El presidente electo, por fin, se sincera
Ya adelantamos en nuestro artículo anterior sobre la crisis de los PIGS que mucho se ha estudiado el desarrollo económico y el paso a la categoría de "país avanzado", pero muy poco se ha indagado sobre las causas de la caída de los países. Un buen ejemplo para Chile puede ser Uruguay, caso que también sirve para trazar un paralelismo con la alicaída Irlanda. Piñera y sus tecnócratas, políticos y académicos en su recientemente anunciado Team deben aprender las lecciones para no boicotear los enormes avances de Chile. En especial debe poner atención el equipo político (el más débil, lamentablemente), ya que la moraleja de estos casos será poco apetecible para los chilenos. En este artículo, Chile Liberal argumentará que Piñera no debe profundizar la bullada "red de protección social" instaurada por Michelle Bachelet, y la administración Piñera debe poner coto a los instintos populistas.
Como sabemos, América latina es un continente riquísimo. Sus desigualdades económicas, sociales y culturales son obscenas. La afición del hispanoamiericano por los gobiernos fuertes, combinado con una ausencia de valores éticos como la honestidad, la confianza y el trabajo duro, han convertido a la región en un marasmo ingobernable. No obstante, por momentos el continente ha deslumbrado. Cuando las pequeñas potencias colonialistas europeas demandaban recursos naturales con hambre insaciable, América latina vio a Argentina o Uruguay convertirse en tierras prometidas donde emanaban miel y leche por doquier, y fueron países donde millones emigraron para forjarse un futuro mejor. Esto fue más o menos así hasta la Gran Depresión (1929), cuando la economía capitalista colapsó y el nuevo paradigma intelectual pasó a ser la economía planificada, que convertía a Rusia en una economía basada en la ciencia y el humanismo, pasando de ser una sociedad agraria. El colapso de EEUU y Europa gatilló proteccionismos infames y recelos que desembocaron en la II Guerra Mundial, episodio bélico que cambiaría al mundo por siempre (por primera vez, el ser humano toma conciencia de que es capaz de destruir el planeta: nace el pos-modernismo), y aunque América latina se mantuvo al margen, comenzó la edad de oro de los caudillos, los interminables golpes de Estado, y los políticos-militares populistas que, siguiendo malentendidos principios keynesianos aplicados durante la Gran Depresión, dieron gran importancia al papel del Estado, mezclado con una letal admiración por la economía planificada.
Ya adelantamos en nuestro artículo anterior sobre la crisis de los PIGS que mucho se ha estudiado el desarrollo económico y el paso a la categoría de "país avanzado", pero muy poco se ha indagado sobre las causas de la caída de los países. Un buen ejemplo para Chile puede ser Uruguay, caso que también sirve para trazar un paralelismo con la alicaída Irlanda. Piñera y sus tecnócratas, políticos y académicos en su recientemente anunciado Team deben aprender las lecciones para no boicotear los enormes avances de Chile. En especial debe poner atención el equipo político (el más débil, lamentablemente), ya que la moraleja de estos casos será poco apetecible para los chilenos. En este artículo, Chile Liberal argumentará que Piñera no debe profundizar la bullada "red de protección social" instaurada por Michelle Bachelet, y la administración Piñera debe poner coto a los instintos populistas.
