El término pirata viene del griego πειρατης, que a su vez viene del verbo πειραω, que significa "esforzarse", "tratar de", "intentar la fortuna en las aventuras". Y la piratería es, en la práctica, tan antigua como la navegación misma, en que una embarcación privada o una estatal amotinada ataca a otra en aguas internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado con un propósito personal para robar su carga, exigir rescate por los pasajeros y muchas veces apoderarse de la nave misma. En nuestros tiempos, la piratería es un término utilizado en relación a la copia de obras literarias, musicales, audiovisuales o de software efectuada sin el consentimiento del titular de los derechos de autor, aplicándose también a la venta ilícita de material reproducido ilegalmente. Estos actos se comenzaron a denominar piratería como metáfora del robo de la propiedad del otro, acto que realiza un pirata en el mar. La forma en que debe tratar la ley la realización de estas copias no autorizadas es un tema que genera polémica en muchos países del mundo.
¿Que está en conflicto con la piratería?. Son dos derechos: propiedad del autor y acceso del público.
Imaginémonos una isla con solo dos habitantes: un pescador y un cantor. El pescador, pesca para su consumo, y el excedente lo destina para que el cantor lo divierta con especiales melodías. De esa manera el cantor se puede alimentar intercambiando alimentos por su canto.
Pero, ¿qué pasa si se inventa el grabador?. El pescador graba entonces las canciones del cantor y ya no necesita pagarle nuevamente para entretenerse. ¡Se apropia de las canciones y las escucha cuando quiere!
El resultado es que el cantor se puede morir de hambre y la sociedad ver reducida su calidad de vida al no tener entretención. ¡ Algo debe cambiar ¡
Probablemente, la situación se pueda perfeccionar entre ambos, pero ¿qué pasaría si aparece un tercer participante: el que graba e intercambia dicha grabación con el pescador?. Va a estar en su interés seguir vendiendo grabaciones a todo evento, dado que de eso vive.
El tema de la piratería es complejo, y requiere una visión amplia de acuerdo a nuestros tiempos. Por ejemplo, los sistemas contra las copias de las canciones están en el centro del debate y a continuación transcribimos dos artículos (uno de ellos de Steve Jobs) de modo de formarse una opinión responsable.
Editores Chile Liberal
¿Desaparecerán los sistemas contra la copia de canciones?
Noruega, Holanda, Francia, Alemania... media Europa está viviendo un movimiento contra los sistemas de protección de derechos de las canciones, los DRM. Incluso la Fnac francesa vende parte de su catálogo sin protección.
ÁNGEL JIMÉNEZ DE LUIS
Desde su lanzamiento en 2001 los usuarios de iTunes han descargado más de 2.000 millones de canciones. Es el servicio de música on line de mayor éxito en la red, el único que parece haber puesto de acuerdo a discográficas y consumidores sobre la venta legal de música. Hay tiendas que compiten a precios similares, pero iTunes mantiene su record: nueve de cada 10 canciones que se venden en internet salen de sus servidores.
Como negocio funciona, pero no todo el mundo está contento con el estilo de hacer negocios de Apple. Esta semana, un grupo de consumidores holandeses presentó una demanda contra la compañía por lo que considera una práctica abusiva e ilegal. «La gente que compra la música en iTunes no debería estar atada de por vida a un iPod. Apple debe abandonar esta limitación en su servicio», aseguró Ewald van Kouwen, portavoz del grupo. Los compradores de la tienda iTunes pueden escuchar las canciones que compran en otros reproductores, pero realizando un trabajoso proceso que consiste en grabar un CD de audio con las canciones adquiridas y transferirlo al ordenador en un formato sin protección, como el MP3, para después llevarlo al reproductor.
Lo que busca van Kouwen es que Apple modifique su sistema de DRM, el código asociado a las canciones que protege los derechos de autor y que por ahora sólo el iPod es capaz de descifrar.
Este tipo de códigos se ha generalizado desde el despegue de la música digital para impedir que los usuarios transfieran y copien sus canciones con la facilidad que ofrece el mundo de la red. Algunas compañías han intentado incluir sistemas de protección también en los CD para evitar que los usuarios transfieran las canciones al ordenador, pero todos han sido rápidamente descifrados o declarados injustos para el consumidor por los tribunales. Van Kouwen no está solo. En junio, asociaciones de consumidores de Noruega, Suecia y Dinamarca presentaron quejas similares contra la iTunes.
