martes, 8 de mayo de 2007

Libres para educarse, libres para aprender

Nuevas investigaciones demuestran que cuando los padres son libres para elegir, mejoran los estándares educacionales, incluso los de aquellos alumnos que permanecen en colegios estatales.


Pocas ideas en educación son más controversiales que los cheques escolares, es decir, dejar que los padres sean totalmente libres para elegir dónde desean educar a sus hijos, pero con financiamiento de los contribuyentes. La idea la propuso por primera vez el economista Milton Friedman en 1955, y su mecanismo de funcionamiento es extraordinariamente simple: el Estado paga, los padres eligen, los colegios compiten, la calidad sube, todos ganan.

Puede parecer simple, pero el establishment educacional ha opuesto una resistencia predecible y, muchas veces, fatal. Dejar que los padres elijan por sí mismos dónde educar a sus hijos es una idea absurda; los profesionales son los únicos capaces de decidir bien. La manera correcta de mejorar la educación es a través de la cooperación, no la competencia. Los cheques escolares aumentarán la desigualdad porque los niños más difíciles de educar serán segregados.

Pero estos argumentos son insostenibles y se desmoronan ante el brillo y el peso de la evidencia. Los sistemas de cheque escolar están dando buenos resultados en muchos y variados países sin que se perciban efectos adversos en cuanto a igualdad y cohesión social; al examinar aquellos que usan un sorteo para entregar los cheques, normalmente se aprecia que los beneficiados reciben una mejor educación que aquellos que no los obtienen.

Harry Patrinos, economista educacional del Banco Mundial, cita un programa colombiano de ampliación del acceso a la educación secundaria, conocido como PACES, una iniciativa de los años 90 en que se entregó cheques a unos 125 mil niños pobres por un valor equivalente a la mitad del costo de la educación secundaria. Un elemento crucial fue que había más interesados que cheques. El programa, que seleccionó a los niños por sorteo, significó para los investigadores observar un experimento casi perfecto, similar a los estudios con píldoras placebo usados para juzgar la eficiencia de nuevas medicinas. Los resultados muestran que los niños beneficiados con cheques tuvieron entre un 15-20% más probabilidad de terminar su educación secundaria, 5% menos probabilidad de repetir de curso, mejoraron levemente en sus exámenes y demostraron mayor interés en rendir los exámenes de admisión a las universidades.

Los programas de cheques escolares en varios estados americanos han tenido éxito similar. Greg Forster, experto en estadísticas de la Fundación Friedman, organización de caridad que promueve la iniciativa del cheque escolar a nivel mundial, dice que hubo ocho estudios similares en EEUU: siete mostraron resultados estadísticos positivos para las afortunados receptores del cheque, el octavo estudio muestra resultados positivos pero no estaba lo suficientemente bien diseñado como para considerarse seriamente.

Los alumnos con cheque escolar rindieron más, a pesar que el Estado gastó en ellos menos que en los alumnos de escuelas regulares. Los esquemas de cheques escolares en EEUU ofrecen normalmente a los colegios privados cerca de la mitad de lo que el Estado gastaría si esos niños se quedasen en colegios públicos. El programa colombiano no sólo ofreció una mejor educación que la disponible en el sector público, sino que lo logró a pesar que su objetivo era simplemente aumentar las tasas de matrículas de la manera más rápida y barata posible.

Estos resultados son importantes porque desechan otros factores. Hogar, barrio y habilidades naturales son variables que afectan los resultados más directamente que el colegio. Si los alumnos que reciben los cheques se diferencian de aquellos que no -quizás simplemente por el hecho de venir de una familia que consigue a empujones colarse en la fila- cualquier efecto puede ser simplemente el resultado de otros factores. Pero el hecho de asignar los cheques al azar protege contra este riesgo.

Los oponentes al cheque escolar de todos modos argumentan que quienes emplean su libertad para elegir serán las familias más educadas, preparadas e interesadas en proporcionar una buena educación a sus hijos, y que al unirse entre sí formarán círculos en torno a las mejores escuelas, mientras que los niños de familias más débiles y sin voz deberán abandonar a sus hijos en los peores colegios. Algunos citan el ejemplo de Chile, donde hay un sistema universal de cheque escolar, pero que permite a los establecimientos cobrar una mensualidad complementaria al aporte estatal (el cheque escolar), que parece haber mejorado solamente la educación de las clases medias y altas.