Como sabemos, América latina es un continente riquísimo. Sus desigualdades económicas, sociales y culturales son obscenas. La afición del hispanoamiericano por los gobiernos fuertes, combinado con una ausencia de valores éticos como la honestidad, la confianza y el trabajo duro, han convertido a la región en un marasmo ingobernable. No obstante, por momentos el continente ha deslumbrado. Cuando las pequeñas potencias colonialistas europeas demandaban recursos naturales con hambre insaciable, América latina vio a Argentina o Uruguay convertirse en tierras prometidas donde emanaban miel y leche por doquier, y fueron países donde millones emigraron para forjarse un futuro mejor. Esto fue más o menos así hasta la Gran Depresión (1929), cuando la economía capitalista colapsó y el nuevo paradigma intelectual pasó a ser la economía planificada, que convertía a Rusia en una economía basada en la ciencia y el humanismo, pasando de ser una sociedad agraria. El colapso de EEUU y Europa gatilló proteccionismos infames y recelos que desembocaron en la II Guerra Mundial, episodio bélico que cambiaría al mundo por siempre (por primera vez, el ser humano toma conciencia de que es capaz de destruir el planeta: nace el pos-modernismo), y aunque América latina se mantuvo al margen, comenzó la edad de oro de los caudillos, los interminables golpes de Estado, y los políticos-militares populistas que, siguiendo malentendidos principios keynesianos aplicados durante la Gran Depresión, dieron gran importancia al papel del Estado, mezclado con una letal admiración por la economía planificada.
El símbolo de todo lo peor de América latina fue la cleptocracia populista de Juan Domingo Perón, un militar que prometió bienestar a costillas del Estado. El resultado fue la depredación de Argentina por parte de su clase dirigente. Mientras al otro lado del Río de la Plata, Uruguay instauró en la década 50 uno de los sistemas de seguridad social más avanzados del mundo. Uruguay pasó de ser en la década 30 uno de los países más ricos del mundo, a uno mediocre después de los años 60. En ambos casos, la "protección social", el gasto descomunal, el populismo, la excesiva intervención del Estado y el gobierno fuerte —y un electorado que vitorea estos disparates— fueron los culpables del fracaso de las naciones más prometedoras del continente.
Alto al gasto
Por lo anterior, si Sebastián Piñera no saca el pie del acelerador al gasto descomunal, el populismo, la excesiva intervención del Estado y el gobierno fuerte —a pesar de las rechiflas del electorado— su gobierno pasará a la historia como la administración que se farreó el país que más cerca está de alcanzar el estatus de "primer mundo". Este era el objetivo que planteó para el 2010 Ricardo Lagos al inicio de su sexenio. Se logró "por secretaría", con el ingreso a la OCDE. Pero para que sea real, se necesitan cambios. Por suerte, Tatán exhibe algunos atisbos de sensatez. Hoy, durante la ceremonia republicana de presentación de los asistentes de sus colaboradores directos, Piñera ha dicho:
Si este lineamiento general es el eje de la política económica del próximo cuatrienio, entonces podemos respirar más o menos tranquilos. Digo "más o menos" porque los agitadores, los sindicalistas exaltados y los viudos del comunismo embestirán con todo contra Piñera. Si el presidente electo no hubiese desbarrado nombrando a un personaje como Joaquín Lavín en la álgida cartera de Educación se habría hecho el enfrentamiento contra el sindicato de profesores y los pelusones ineducables del sistema municipal una tarea menos ardua. Y así en otros departamentos de la administración de nuestra república habrá estridentes demandas para que el gobierno activamente redistribuya la riqueza, desfigurando la evolución de la economía chilena de una basada en la producción de commodities, como ocurre actualmente, a una basada en el conocimiento y el valor agregado, donde el mercado sólo, por inercia, distribuye más equitativamente las utilidades. Creer que es factible la equidad en una economía sin mercado interno y basada en la exportación de minerales y frutas, donde se necesita mano de obra barata y poco calificada, es una mentira flagrante. En la medida que no seamos capaces de exportar productos con valor agregado, y de tener un mercado interno (podríamos estimular la inmigración hacia el país), no podremos redistribuir utilidades.
