jueves, 18 de junio de 2009

Baja tasa de fertilidad: el misterio develado

El artículo Belle Maman generó un debate intenso y reacciones varias no sólo en el blog, sino además mensajes enviados a nuestra casilla de correo. El motivo real por el que cae la tasa de fertilidad (o natalidad) es más simple de lo que pensamos, y lo explicaremos a continuación. Antes de entrar en materia, son necesarias algunas aclaraciones.

Primero, este sitio cultiva la crítica al establishment mediante la sátira, con artículos que en ocasiones parecen berrinches. No es mi idea caer bien y ya he dicho que el respeto no está garantizado. Mientras se otorgue la libertad de responder, en un ambiente auto-regulado (es decir sin censura, de hecho promovemos que todos digan lo que es les pare la raya), y más aún considerando que nadie está obligado a leer este sitio, me parece que no hay nada reprochable. (Aunque en una ocasión Google me negó el acceso a mi propio sitio por 3 días producto de críticas de algunos usuarios. Felizmente, no había ninguna trasgresión a ley alguna. Aparte de eso, los reclamos han sido pocos.)

Segundo, es cierto que la columnista en cuestión en El Mercurio, Karin Ebensperger, sí había abordado el tema de la natalidad ya en otra ocasión, pero con resultados igualmente decepcionantes proviniendo de una líder de opinión. Esto publicó El Mercurio bajo su rúbrica:

MUJER Y NATALIDAD: UN TEMA POLÍTICO CRUCIAL
31-08-2007

En el mundo globalizado los temas sociológicos y culturales ganan espacio. Uno de los más polémicos es la llamada ley de cuotas para favorecer la participación femenina en la política, no sólo en Chile. Y el otro, la baja natalidad, que en la mayoría de los países occidentales no alcanza a cubrir la tasa de reemplazo.

La discusión es antigua. John Stuart Mill ya en 1869 publicó The Subjection of Women (El sometimiento de las Mujeres) poniendo en duda la fundamentación jusnaturalista de los roles asignados a la mujer; propiciaba el concepto de la mujer responsable en vez de pasiva. Fue muy apoyado por el ejemplo de la enfermera Florence Nightingale que demostró la capacidad de la mujer masivamente. El escritor George Bernard Shaw se dedicó a destacar un nuevo tipo de mujer que desplazaría a la clásica heroína sentimental.


Pero el feminismo propiamente tal vino con el siglo 20 y las sufragistas, pro voto femenino. Mrs. Pankhurst y su hija Christabel fundaron en 1906 la Unión Femenina Social y Política. Y en el movimiento pro derechos civiles de EEUU, Betty Friedman tuvo una posición radical con “NOW”, Nacional Organisation of Women. Buscó superar lo que llamaba la barrera simbólica de una sociedad patriarcal que, decía, valoraba más lo masculino que lo femenino. En esa línea de deconstrucción de símbolos escribieron también los pensadores Michel Foucault y Jacques Derrida, todos cercanos al socialismo.


Conseguidas metas básicas de trato y voto, el tema se mantiene controvertido porque, como hay menos mujeres que hombres con dedicación completa al ámbito profesional y político, se pretende lograr la paridad vía discriminación positiva, lo que no enaltece a las mujeres ni permite que los mejores, sin distinción, lleguen a los cargos claves del país. Es muy delicado imponer por métodos legales o administrativos lo que se estima virtuoso.


Pero si hay un punto que el feminismo radical suele descuidar es el rol fundamental e insustituible de las mujeres como madres. Hoy no hay nada más complicado para el mundo occidental que la baja natalidad y la necesidad de las mujeres de postergar la maternidad o eliminarla, para mantenerse vigentes igual que los hombres en la profesión.


Por eso, logrados los derechos básicos, la tendencia sociológica de las mujeres (y de los hombres) debiera ir hacia la diferenciación en vez de la igualdad. Es de interés de la sociedad toda que nazcan niños. Y que haya tiempo para quererlos. Permitir que la mujer pueda trabajar en forma diferente, flexible, sin abandonar su fin más propio, es la manera más civilizada, respetuosa y elevada de resolver un tema que no es económico sino profundamente filosófico, pues apunta a la clase de sociedad que se quiere construir.