Una de ellas ha prosperado. El pasado lunes 22, el defensor del pueblo noruego dio un ultimátum a la compañía. Apple podría enfrentarse a acciones legales a partir del 30 de noviembre. En Francia se aprobó en agosto una ley que permitiría al Gobierno galo forzar a la compañía a abrir su sistema de protección de derechos de autor y Alemania ya estudia plantear acciones similares.
Si las demandas prosperasen podrían pasar años antes de que hubiera una resolución firme e incluso algunos consultores creen que a Apple podría serle rentable retirar su tienda de algunos mercados antes que abrir su sistema de protección de derechos.
El tándem iPod / iTunes ha cambiado el sentimiento europeo hacia los DRM. Incluso las industrias discográficas y las tiendas empiezan a plantearse otras formas de comercialización de canciones en la red. Apple disfruta de una posición dominante en la venta de canciones, y su iPod, el más deseado del mercado, sólo reproduce las canciones protegidas por el sistema de iTunes o las que no incluyen ninguna protección de derechos. Para seducir a los poseedores de iPod las discográficas tienen que plegarse a las condiciones de la manzana o vender sus canciones sin protección. Hasta ahora habían optado por la primera opción, pero la situación podría cambiar si la iniciativa de Fnac en Francia es exitosa. Esta tienda, que vendía canciones protegidas por el sistema de Microsoft, compatible con varios reproductores MP3, empezará a vender parte de su catálogo sin protección.
La situación para las discográficas es delicada porque, aunque las ventas a través de la red han subido en los últimos años, su crecimiento no compensa la fuerte bajada en las ventas de CD. El pasado año las ventas de música digital crecieron un 89% pero a pesar del tirón, en especial el de los tonos para el móvil, entra menos dinero en las arcas de la industria musical. La consultora Ovum cree que un abandono de los sistemas DRM podría abrir el mercado a nuevos consumidores y ampliar las ventas, aunque es necesario que los gigantes de la música confíen en la buena voluntad y honradez de los consumidores.
Reflexiones sobre música
POR STEVE JOBS
Ante el impresionante éxito mundial del reproductor de música de Apple, el iPod, y de la tienda de música en línea iTunes, hay quienes han reclamado que Apple "abra" el sistema de DRM ('digital rights management', o gestión de derechos digitales) que emplea para proteger la música [almacenada en iTunes] contra el robo, de modo que la música que se adquiera en iTunes pueda reproducirse en aparatos comprados a otras empresas y que la música protegida adquirida en otras tiendas de música en línea pueda reproducirse en los iPod. Examinemos la situación actual y la forma en que hemos llegado hasta aquí y estudiemos cuidadosamente a continuación tres alternativas para el futuro.
Para empezar, conviene recordar que todos los iPod reproducen música no protegida por algún sistema de DRM y codificada en formatos "abiertos" autorizados como, por ejemplo, MP3 y AAC.
Los usuarios de iPod pueden conseguir la música que les gusta, y de hecho lo hacen, de una multiplicidad de fuentes, entre ellas, los discos compactos de su propiedad. La música de los discos compactos puede importarse con toda facilidad al programa de almacenamiento de discos de iTunes, que se puede descargar gratuitamente y que funciona tanto en Mac como en PC con sistema Windows, y queda automáticamente codificada como formatos AAC o MP3 abiertos sin necesidad de ningún tipo de DRM. Esta música puede reproducirse en los iPod o en cualquier otro reproductor de música capaz de reproducir estos formatos abiertos.
El problema se presenta con la música que Apple vende en su iTunes Store [Tienda iTunes] en línea. Puesto que Apple no es la propietaria de la música ni tiene ningún control sobre ella, se ve en la obligación de obtener los derechos de distribución de la música de terceros, fundamentalmente de las "cuatro grandes" empresas del mundo de la música, Universal, Sony BMG, Warner y EMI. Estas cuatro compañías controlan la distribución de más del 70 por ciento de la música de todo el mundo. Cuando Apple se puso en contacto con estas empresas para obtener permiso para distribuir su música legalmente a través de ‘internet’, todas ellas se mostraron extremadamente cautelosas y exigieron que Apple protegiera su música frente a la posibilidad de que se copiara ilegalmente. La solución consistió en crear un sistema de DRM, que vehicula cada canción que se compra en la tienda iTunes dentro de un programa informático especial y secreto, al objeto de que no pueda ser reproducida en aparatos no autorizados.
