jueves, 18 de septiembre de 2008

Homenaje a nuestro ejército, en el día de sus glorias

Parada Militar de 1910 (ver fuente)



En el artículo Parada miltar, tradición que comenzó en 1832 pueden leer una síntesis de la revista militar que se celebra en el Parque O'Higgins cada año. Ya en aquellos años, en 1832, bajo la supervisión del severo Diego Portales, la multitud vitoreaba eufórica a nuestras fuerzas armadas.

Mucho le debemos al ejército, y mucho lo necesitamos. Nuestra democracia y nuestra tradición republicana necesita de hombres y mujeres instruidos en los valores universales de la libertad para que se desempeñen como profesionales en el empleo de armas. Éstas, por su propia naturaleza, deben ser manejadas por una milicia profesional sometida al poder político. Ellos mismos, los miembros de las fuerzas armadas, son miembros de la comunidad y por eso es que los respetamos, y son vitoreados porque la propia comunidad civil sabe que la democracia necesita estar resguardecida.

Por demasiado tiempo la sombra del desaparecido Augusto Pinochet ha eclipsado a nuestro ejército republicano y democrático. Pinochet no es el Ejército de Chile, ni encarnó al ejército. Un día, el joven cadete Pinochet se unió al ejército para servir al país. Acabó él mismo sirviéndose del ejército, usando la comandancia en jefe (y luego el senado) para escabullirse de la justicia. Pinochet dio órdenes a sus subordinados de matar a sus propios compatriotas, que eran sus amigos y vecinos, y el ex general procuró quedar impune luego de los desgraciados hechos. Chile Liberal se propone rescatar a la institución castrense del desprestigio y saludar a las nuevas generaciones de cadetes y dragoneantes, quienes no quieren saber de Pinochet, ni de asesinatos a civiles, ni de oscuros casos de violaciones a los Derechos Humanos, sino que desean unirse al ejército por una cuestión de vocación. También es momento de llamar de una buena vez a eliminar por completo la conscripción obligatoria y empezar a pensar, incluso, en privatizar el ejército.

Pero eso es a futuro. Por ahora, nuestro país se merece una institución armada profesional y leal a los valores patrios, como siempre fue, y dejar de lado la innecesaria asociación con el único comandante en jefe del ejército que ha ocupado el cargo ¡por 25 años!, algo completamente anómalo.

Las personas pasan, las instituciones quedan. Es hora de normalizar las funciones del ejército.

Como homenaje a las Fuerzas Armadas, los dejo con un himno que trae a la mente las despertadas tóxicas el 19 de septiembre, con una resaca monumental, tratando de recuperarse mientras los milicos desfilan en la tele. Se llama Adiós al Séptimo de Línea, basado en la novela homónima de Jorge Inostroza.

Un detalle: un regimiento de línea significa que es una fuerza de infantería jerarquizada y más profesionalizada que una guerrilla o una milicia.

Chile ganó la Guerra del Pacífico porque envió tropas profesionales, sometidas al poder político que estaba en manos de los liberales de entonces. Celebremos hoy que vivimos en paz, que los elementos odiosos han sido expulsados, y que el poder político actual, legítimamente elegido, mantiene relaciones estrechas con nuestras fuerzas armadas. Y celebremos además que la mayoría prefiere ver el tenis, esto significa que somos un país normal.





Ilustración: regreso del ejército chileno de la Guerra del Pacífico

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