La evidencia más fuerte contra esta crítica viene de Suecia, donde los padres son más libres que en cualquier otra nación para gastar como estimen conveniente el dinero que el gobierno les entrega para educar a sus hijos.

Las profundas reformas educacionales de 1992 no sólo desregularon las normas de matriculación de alumnos en el sector estatal, lo que permitió a los alumnos asistir a colegios fuera de sus municipios, sino que también pudieron empelar el financiamiento estatal para costearse colegios privados, incluidos los establecimientos religiosos o colegios con fines de lucro. La única restricción real impuesta a los colegios privados fue la obligación de matricular a los alumnos por orden de llegada y debieron comprometerse a no cobrar mensualidades extras (la mayoría de los cheques escolares norteamericanos imponen condiciones similares)

El resultado ha sido una floreciente variedad de colegios y una expansión veloz del sector privado. En la época de dicha reforma, apenas el 1% de los estudiantes suecos se educaba en el sector privado; hoy la cifra es de 10%, y la educación privada sigue creciendo.

Anders Hultin, de la cadena de colegios Kunskapsskolan (26 establecimientos), fundada por un capitalista de riesgos en 1999 y que ahora es altamente rentable, dice que sus colegios rara vez necesitan aplicar la regla de matricular alumnos por orden de llegada; la cadena ha respondido ante la demanda expandiéndose tan rápido que los padres, deseosos de enviar a sus hijos a estos establecimientos, casi siempre encuentran un cupo. Por ello, el sector privado, al aumentar el número total de lugares disponibles, logra aliviar el frenesí que desata la búsqueda desesperada por cupos en los mejores colegios estatales (los burócratas, por el contrario, normalmente se niegan a financiar cupos extras en los colegios populares mientras haya vacantes en los colegios malos).

Más pruebas que demuestran la eficacia de la libertad de elección para aumentar los estándares educacionales las proporciona Caroline Hoxby, economista de la Universidad de Harvard, quien ha comprobado que cuando los colegios estatales norteamericanos se ven obligados a competir con los colegios que reciben cheques escolares para conseguir alumnos, su rendimiento mejora considerablemente. Los investigadores suecos han llegado a la misma conclusión. Al parecer, quienes trabajan en escuelas estatales simplemente se rigen por una norma universal: rendimos más cuando se nos obliga a competir un poco.

7 comentarios:

Chile Liberal dijo...

Es una desgracia que La Concertación se niegue a metabolizar en su sistema dos conceptos esenciales: incentivos y libertad.

Esta es la esencia del sistema de cheques escolares. El lucro no es más que una forma de incentivo.

Nuestro gobierno ha hipotecado el desarrollo de un sistema educacional moderno, al contratio, nos ha empantanado en dirigismo y despilfarro de recursos.

Como los resultados en educación se cosechan después de muchos años, ningún gobierno se la juega por estas medidas a largo plazo. Hoy, debemos cosechar los resultados del nefasto período de Ricardo Lagos Escobar en el Ministerio de Educación.

Chile Liberal está 100% a favor de la implantación de esta modalidad de fomento a la demanda. Como ven, The Economist nos entrega las cifras que nos respaldan.

¿Qué esperamos que no exigimos el Cheque Escolar?

Chile Liberal dijo...

Continuando con el comentario anterior, la idea sería clausurar el actual mineduc, o al menos reformarlo completamente, y tomar el presupuesto de educación y simplemente enviar al azar un "cheque cruzado", común y silvestre, que sólo pueda ser depositado en la cuenta corriente de un colegio. Debe intensificarse en las comunas de menos recursos. Se pueden enviar por correo y al azar, imponiendo a los colegios la misma condición que en Suecia: no pueden discriminar, deben aceptar alumnos por orden de llegada. Los padres quedan libres para decidir qué colegio les gusta. Es decir, los colegios católicos tendrán que aceptar que un niño pueda educarse si sus padres son divorciados o ateos.

