemente estúpido en consultarle al electorado sobre temas de enorme dificultad. A pesar de los recursos tecnológicos de hoy, nadie supo exactamente qué estaba en juego "en Lisboa", pero todos sí saben que Irlanda es un país pequeño que se ha convertido en una nación própsera gracias a una base de impuestos muy inferior al resto de Europa. El impuesto a las utilidades de las empresas (corporate tax) es un mero 12,5%, la mitad de la media continental. Acá comienzan los problemas de mayor complejidad, y me sorprende que todavía estés leyendo este artículo: los irlandeses quieren mantener su economía como "de bajos impuestos". Incluso los sectores de izquierda así lo entienden. ¿La izquierda quiere bajos impuestos? Sí, así es. Pero hay más. Con justa razón, todos temen que Irlanda pierda peso en la nueva Federación Europea, y que desde algún pintoresco lugar del Contienente se comience a dictar que Irlanda suba impuestos, lo que causará la fuga de Microsoft, Intel, Google, y de todo el circuito tecnológico instalado en Irlanda. Por otro lado, también se teme que Europa comience a dictar cuotas para pesca y agricultura, o incluso peor, que países progresistas comiencen a promover sus políticas pro-aborto (prohibido en Irlanda) y pro-eutanasia. Lo anterior ha motivado a sectores rurales y católicos (ambos se combinan) a oponerse a Lisboa.

Mientras tanto, el miedo ante el terrorismo ha hecho perder la cabeza a varios políticos y vemos cómo en el Reino Unido se ha decidido detener hasta 42 días a sospechosos de terrorismo, sin presentar cargos. Esto va en contra del espíritu de la Magna Carta y constituye una afrenta al hábeas corpus, el pilar del derecho occidental y de las libertades individuales. Francia y muchos otros también temen al terrorismo. Irlanda sabe que aloja en sus fronteras a los terroristas del IRA, y con razón se ha visto inquieto al colaboracionista criminal y genocida Gerry Adams, quien será incapaz de manipular a los grandes burócratas del continente, y en la nueva Europa será simplemente catalogado como lo que es: un terrorista. Sinn Fein lideró la campaña del No, lo que explica por qué este blog estuvo a favor del Sí.

Irlanda se ha beneficiado de Europa y tiene la economía más pujante. Pero es un país muy pequeño con una tradición de neutralidad y exhibe ciertos resquemores ante la posible pérdida de sus beneficios. Lo deplorable del plebiscito fue la pésima campaña del establishment político. Pocas veces se ha visto a un gobierno y su oposición a favor de una misma política, y ambos fueron incapaces de llevar a cabo una campaña electoral. El propio ex Taoiseach (Primer Ministro), Bertie Ahern, renunció para así abrir el camino a un nuevo líder y no alienar al electorado, tal como ocurrió en Francia, donde la gente votó No a la Constitución simplemente para molestar al gobierno. Pero el actual Taoiseach, Brian Cowen, no supo llevar la campaña y su política europea puede ser catalogada como un absoluto desastre.

Lo que nos lleva al tema de fondo. ¿Por qué se quiso hacer pasar la "Constitución Europea" por la puerta trasera, mediante el Tratado de Lisboa? ¿Qué habría ocurrido si no fuese por el "trámite" irlandés? ¿Están los eurócratas tratando de concebir su proyecto a espaldas de los ciudadanos europeos? ¿Acaso no era la superación del fascismo y la promoción de la democracia la esencia del proyecto europeo?

La respuesta de este blog es simple: estos temas son de complejidad tan grande que son mejor abordados por los políticos y especialistas. Por eso era buena la idea del Tratado de Lisboa, y es inconveniente preguntarle a cada uno qué piensa sobre cuestiones de derecho constitucional. El gran problema de los eurócratas es que no supieron plantear los temas al electorado, ni menos aún explicarlos en términos legibles, y menos aún supieron organizar campañas decentes. La euroignorancia es un fenónemo que merece máxima atención. Franceses y holandeses votaron No a la Constitución pero en realidad votaron contra sus propios gobiernos. Europa se merece más, y puede más.

La crisis actual debe servir para hacer un soul searching para retomar el camino. Después del fracaso de la Constitución Europea el plan B era Lisoba. No hay plan C. Irlanda dijo No, y hasta acá llegamos. Algunos hablan de expulsar a Irlanda de la Unión. Pero se acataron las reglas, se adhirió al estado de derecho y el pueblo dijo No. Vale la pena citarle a los europeos una frase del libertador sudamericano Simón Bolívar: El pueblo debe ser obedecido hasta cuando yerra.


Los dejo con dos acompañamientos. El primero, una escena conmovedora de la película Casablanca. Mientras los nazis cantan sus estúpidas canciones, el resto se pone de pie y canta La Marsellesa. El segundo, el Himno a la alegría, designado como el himno de Europa.


Casablanca - escena de la Marsellesa





Himno de Europa


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