Apple tuvo la habilidad de negociar unos derechos de utilización sin precedentes, que permiten que los usuarios reproduzcan la música así protegida con su sistema de DRM en un total de hasta cinco ordenadores y en un número ilimitado de iPod. Conseguir esos derechos de las empresas de música fue en su momento un logro sin precedentes e incluso a día de hoy es algo que no tiene parangón en casi ningún otro servicio de música digital. En cualquier caso, una de las estipulaciones clave de nuestros compromisos con las empresas de música es que, si nuestro sistema de DRM llega a ser quebrantado y la música de estas compañías pasa a ser reproducible en aparatos no autorizados, nosotros disponemos de un número muy reducido de semanas para resolver el problema o, en caso contrario, las empresas estarán facultadas para retirar su catálogo musical al completo de nuestra tienda iTunes.
Para impedir las copias ilegales, los sistemas de DRM tienen que reservar exclusivamente a los aparatos autorizados la reproducción de la música protegida. Si se coloca en ‘internet’ una copia de una canción protegida por un DRM, ha de impedirse que esa copia se pueda reproducir en el ordenador de quien se la descargue o en un aparato portátil de reproducción de música. Para conseguirlo, un sistema de DRM emplea claves secretas. No hay ninguna teoría sobre protección de contenidos que no sea la de mantener un secreto. En otras palabras, incluso en el caso de que se utilicen los recursos criptográficos más avanzados para proteger el contenido musical, lo que en cualquier caso ha de hacerse es "ocultar" las claves que darían acceso a la música en el ordenador de un usuario o en un reproductor portátil de música. Nadie ha sacado jamás un sistema de DRM que no dependa de ese tipo de claves secretas para su funcionamiento.
El problema radica, por supuesto, en que en el mundo hay muchas personas de una gran inteligencia, y algunas de ellas, con mucho tiempo disponible, a las que les encanta reventar este tipo de secretos y hacer pública la fórmula para que cualquiera pueda hacerse con música gratis (y robada). No es infrecuente que personas de ésas tengan éxito en sus propósitos, por lo que cualquier empresa que pretenda proteger sus contenidos mediante la aplicación de un DRM se ve obligada a actualizar el sistema con bastante frecuencia, mediante la aplicación de códigos secretos nuevos y más difíciles de desentrañar. Es un juego como el del gato y el ratón. El sistema de DRM de Apple se llama FairPlay [Juego limpio]. Aunque hemos registrado algunas violaciones del FairPlay, hemos sido capaces de resolverlas a tiempo mediante la actualización del programa informático de la tienda iTunes, del programa informático de almacenamiento de iTunes y del programa informático de los propios iPods. Hasta ahora, hemos cumplido los compromisos que contrajismos con las empresas de música en orden a proteger su música y hemos puesto a disposición de los usuarios los derechos de reproducción más generosos que se pueden encontrar en el sector para la reproducción de música descargada legalmente.
Con tales antecedentes, examinemos ahora tres alternativas diferentes de cara al futuro.
La primera alternativa consiste en continuar en la misma dirección que hasta ahora, en la que cada fabricante compite libremente con sus sistemas propios e integrales, ‘de arriba a abajo’, para la venta, reproducción y protección de música. Se trata de un mercado extraordinariamente competitivo, con empresas muy importantes a escala mundial que realizan enormes inversiones para desarrollar nuevos reproductores de música y tiendas de música en línea. Apple, Microsoft y Sony compiten con sistemas propios. La música que se compre en la tienda Zune de Microsoft no podrá reproducirse más que en reproductores Zune; la música que se compre en la tienda Connect de Sony no podrá reproducirse más que en reproductores Sony y la música que se compre en la tienda iTunes de Apple sólo podrá reproducirse en los iPod. Este es el estado actual de las cosas en el sector y los clientes están bien servidos gracias a la continua aparición de productos innovadores y a una amplísima variedad de opciones.