¿Qué ocurre con los niños que no tienen padres?, preguntará alguno. Como acaban de ver, el cheque escolar incentiva a todos los colegios, por tanto, incluso a quienes por motivos logísticos no puedan recibir un cheque, se beneficiarán al estar matriculados en colegios que compiten por obtener alumnos. Incentivos y libre competencia, dos factores insoslayables para una economía liberal.

Vamos. La idea ya se ha llevado a cabo en... ¡Suecia! Cuna de la social-democracia. ¿Sigue Chile asustado por el concepto del lucro? ¡Viva el lucro!

Fórmulas puede haber muchas, podemos buscar la que más nos acomoda. Pero desgraciadamente, desde el retorno a la democracia que se ha desperdiciado esta oportunidad. El régimen militar atinó con la creación de los colegios subvencionados, sin embargo era imperativo que los gobiernos democráticos hubiesen ampliado esta iniciativa, vale decir, que hubiesen adoptado el cheque escolar en 1990. Si lo hubiesen hecho, el año pasado no habríamos tenido la marcha de los pinguinos y el consecuente disparate de la LOCE/lucro. Al contrario, hoy tendríamos los primeros mechones que se habrían educado integramente en un sistema educativo libre, y Chile se aprestaría para recibir las primeras generaciones de graduados universitarios de excelente nivel académico.

Pero hemos desperdiciado la oportunidad, y lo que es peor, hemos intensificado el problema.

De todos modos, no hay que echarse a morir. Debemos seguir defendiendo nuestras propuestas.

Lucho dijo...

Las consecuencias de eliminar los incentivos en la educación pueden ser terribles para el futuro de Chile.

Excelente el artículo de The Economist, como siempre.
Saludos.

Anónimo dijo...

The Economist... el bastión liberal de weones que venderían a su vieja por 10 lucas...

Anónimo dijo...

Olvidan que en esos ejemplos citados (Suecia, EEUU), los colegios particulares son los menos demandados, pues los estatales tienen tal estándar de calidad que a los colegios particulares con fines de lucros, solo asisten niños "especiales"(con dificultades de aprendizaje, bajo CI, etc.).
Además, ¿habrá comparación más estúpida y mañosa que situar a Chile junto con Suecia y EEUU, ambos pàíses con idiosincracias tremendamente diferentes a la chilena, con ingresos por cápita avasalladores junto al nuestro, etc.?. No hay mejor demostración de lo absurdo de confiar la mejora de la educación a la competencia, que ver como quedó la educación chilena después del gobierno militar (ver informe OCDE porfavor). Otros ejemplos no tienen ningún sentido.

Bernardo dijo...

Soy un ferviente defensor del cheque escolar. Para mayor abundamiento, diré que por regla general el subsidio a la oferta (¿casi?) siempre implica generar incentivos perversos que reducen la calidad; el subsidio a la demanda, por el contrario, obliga a la oferta a mejorar la calidad si quiere rescatar esos chequecitos.

Mi única aprensión radica en la forma cómo el padre común y corriente puede ser capaz de determinar la calidad de la educación de sus hijos. Es fácil detectar si un producto de consumo es de buena o mala calidad, pero no resulta igual para el caso de la educación, donde el efecto de una mayor o menor calidad se puede medir, con suerte en el mediano, pero casi siempre en el largo plazo.

Gonza dijo...

Cierto que Suecia y USA son ejemplo muy diferentes a la realidad chilena, pero como se llega a ese nivel, esa es la pregunta clave, y la respuesta es a travez de la competencia y los incentivos. Aqui tenemos el asunto de fondo dificil de subsanar que es el trauma generado por el gobierno militar, todavia no se puede hablar de capitalismo propiamente tal, generó muchas bases de beneficio el gobierno militar, pero a un costo ciudadano muy alto tambien, sin duda no fue la mejor manera de llegar a esas bases de desarrollo, que la mayoria de los chilenos asocien el lucro con negatividad, nos deja a mucha distancia de aceptar el lucro como algo positivo.