Hasta hoy, en Argentina se jactan de tener "salud y educación gratis", misma cantinela escuchada en otros países. En la hermana nación no existe voluntad en el electorado por privatizar. Todos reclaman que los políticos roban, y cómo no, si le han dado excesivo poder a los políticos. En Chile, como en toda democracia sustentable, la labor debe apuntar a limitar el poder del gobierno, y dejar que la economía avance por el sendero de la innovación, para lo cual es condición necesaria la flexibilidad laboral, y fomentar el espíritu de emprendimiento (para esto último no sé exactamente qué hay que hacer, sorry). Creo que hay países, como EEUU, donde el espíritu de los pioneros es instintivamente emprendedor, mientras que al sur del Río Grande es natural que después de la siesta reclamemos que el gobierno no hace nada por nosotros. Debemos dejar de creer que la "salud y educación gratis" son sostenibles en el tiempo. El mercado de los seguros de salud puede ofrecer cobertura al grueso de la población, y la tarea del gobierno debe ser canalizar las fuerzas del mercado (imponer reglas justas, hacer cumplir las leyes), mientras que en educación no logro entender el vicio estatista. ¿Por qué impedir que la educación privada llegue a los sectores más pobres? Si está archi-demostrado que la competencia genera mayor calidad, ¿por qué insistir en que no debe haber competencia en la educación? Las demandas no se harán esperar. Piñera hoy también dijo lo siguiente:
Por lo anterior, si Sebastián Piñera no saca el pie del acelerador al gasto descomunal, el populismo, la excesiva intervención del Estado y el gobierno fuerte —a pesar de las rechiflas del electorado— su gobierno pasará a la historia como la administración que se farreó el país que más cerca está de alcanzar el estatus de "primer mundo". Este era el objetivo que planteó para el 2010 Ricardo Lagos al inicio de su sexenio. Se logró "por secretaría", con el ingreso a la OCDE. Pero para que sea real, se necesitan cambios. Por suerte, Tatán exhibe algunos atisbos de sensatez. Hoy, durante la ceremonia republicana de presentación de los asistentes de sus colaboradores directos, Piñera ha dicho:
"La esencia del problema económico es la existencia de necesidades
múltiples frente a medios escasos. El año pasado, las finanzas públicas
experimentaron un déficit fiscal de 4,5% del PIB, lo que representan una cifra
cercana a los US $7,200 millones, uno de los déficit fiscales más altos de
nuestra historia y no repetible en el tiempo"
Si este lineamiento general es el eje de la política económica del próximo cuatrienio, entonces podemos respirar más o menos tranquilos. Digo "más o menos" porque los agitadores, los sindicalistas exaltados y los viudos del comunismo embestirán con todo contra Piñera. Si el presidente electo no hubiese desbarrado nombrando a un personaje como Joaquín Lavín en la álgida cartera de Educación se habría hecho el enfrentamiento contra el sindicato de profesores y los pelusones ineducables del sistema municipal una tarea menos ardua. Y así en otros departamentos de la administración de nuestra república habrá estridentes demandas para que el gobierno activamente redistribuya la riqueza, desfigurando la evolución de la economía chilena de una basada en la producción de commodities, como ocurre actualmente, a una basada en el conocimiento y el valor agregado, donde el mercado sólo, por inercia, distribuye más equitativamente las utilidades. Creer que es factible la equidad en una economía sin mercado interno y basada en la exportación de minerales y frutas, donde se necesita mano de obra barata y poco calificada, es una mentira flagrante. En la medida que no seamos capaces de exportar productos con valor agregado, y de tener un mercado interno (podríamos estimular la inmigración hacia el país), no podremos redistribuir utilidades.
