sábado, 13 de septiembre de 2008

Laicismo positivo, un despiste de Sarkozy

"Yo habría sido un buen Papa" - Richard Nixon

Francia es el país más ferozmente anti-católico que existe, de hecho, es la cuna del laicismo. La relación entre la iglesia de Roma y Francia ha sido tensa y se ha escrito con sangre porque la intolerancia católica no deja alternativa al diálogo, a diferencia de países como Noruega o el Reino Unido, donde sin separación formal entre iglesias y Estado, ambas entidades se respetan y actúan en esferas separadas. En Francia, país orgullosamente heredero de la Razón y la tierra que inventó a les philospohes, se le hizo un rayado de cancha por escrito a la Iglesia, en 1905.

"Les traje un souvenir del Vatican Gift Shop"

El actual presidente de la república francesa, el conservador Nicolás Sarkozy, ha provocado no pocas críticas al acuñar el término "laicidad positiva". Las siguientes son algunas reacciones de la oposición francesa (ver fuente):

"No existe un laicismo positivo o negativo, abierto o cerrado, tolerante o intolerante. Existe el laicismo. Es un principio republicano."
François Hollande, Partido Socialista

"Me opongo a mezclar los papeles del Estado y de la religión."
François Bayrou, MoDem (centro-liberal)

Es difícil saber qué pretende Sarko, un hombre divorciado dos veces, quien probablemente no emplee el sistema Billings con Carla, quien no se casó por la iglesia ni jamás asiste a misas por iniciativa propia. Ratzinger, desde luego, no tiene reproche, más bien alaba a Sarkozy. Ambos se entienden. La moralina oscurantista católica se aplica al bajo pueblo, no a los jefes de Estado, y en realidad el director de la iglesia de Roma está preocupado por promover su agenda en Francia, país donde la asistencia a misa se ha desplomado junto con las nuevas órdenes sacerdotales (terminar con el celibato sería más efectivo). Sólo los inmigrantes del Tercer Mundo (ver foto abajo) prolongan la innecesaria agonía del catolicismo francés y han impedido una pronta eutanasia.

Las raíces cristianas de Francia, en Lourdes


Pero si monsieur le président Sarkozy buscaba fortalecer su rechazo al ingreso de Turquía a la UE (país que podría aportar mucha mano de obra barata), si quiere provocar a la poderosísima intelligentsia de su país, y si añora lucirse en la prensa internacional, logró su cometido. No lo vamos a felicitar porque nos produce espanto. Por su parte, Ratzinger ya comienza a hablar de laicidad positiva, y da las gracias al président. Todos felices. Quizás Carla escriba un tema al respecto.

Pero en Francia, un país donde existe libre acceso al aborto (incluso en caso de detección del Down), donde se reconocen las uniones civiles de homosexuales, que cuenta con una producción cultural y artística con envidiables niveles de libertad, y en general es una sociedad donde declararse ateo no llama la atención de nadie, quizás despistes como el de Sarkozy no pasen a mayores.

La presidenta de Chile, la atea confesa Michelle Bachelet, y quien sea su sucesor, deben preocuparse no de expresar nostalgia por el pasado crístico del país, sino que deben continuar poniendo en su lugar a toda agrupación que proclame verdades absolutas sin evidencia alguna, de otro modo, capitulamos ante el relativismo.

¿Hay alguien más relativista que aquel sujeto incapaz de explicar o demostrar racionalmente sus verdades absolutas?

Una sociedad sana
Fe es creer sin evidencia. La razón demanda evidencia y explicaciones, y sólo se cultiva en una mente escéptica. Fe y razón no se complementan, son opuestas. Ser racional es ser escéptico. Una persona de fe se regocija al creer sin ver. ¿Pueden convivir fe y razón en una misma sociedad? La respuesta es sí, pero manteniendo a cada cual en su lugar. Esta es la esencia de la laïcité.

Si queremos superar de una buena vez el oscurantismo medieval, que sólo nos enseñó hechizos, brujerías y apariciones virginales, es hora de que construyamos una sociedad sobre los cimientos de la razón y la laïcité.

La religiosidad desbocada es letal, incluso para ella misma, y la sociedad civil y laica debe encargarse de ponerle un preservativo para que no traspase su oscurantismo e influencia indebida a instituciones de una república, como un Tribunal Constitucional por ejemplo.


Imágenes: AP

3 comentarios:

Flo dijo...

El candidato Piñera nos llevará de vuelta al Estado Católico, porque como buen hombre público (no quiero decir estadista porque no se lo ha merecido), tiene que quedar bien con quienes la llevan en este país, que se golpean el pecho todos los domingos...
Igualito nomás a Sarkozy, que le encuentra el lado amable a todo con tal de seguir siendo popular.

Chile Liberal dijo...

Ahora Ratzinger condena a los divorciados vueltos a casar. La solución es que a todos quienes se prestan a ese show llamado "matrimonio por la iglesia", que simplemente se les prohíba el divorcio. Verán cómo se desploman los matrimonios por la iglesia.

En Francia los matrimonios se celebran con la novia vestida de blanco y quien oficia la ceremonia lleva una banda tricolor, tal como la presidenta Bachelet, salvo que es una oficial del Estado quien casa a la gente. Sin curas. A no ser que un católico realmente practicante quiera casarse.

En el artículo de EMOL se nos recuerda el caso de Letizia, por supuesto, ya he dicho que cuando se trata de la realeza, ahí la iglesia de Roma se olvida de todos sus principios eternos (tal como la señora Teresa Calcuta, líder de la campaña para prohibir el divorcio en Irlanda, quien luego enviase sus mejores deseos a Lady Di después de su divorcio). En realidad el problema es que los católicos exaltados existen gracias a la masa tibia, "católicos a su manera", que no se atreven o a ser parte de esa agrupación, o dejarla. Sería bueno que Ratzinger empezase a echar gente de sus iglesias, creo que le haría muy bien.

En cuanto a Sebastián Piñera, aún le doy el beneficio de la duda. Sin importar el aporte que traiga desde el mundo de los negocios, si durante la campaña no demuestra ninguna evolución ni diferencia con la derecha dura, desde luego que Chile Liberal no podrá brindarle apoyo.

Flo dijo...

Me parece bien lo que hace Ratzinger: muestra un poco de integridad. La verdad es que el pronunciar matrimonios "inválidos" es un tecnicismo bien poco digno por parte de la Iglesia, como para no perder del todo a ciertos feligreses. Si nos hundimos, que sea con las botas puestas, pues.
Me cargan los medias tintas que se proclaman católicos "a su manera". Erí o no erí. Tiqui tiqui ti.