No faltan quienes han argumentado que, una vez que un consumidor compra una pieza musical de una de las tiendas de música de una marca determinada, está ya condenado para siempre a utilizar de manera exclusiva los reproductores de música de dicha empresa o también que, si compran un reproductor determinado, están condenados a comprar música exclusivamente de la tienda de música de esa empresa. ¿Es eso cierto? Examinemos a fondo los datos de los iPod y de la tienda iTunes, que son los productos más populares del sector y de los que disponemos de datos más exactos.
Hasta finales del 2006, los clientes habían comprado un total de 90 millones de reproductores 90 iPod y dos mil millones de canciones de la tienda iTunes. Por término medio, estas cifras vienen a representar 22 canciones adquiridas en la tienda iTunes por cada iPod vendido a lo largo de su existencia.
El más vendido de los iPod en la actualidad es capaz de almacenar mil canciones, pero las investigaciones sobre su uso nos revelan que, por término medio, todo iPod está prácticamente lleno. Eso significa que sólo 22 de cada mil canciones, es decir, por debajo del tres por ciento de la música almacenada por término medio en cada iPod, se han comprado en la tienda iTunes y están protegidas por un sistema de DRM. El 97 por ciento restante de la música no goza de ninguna protección y puede reproducirse en cualquier reproductor capaz de reproducir formatos abiertos. Se hace difícil creer que sólo un tres por ciento de la música que almacena por término medio cada iPod sea suficiente para obligar a los usuarios a comprar exclusivamente reproductores iPods en el futuro. Por otra parte, como el 97 por ciento de la música que hay por término medio en un iPod no se ha comprado en la tienda iTunes, está claro que los usuarios de iPod no están encadenados a la tienda iTunes a la hora de adquirir su música.
La segunda alternativa es que, mediante los correspondientes acuerdos, Apple ceda la tecnología de DRM, el sistema FairPlay, a otros competidores, actuales y futuros, con el objetivo de conseguir la compatibilidad de funcionamiento entre los reproductores y las tiendas de música de otras empresas.
A primera vista, parece que se trata de una buena idea, puesto que por está vía se ofrecerían a los clientes mayores posibilidades de elección, ahora y en el futuro. Además, Apple podría obtener beneficios de esta fórmula con sólo cargar una pequeña cantidad en cada canción por la cesión de su sistema FairPlay de DRM. Sin embargo, cuando la cosa se examina un poco más a fondo, empiezan a surgir los problemas. El más delicado es que la cesión de un sistema de DRM implica la revelación de algunos de sus secretos a gran número de personas en un gran número de empresas y la historia nos enseña que entonces resulta inevitable que se filtren los datos secretos.
Internet ha hecho que esas fugas de información resulten mucho más dañinas, puesto que una sola filtración puede expandirse por todo el mundo en menos de un minuto. Las fugas de información pueden dar como resultado que en un tiempo mínimo estén disponibles para su descarga gratuita en ‘internet’ programas informáticos que inutilizarían la protección de un sistema de DRM, de manera que canciones que estuvieran protegidas anteriormente podrían ser reproducidas en reproductores no autorizados.
Un problema no menos grave es el reparar en el menor tiempo posible los daños causados por una fuga de información de esas características. Para que la reparación culminara de manera satisfactoria, probablemente habría que retocar el programa informático de la tienda de música, el programa informático de almacenamiento de música y el programa informático de los reproductores con nuevas claves secretas y a continuación hacer llegar este programa informático actualizado a las decenas (o centenares) de millones de Mac, PC con sistema Windows y reproductores que están actualmente en manos de los usuarios. El proceso debería completarse a la mayor rapidez posible y con una coordinación extraordinaria. Una tarea de esta naturaleza resulta ya enormemente difícil en el caso de que no sea más que una empresa la que controle todas las piezas, pero resulta prácticamente imposible si son muchas las empresas que controlan piezas diferentes del rompecabezas y si todas ellas deben ponerse en funcionamiento de manera inmediata y concertada para reparar el daño producido por una filtración.
