Como verán, la gestión económica depende de la estabilidad política. La Concertación, a pesar de sus errores, ha cumplido en la primera más que en la segunda. No deja de ser alentadora la visión que nuestros hermanos y vecinos tienen de Chile.
Hay voces que ya se alzan a favor de una candidatura presidencial del ministro y profesor de Harvard. Entre ellos, se incluye Chile Liberal y amigos de este sitio.
Con la Concertación captando los principios de la economía de mercado, y con una asistencia social y gasto más bien moderados, además de una austera política fiscal, la Alianza queda en una incómoda posición ya que parece no tener mucho que aportar. Esperamos que el señor Piñera reaccione y proponga algo novedoso al electorado.
En un momento pareció que la sentencia "estamos blindados" de Velasco era una exageración. De hecho, es una exageración. No estamos blindados, pero nos preparamos lo mejor que pudimos para el vendaval. El ministro ha sido realista, disciplinado y pragmático, y ha enviado una señal de calma y confianza. Los políticos, en cambio, siguen de vacaciones. Mientras el paquete reactivador se lanzó en el momento oportuno, aún no se tramita la ley de subsidio a la contratación de jóvenes, entre otras urgentes medidas a corto plazo que el país necesita implantar.
Los jerarcas de la Concertación deben buscar una alternativa a la inaceptable repetida de plato de Frei Ruiz-Tagle, y presentar otro candidato a la alternativa concertacionista de José Antonio Gómez . ¿No es acaso Velasco una propuesta prometedora?
(Destacados de Chile Liberal)
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Las exportaciones de Chile dependen sobre todo del cobre, cuyo precio internacional cayó más que el de la soja. Sin embargo, su economía tiene mejor pronóstico que la nuestra. En su superávit estructural y el fondo anticíclico está la clave.
Por: Luis Rappoport (Economista, Autor de "Intolerancia y transgrsión")
Los chilenos no están en el mejor de los mundos: el 60% del total de sus exportaciones son productos minerales y, principalmente, cobre. El precio de este mineral cayó desde los 4 dólares la libra durante buena parte del año pasado hasta menos de 1,5 dólares en estos días. Para colmo venían acostumbrados a precios altos porque ese mineral no baja de los 2,5 dólares desde el 2006.
Se diría que están peor que nosotros ya que, mientras la soja cayó un 40% respecto del pico del 2008, el cobre cayó más del 60% y Chile tienen un comercio menos diversificado que el nuestro. Sin embargo Chile va a seguir creciendo este año y nosotros, con suerte, podremos esperar un decoroso estancamiento.
Claro, Chile no está endeudado, no tiene que pagar el 6% de su producto bruto a acreedores externos y no tiene una inflación como la nuestra; por otra parte, puede endeudarse en el mercado internacional hasta que pase el chubasco. En esas condiciones, los chilenos pueden hacer políticas anticíclicas, mientras nosotros no.
Pero hay algo más. Ese algo más es lo que "realmente" le permitió a Chile estar menos endeudado y responder a la crisis internacional mejor que nosotros. Los chilenos hace 8 años definieron un criterio fiscal: el del "superávit estructural".
Todas las cuentas presupuestarias las hacen sobre la base de considerar el crecimiento económico y el precio del cobre de largo plazo. Si el país crece por encima del nivel de largo plazo y si el cobre tiene un precio alocadamente alto, el aumento de los impuestos que esos fenómenos producen no se gasta. Se acumula en dólares en el exterior para que no generen inflación ni retraso cambiario.
Si, como ahora, baja el precio del cobre y, como es de esperar, el país crecerá por debajo de su nivel de largo plazo, se recaudará menos pero se podrá recurrir a lo ahorrado para que un gasto mayor atenúe la caída de la actividad.
Algo más: para definir lo que sería el crecimiento chileno y el precio del cobre en el largo plazo, se recurre a académicos independientes del poder político. De esa forma se evita la tentación de exagerar esos valores con objetivos electoralistas.
Parece sencillo y aplicable en la Argentina. Pero no lo es, y no por motivos técnicos. Imaginemos nuestro país del primer semestre del 2008. La soja y el resto de nuestros productos de exportación estaban desde hacía rato bien por encima de un valor razonable de largo plazo y, en virtud de la falta de políticas contracíclicas desde fines del 2006, teníamos un exceso de gasto público y privado. La consecuencia, una inflación desbordada.
En ese contexto y con la soja acercándose a los 600 dólares la tonelada, el Gobierno y el sector agropecuario discutían la apropiación de una renta adicional que no existía: no era fruto del trabajo, era fruto de una circunstancia azarosa que inevitablemente iba a pasar.
Ya sea en manos del Gobierno o en manos de los productores esa renta hubiese producido nuevos desequilibrios y limitado la capacidad del país para responder a la inevitable caída posterior. Lo único indicado era la solución chilena.
Ningún gobierno en nuestro país buscó construir instituciones para la gestión de la macro economía como el "superavit estructural" chileno, por eso la Argentina es el país del mundo con mayor variabilidad en sus tasas de crecimiento (variabilidad que incluye increíbles retrocesos) y con las oscilaciones más bruscas en su tipo de cambio real. Esas oscilaciones reducen, en definitiva, el crecimiento de largo plazo y generan algunos ricos en un mar de pobreza.
Pero hay algo que inquieta más que esa incapacidad para la gestión pública. Es que, si algún gobierno quisiese constituir un fondo anticíclico con una institucionalidad como la chilena, posiblemente sería resistido por la población. Estaría planteada la sospecha sobre la administración de ese fondo, ya que se lo vería como una ocasión para la apropiación indebida de recursos públicos.