Ya vimos, con nuestra acertada cita a Mill (ver), que no hay en realidad ninguna diferencia entre hombres y mujeres. La supuesta "diferencia" tiene más bien que ver con estímulos artificiales inventados por la sociedad, y que si pudiésemos encontrar una sociedad exclusivamente de mujeres, o de mujeres no sometidas al hombre, recién podríamos saber a ciencia cierta cuáles son las diferencias. Que ellas son más tiernas, que nosotros más rudos, que ellas son esto y los hombres lo otro, son puras huevadas. Por lo mismo, la igualdad de género debe seguir siendo el eje de toda legislación, no para imponer igualdad mediante la ley, sino para garantizar que la igualdad de la mujer no sea vulnerada. No es la ley la que debe pretender imponer la igualdad, sino la ley debe corregir la desigualdad, porque el carácter igualitario de los géneros es una cuestión recién descubierta hace un siglo y aún existen resabios arcaicos que debemos rectificar.

¿Por qué cae la fertilidad en Europa del Sur entonces?
Como hemos ya notado, existe la conocida paradoja económica-demográfica, donde ya se ha notado el papel de la religión (traducción propia):
Las sociedades religiosas tienden a tener índices de natalidad más altos que las sociedades seculares, mientras que las naciones más prósperas y educadas tienden a avanzar hacia la secularización. [4] Esto puede explicar las excepciones de Israel y Arabia Saudita, los dos sobresalientes en el gráfico de fertilidad versus PGB pero cápita. En la prensa de EEUU se tiende a creer que esto mismo explica que aquel país sea una excepción a la tendencia global. El índice actual de fertilidad en EEUU es 2.09, nayor que en casi todas las otras naciones industrializadas.[5][6] En parte esto puede ser a causa de un porcentaje mayor de gente religiosa que en Europa en su conjunto.[7]

La función de la religión en el tamaño de las familias es algo complejo. Por ejemplo, los países católicos de Europa del Sur tradicionalmente han tenido una tasa de fertilidad mayor que los países protestantes del norte. Sin embargo, el crecimiento económico de
España, Italia, etc, ha venido acompañado de una brusca caída en la tasa de natalidad, a un nivel menor que en los países protestantes del norte. Esto sugiere que la paradoja económica-demográfica se observa con más fuerza en los países católicos, aunque la fertilidad católica empezó a decaer cuando se empezaron a aplicar las reformas del Concilio Vaticano II. Aún está por verse si la tasa de fertilidad entre los hispanos (principalmente católicos) de EEUU seguirá un patrón similar.

Es evidente que las otrora pobres españolas e italianas ya no emigran de sus países, España e Italia son países prósperos a los que la gente emigra, pero ya se terminó la emigración masiva desde ambos. Sus mujeres se han educado, han invertido años de esfuerzo y valioso tiempo para conseguir una profesión, por lo mismo, prefieren proseguir con su carrera y no tener hijos. Pero, ¿por qué esto no es tan marcado en Dinamarca, Finalndia o Noruega? Evidentemente, porque los países católicos son machistas, y se espera, como dice Karin Ebensperger, que la mujer pueda trabajar en forma diferente. ¿No es acaso el hombre también el que puede ir a recoger a los hijos al colegio, como ocurre en los países más avanzados? ¿No es acaso el hombr el que también tiene derecho a pre y pos natal para disfrutar de su bebé recién nacido? ¿O acaso los hombres somos unos Neanderthales sin sentimientos porque --por supuesto-- las que saben de sensibilidad son las mujeres? Por ley se han establecido los mismos derechos para mujeres y hombres en los países nórdicos, de modo que ambos, padre y madre, puedan cuidar a los hijos, ¡para así no castigar sólo a la mujer! Esto es respetar el principio de igualdad, y la ley debe garantizar dicho principio.

