El capitalismo con principios de Cadbury tenía precio: US $18.700
No es novedad que los británicos sean gente extravagante. Una de sus chifladuras es su extraña obsesión con ciertas empresas o marcas comerciales que en la siquis del país llegan a constituir verdaderos íconos culturales. Estas compañías no son estatales ni organizaciones de caridad sino simplemente empresas privadas, motivadas por el asqueroso lucro (puaj!), pero que los británicos consideran parte de su cultura y de su estilo de vida. La chocolatería Cadbury es una de ellas. La oferta de compara de Kraft, una empresa norteamericana, desató airadas reacciones de parte de algunos británicos. Finalmente, lo que se temía fue realidad: Cadbury fue comparada por Kraft por cochinos 18.700 millones de dólares.
La pregunta es: ¿qué tiene Cadbury de especial? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos al año 1824, cuando John Cadbury, un activista "Quákero", comenzó a promover el consumo de té, café y chocolate como alternativa al alcohol. Los Quákeros son una secta protestante que propone el descubrimiento de una luz interior para encontrar en uno mismo, en el individuo, el espíritu de Jesús, rechazando a cualquier intermediario para lograr la comunión con dios. Los principios de los Quákeros son tan difusos que puede considerársele un movimiento agnóstico, e incluso cuenta con algunos ateos entre sus miembros. Otro de los pilares de su sistema de creencias es un estricto puritanismo, de ahí que los Quákeros hayan formado parte del movimiento de temperancia, cuya finalidad era convertir a los ebrios obreros británicos en abstemios (no por nada Oscar Wilde declaró que "el trabajo es la perdición de la clase bebedora").
Por otro lado, la ética del trabajo, tan propia de los protestantes, llevó a Cadbury a convertir su distribcon de chocolate en una empresa que empleaba mucha mano de obra, que finalmente se dedicó a la confección de barras de chocolates. Los Quákeros veían en el empleo de obreros una medio de evangelización. Valores como la integridad, la simpleza, la justicia y la satisfacción de realizar un trabajo bien hecho podían fácilmente transmitirse en una empresa privada a través del trabajo. Para los protestante en general, y los Quákeros en particular, el pecado y los vicios surgían en el tiempo de ocio, lo que lleva a los protestantes a dedicar mucho tiempo al trabajo y al ahorro, principios opuestos al catolicismo. Recordemos que en la misma época en España se consideraba el trabajo manual indigno y el máximo signo de estatus social (para los católicos existe tal cosa) era el ocio. No es de extrañarse que el norte de Europa en aquella época haya visto un crecimiento económico superior al sur, brecha que perdura hasta hoy.
Todo lo anterior significa que Cadbury es apreciada por los británicos como parte estructural de su cultura, lo que no es de extrañarse: la gente se beneficia de los productos Cadbury. Los empresarios, en la cultura protestante, son considerados benefactores sociales ya que ponen a disposición del resto productos de consumo, de cuya existencia todos se benefician. Para producir, es necesario emplear gente, lo que es en sí virtuoso. Para comprar productos, hay que trabajar para ganar dinero y ser capaz de comprarlos, lo que implica trabajar y así alejarse del vicio. Todo este hermoso ciclo lo evoca no sólo Cabury, sino que otras compañías como Quaker Oats, o Lloyds banking Group y Barclays, dos de los mayores bancos del mundo, aparte de organizaciones de caridad como Greenpeace u Oxfam.
Para un católico todo esto suena completamente absurdo. En las culturas católico-latinas, el empresario es un hijo de puta, el trabajo es una humillación para los pobres, el sentido de la vida consiste en pasarlo bien y dormir siesta.
En medio de la crisis financiera actual, cuyo responsable ha sido la "avaricia" (más sobre esto en un próximo artículo) muchos se preguntan cuál es el sentido del capitalismo. La compra de este ícono británico por parte de un codicioso conglomerado norteamericano ha sido la gota que rebasó el vaso. Por un lado, el espíritu británico de defensa de empresas privadas es algo loable, pero por otro, incluso los valores y principios tienen precio.
El siguiente es un comercial de Cadbury galardonado con muchos premios, y uno de los favoritos de los ateos por recordarnos sobre la evolución de las especies.