Apple ha llegado a la conclusión de que, si cede FairPlay a terceros, no está en condiciones de garantizar que el sistema proteja la música cuya distribución le ha sido autorizada por las cuatro grandes compañías de música. Quizás sea esta misma conclusión la que ha impulsado la reciente decisión de Microsoft de desplazar su empeño en la adopción de un modelo "abierto" de cesión de su DRM a terceros al ofrecimiento de un modelo "cerrado" de tienda propia de música, herramienta informática propia de almacenamiento y reproductores propios.
La tercera alternativa consiste en eliminar por completo los sistemas de DRM. Imaginemos un mundo en el que todas las tiendas en línea venden música sin protección de DRM, codificada en formatos abiertos. En un mundo así, cualquier reproductor podría reproducir música adquirida en cualquier tienda y cualquier tienda podría vender música reproducible en cualquier reproductor. No cabe ninguna duda de que ésta es la alternativa más atractiva para los consumidores y Apple se sumaría a ella sin pensárselo dos veces. Si las cuatro grandes empresas de música cedieran su música a Apple sin la exigencia de que la difunda protegida por un DRM, pasaríamos inmediatamente a vender en nuestra tienda iTunes sólo música libre de sistemas de protección. Todos los iPod fabricados hasta ahora reproducirían esta música libre de DRM.
¿Cuáles podrían ser las razones de que las cuatro grandes compañías musicales llegaran con Apple y con otras empresas al acuerdo de distribuir su música sin sistemas de DRM que la protegieran? La respuesta más simple es porque los sistemas de DRM no han sido plenamente eficaces, y es posible que no lo sean nunca, para atajar la piratería de música. Aunque las cuatro grandes compañías musicales exigen que toda la música suya que se venda en línea esté protegida por sistemas de DRM, esas mismas empresas de música siguen vendiendo cada año miles de millones de discos compactos que contienen música sin ningún tipo de protección. ¡Efectivamente! Nunca se ha desarrollado ningún sistema de DRM para los discos compactos, por lo que toda la música que se distribuye en discos compactos puede cargarse en ‘internet’ con toda facilidad y, posteriormente (e ilegalmente), descargarse en el ordenador y reproducirla en ordenador o en cualquier otro reproductor.
En el año 2006, en el mundo se vendieron desde las tiendas en línea menos de dos mil millones de canciones protegidas con algún sistema de protección DRM, mientras que se vendieron más de veinte mil millones de canciones completamente al margen de cualquier sistema de DRM en discos compactos sin protección alguna, y eso, las propias compañías de música. Las empresas de música son las que venden la inmensa mayoría de su música libre de cualquier sistema de protección DRM y no dan ninguna muestra de que vayan a modificar su manera de actuar, puesto que la inmensa mayoría de sus ingresos dependen de vender discos compactos que hay que reproducir en reproductores de discos compactos que no incorporan ningún sistema de DRM.
Así pues, si las empresas de música venden más del 90 por ciento de su música sin ningún sistema de DRM, ¿qué beneficios sacan de vender ese pequeño porcentaje que queda de su música protegida por un sistema de DRM? Parece que ninguno. En todo caso, los conocimientos técnicos y los gastos generales necesarios para desarrollar, hacer funcionar y actualizar un sistema de DRM han limitado el número de agentes que venden música protegida por algún sistema de DRM. Si desaparecieran estos condicionamientos, el mundo de la música podría experimentar un flujo de nuevas empresas dispuestas a invertir en más tiendas y más reproductores innovadores, lo cual no puede contemplarse por las empresas de música sino como un fenómeno de carácter positivo.
Una parte muy considerable de la preocupación en torno a los sistemas de DRM ha surgido en los países europeos. Quienes no estén contentos con la situación actual deberían reconducir quizás sus esfuerzos a convencer a las compañías de música de que vendan su música sin ningún sistema de DRM. Ya que hablamos de los europeos, dos y media de las cuatro grandes empresas de música están en su territorio. La mayor, Universal, es propiedad al cien por ciento de Vivendi, una empresa francesa. EMI es una empresa británica, mientras que Sony BMG es propiedad al cincuenta por ciento de Bertelsmann, una empresa alemana. Convencerles de que cedan su música a Apple y a otras empresas sin sistemas de DRM dará lugar a la creación de un mercado de música auténticamente compatible. Apple se sumará a esa situación de manera incondicional.