Martín Lutero dio en el clavo |
El 31 de octubre de 1517 el teólogo Martín Lutero clavó en las puertas del Palacio de Wittgenberg sus famosas 95 Tesis y con ellas causó el mayor cisma de la iglesia romana. Lutero cuestionaba la venta de indulgencias, es decir, el pago de dinero a cambio del perdón de los pecados durante la confesión ante un cura, práctica repugnante cuyo objetivo final era reunir fondos para financiar la construcción del Vaticano. Mediante edictos imperiales Lutero y sus seguidores fueron condenados y obligados a retractarse. Debido sus protestas, particularmente cuando fue convocado a la Dieta de Worms, a estos reformistas se les llamó protestantes.
Considerados herejes, asesinados, perseguidos, exiliados, los protestantes comenzaron a imponer su doctrina. El odio entre ellos y los romanos ha visto su expresión más horrorosa en la Guerra de los Treinta Años, considerada la más cruenta de la historia de occidente, mucho más que la Primera Guerra Mundial o la Segunda. La guerra civil inglesa, las Guerras de Religión de Francia, la expulsión y exterminio de los Hugonotes, hasta el conflicto armado actual en Irlanda del Norte nos muestran hasta qué punto la fe es sinónimo de odio, violencia e intolerancia.
En Chile desde nuestra emancipación que las numerosas constituciones políticas han declarado a la religión romana como la única en el país y el derecho de patronato ha sido la triste constante. Cuando los gobiernos del siglo 19 alentaron la inmigración hacia Chile —conscientes de las gravísimas dificultades de nuestra república para poblar y ejercer soberanía sobre el territorio—, la iglesia romana hostigó a los colonos protestantes, particularmente los alemanes en el sur y los británicos en Valparaíso, por traer consigo la religión herética o, peor aún, el ateísmo.
En una espectacular vuelta de tablero, hoy la iglesia romana comprueba su inexorable decadencia mediante el desplome de las órdenes sacerdotales y la escasez de fieles; es flagrante su imagen de mafiosa, esclavista, colaboracionista y pedófila mientras ven con impotencia la irrupción de las iglesias protestantes y evangélicas.
Increíblemente, a pesar que en teoría desde 1925 se separaron iglesias de Estado, el gobierno de Michelle Bachelet impulsó, sin que nadie se lo pidiese, un día feriado llamado pomposamente Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, más conocido como Feriado Canuto, en vigor desde el año 2008.
¿Por qué transcurridos 83 años desde que el Presidente Alessandri instaurase la separación iglesias-Estado se insiste con obligar al país a exaltar cuestiones de índole religioso? Es un misterio. O quizás no. No es sólo estupidez, sino que primero, vagancia. En un país con extenuantes jornadas laborales —y espectacularmente improductivas—, cualquier feriado es aplaudido por el electorado bobo y así los políticos logran vítores fáciles de la chusma. Segundo, está claro que nuestros políticos, bastante brutitos, jamás han entendido en qué consiste el laicismo ni la separación iglesias-Estado. Para ellos meter las religiones es bonito, es como lindo, es moral, es simpaticón y choriflay. La ignorancia está a la orden del día.
En otra de las vueltas que da la vida, ahora la ex promotora del Feriado Canuto se apresta para volver a la presidencia. Y esta vez su plato fuerte es escribir una Nueva Constitución en la que —nos aseguran— se precisará el carácter laico de nuestra república.
De ser así, debe derogarse ipso facto el Feriado Canuto, y otros como el día de la Virgen Carmen, la Asunción de la Virgen, y el más absurdo de todos, la Inmaculada Concepción. Éste último, recién declarado dogma por el Papa romano Pío IX en 1854 mediante la bula Ineffabilis Deus, es completamente ajeno a cualquier tradición cultural como por ejemplo Navidad o Semana Santa, que tienen su origen en el zoroastrismo persa o el judaísmo respectivamente. Sus orígenes son ancestrales y su celebración más folclórico que religioso. Esos pueden mantenerse. Los otros, no.
Cuando escudriñamos el programa de Michelle Bachelet nos encontramos con algunos principios rectores de su futuro gobierno. Nos dice textualmente:
Asimismo, deberán suprimirse de la ley y de las reglamentaciones relativas a poderes del Estado toda referencia a juramentos, libros o símbolos de índole religiosa.
Si lo anterior es recogido en la Nueva Constitución, será urgente eliminar la celebración nacional del canutaje (500 millones de dólares nos cuesta la gracia). Si ellos quieren ese día acudir a sus templos, las leyes deben garantizar la libertad de culto y los canutos podrán pedir permiso laboral, siempre que esto no afecte la labor de los empleadores, después de todo, la religión no es un valor absoluto. Pero es inaceptable imponer símbolos, como un feriado, a todo el país.
Menos aún podrá aceptarse que el Presidente de una República genuinamente laica celebre este día en La Moneda, ni el día de la Virgen Carmen ni ningún otro. Así como tampoco un peso del erario público debe destinarse a reconstruir iglesias.
Esperamos que el comando de Michelle Bachelet así lo entienda y pronto empecemos a ver los resultados. Eliminar el Feriado Canuto será un primer gran paso.