No es novedad que los británicos sean gente extravagante. Una de sus chifladuras es su extraña obsesión con ciertas empresas o marcas comerciales que en la siquis del país llegan a constituir verdaderos íconos culturales. Estas compañías no son estatales ni organizaciones de caridad sino simplemente empresas privadas, motivadas por el asqueroso lucro (puaj!), pero que los británicos consideran parte de su cultura y de su estilo de vida. La chocolatería Cadbury es una de ellas. La oferta de compara de Kraft, una empresa norteamericana, desató airadas reacciones de parte de algunos británicos. Finalmente, lo que se temía fue realidad: Cadbury fue comparada por Kraft por cochinos 18.700 millones de dólares.
La pregunta es: ¿qué tiene Cadbury de especial? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos al año 1824, cuando John Cadbury, un activista "Quákero", comenzó a promover el consumo de té, café y chocolate como alternativa al alcohol. Los Quákeros son una secta protestante que propone el descubrimiento de una luz interior para encontrar en uno mismo, en el individuo, el espíritu de Jesús, rechazando a cualquier intermediario para lograr la comunión con dios. Los principios de los Quákeros son tan difusos que puede considerársele un movimiento agnóstico, e incluso cuenta con algunos ateos entre sus miembros. Otro de los pilares de su sistema de creencias es un estricto puritanismo, de ahí que los Quákeros hayan formado parte del movimiento de temperancia, cuya finalidad era convertir a los ebrios obreros británicos en abstemios (no por nada Oscar Wilde declaró que "el trabajo es la perdición de la clase bebedora").
Por otro lado, la ética del trabajo, tan propia de los protestantes, llevó a Cadbury a convertir su distribcon de chocolate en una empresa que empleaba mucha mano de obra, que finalmente se dedicó a la confección de barras de chocolates. Los Quákeros veían en el empleo de obreros una medio de evangelización. Valores como la integridad, la simpleza, la justicia y la satisfacción de realizar un trabajo bien hecho podían fácilmente transmitirse en una empresa privada a través del trabajo. Para los protestante en general, y los Quákeros en particular, el pecado y los vicios surgían en el tiempo de ocio, lo que lleva a los protestantes a dedicar mucho tiempo al trabajo y al ahorro, principios opuestos al catolicismo. Recordemos que en la misma época en España se consideraba el trabajo manual indigno y el máximo signo de estatus social (para los católicos existe tal cosa) era el ocio. No es de extrañarse que el norte de Europa en aquella época haya visto un crecimiento económico superior al sur, brecha que perdura hasta hoy.
Todo lo anterior significa que Cadbury es apreciada por los británicos como parte estructural de su cultura, lo que no es de extrañarse: la gente se beneficia de los productos Cadbury. Los empresarios, en la cultura protestante, son considerados benefactores sociales ya que ponen a disposición del resto productos de consumo, de cuya existencia todos se benefician. Para producir, es necesario emplear gente, lo que es en sí virtuoso. Para comprar productos, hay que trabajar para ganar dinero y ser capaz de comprarlos, lo que implica trabajar y así alejarse del vicio. Todo este hermoso ciclo lo evoca no sólo Cabury, sino que otras compañías como Quaker Oats, o Lloyds banking Group y Barclays, dos de los mayores bancos del mundo, aparte de organizaciones de caridad como Greenpeace u Oxfam.
Para un católico todo esto suena completamente absurdo. En las culturas católico-latinas, el empresario es un hijo de puta, el trabajo es una humillación para los pobres, el sentido de la vida consiste en pasarlo bien y dormir siesta.
En medio de la crisis financiera actual, cuyo responsable ha sido la "avaricia" (más sobre esto en un próximo artículo) muchos se preguntan cuál es el sentido del capitalismo. La compra de este ícono británico por parte de un codicioso conglomerado norteamericano ha sido la gota que rebasó el vaso. Por un lado, el espíritu británico de defensa de empresas privadas es algo loable, pero por otro, incluso los valores y principios tienen precio.
El siguiente es un comercial de Cadbury galardonado con muchos premios, y uno de los favoritos de los ateos por recordarnos sobre la evolución de las especies.
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