En los países del sur se insiste en que la mujer es la que está a cargo de los hijos. La mujer profesional necesariamente recurre a una empleada doméstica, al menos en Chile (donde la mano de obra es baratísima). Hace menos de un mes un amigo de un país protestante me decía que estaba saliendo temprano de la oficina para ir a buscar a su hijo, ya que su mujer tenía que hacer presentaciones y viajar por trabajo: es el padre también el que necesita de flexibilidad laboral.

Pero estas cosas son difíciles de entender. Las mujeres de países católicos viven en sociedades machistas, y esto explica la tasa de natalidad por los suelos. Un hijo implica muchísimo trabajo extra, el cual sólo es absorbido por la mujer. Tener más hijos significa aún más trabajo para la mujer, en casa aparte de la oficina. Una mujer que quiera tener muchos hijos sería suicida si quiere aún hacerse cargo de más trabajo (a no ser, insisto, que tenga una empleada). Esto es tan así y lo pueden ver perfectamente ilustrado en el siguiente gráfico (fuente: The Economist), donde queda en evidencia las horas de tiempo libre que tiene un hombre en comparación a una mujer en distintos países. No se sorprendan de ver a Italia al tope, donde los flojonazos italianos tienen hasta 80 minutos diarios de tiempo libre, en desmedro de sus parejas.

"A pesar de los cambios de actitud e incluso leyes para pomover la igualdad de género, las mujeres aún tienen más trabajo. Los hombres disfrutan de más tiempo libre que las mujeres en cada uno de los 18 países examinados por la OECD. Los italianos están mucho mejor que sus mujeres, flojeando por más de 80 minutos que las italianas, quienes aparentemente hacen la limpieza en el hogar. Otros países católicos recalcitrantes también exhiben enormes disparidades, e incluso en la igualitaria Noruega los hombres aprovechan de quedarse con 4 minutos de tiempo para sí mismos" (fuente: The Economist).


En Chile, las estadísticas al respecto son francamente un escándalo. Una mujer universitaria en Chile gana el 66% de lo que percibe un hombre por el mismo trabajo, situación que al menos se busca revertir con la ley 20.348 promulgada recientemente. Según el World Economic Forum, en el ranking de igualdad de género, Chile está en la posición 86 de entre 123 países: más igualitarios que Chile son Kenya, Bolivia y Tajikistán, entre otros. ¡Chucha!

Pero la raíz de todo el problema es, como decíamos, que la mujer no sólo gana menos que el hombre, sino que llega a casa exhausta y debe trabajar más. Si quiere tener hijos, aumenta el trabajo para ella, y Karin Ebensperger quiere hacer más flexible el trabajo para ella, ¿por qué el hombre no puede involucrarse? En el fondo, la explicación es simple: los hombres somos unos flojos de mierda.

A todo esto, llevo más de 25 minutos frente al computador. Veo a mi guacha con cara de furia... ¡cresta!, se me olvidó ir a sacar la basura. Ya, me tengo que ir, chao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

1ro en Chile no existe la cultura empresarial para flexibilizar las horas a los hombres, aunque no este haciendo ninguna huea como ahora. A mi me miran feo por salir a buscar a mi hija al jardín, a pesar que llego antes de la hora de entrada para compensar la media hora más que me tomo de almuerzo para este fin.
2do. Alto costo en educación. Mi padre que era un abogado mediocre, pudo pagarnos a todos los colegios más caro de Santiago. A mi me duele el alma pagar un colegio de 300 lucas.
3ro. Se tienen los hijos más planificados y a edades tardías. Yo recién a los 37 años fui papá. Mi hermano mayor se casó a los 23 y a los 26 ya tenía 2 hijos. Hoy que tiene 53 esta entero cagado y con 4 crios.
4to. Los hijos quitan libertad. Libertad para viajar, emprender, mandarse cambiar. Uno ya no piensa en uno mismo, si no en un nosotros y te quita esa libertad. Chao carrete. Un primo alemán de mi edad me comentaba que casi nadie de sus amigos tenian hijos por lo mismo, que se iban a perder las fiestas y los viajes y que no estaban dispuesto a hacer ese sacrificio.