Hasta hoy, en Argentina se jactan de tener "salud y educación gratis", misma cantinela escuchada en otros países. En la hermana nación no existe voluntad en el electorado por privatizar. Todos reclaman que los políticos roban, y cómo no, si le han dado excesivo poder a los políticos. En Chile, como en toda democracia sustentable, la labor debe apuntar a limitar el poder del gobierno, y dejar que la economía avance por el sendero de la innovación, para lo cual es condición necesaria la flexibilidad laboral, y fomentar el espíritu de emprendimiento (para esto último no sé exactamente qué hay que hacer, sorry). Creo que hay países, como EEUU, donde el espíritu de los pioneros es instintivamente emprendedor, mientras que al sur del Río Grande es natural que después de la siesta reclamemos que el gobierno no hace nada por nosotros. Debemos dejar de creer que la "salud y educación gratis" son sostenibles en el tiempo. El mercado de los seguros de salud puede ofrecer cobertura al grueso de la población, y la tarea del gobierno debe ser canalizar las fuerzas del mercado (imponer reglas justas, hacer cumplir las leyes), mientras que en educación no logro entender el vicio estatista. ¿Por qué impedir que la educación privada llegue a los sectores más pobres? Si está archi-demostrado que la competencia genera mayor calidad, ¿por qué insistir en que no debe haber competencia en la educación? Las demandas no se harán esperar. Piñera hoy también dijo lo siguiente:
"Quiero reiterar hoy día nuestro compromiso con una política pública y
fiscal sana, responsable, seria y sustentable, lo que significará un marco
presupuestario austero para el año 2010, que nos obligará a priorizar las
necesidades más sensibles de la gente pero que no nos permitirá acoger todas las
demandas de la ciudadanía, por justas y legítimas que ellas sean"
Populsimo, el gran problema
El populismo ha sido la peor enfermedad de los polítcos latinoamericanos. Piñera hizo algunos amagos p'a la galería durante la campaña (bonos de 40 lucas, etc), pero un gobierno dedicado a redistribuir y a actuar como niñera de los ciudadanos pronto se encontrará con las arcas vacías. La Concertación planteó la sociedad de bienestar como el corolario de su gestión, en momentos en que los PIGS, quienes antepusieron bienestar al crecimiento, hoy van en caída libre.
El mismo problema tambien lo sufre EEUU, que es, en el fondo, una social-democracia. Los norteamericanos gozan de enormes programas de bienestar, o "entitlement", como Medicare, Medicaid, social security, pensiones, por nombrar unos pocos. Barack Obama fue una opción válida siempre y cuando se mantuviera arengando a la población con poesías y metáforas, pero llevando a la práctica lo menos posible de lo que prometió. Está condenado a decepcionar, y no es descartable la posibilidad de que no logre la reelección y su cuatrienio pase a la historia como un fiasco. EEUU necesita gastar menos por el enorme forado en sus finanzas. En Chile vamos en ese rumbo, situación anómala que Piñera debe enmendar.
El presidente electo declaró que quiere ser el mejor presidente de Chile. Con la misma fuerza que Bachelet, aconsejada por Velasco, se negó a farrearse los excedentes del cobre cuando los pingüinos y sindicalistas salieron a las calles (y como tristemente quería Eduardo Frei), Piñera debe explicarle al país que el mercado puede ofrecer seguros de cesantía, que el gobierno va a reinar sobre los abusos de las Isapres, y la educación privada será, si es necesario, subsidiada. Pero que el énfasis es el crecimiento. No vaya a ser cosa que nos jactemos de tener salud y educación gratis, pero que no haya con qué pagarla. En el caso particular de Chile, el gasto en educación aumentó 10 veces durante la era de la Concertación, pero la calidad no aumentó diez veces, de hecho, los avances fueron insignificantes. Los impuestos se han casi duplicado. Estos cuatro años que siguen no son el momento de seguir gastando, sino de encontrar eficiencias en el gasto. Por ejemplo, deben erradicarse los sórdidos "desórdenes administrativos" del ministerio de Educación. Sería bonito eliminar el impuesto específico a los combustibles, pero no vaya a ocurrir lo mismo que a George W Bush, quien por bajar impuestos legó un déficit de 12,3% del PIB en 2009.
El populismo ha sido la peor enfermedad de los polítcos latinoamericanos. Piñera hizo algunos amagos p'a la galería durante la campaña (bonos de 40 lucas, etc), pero un gobierno dedicado a redistribuir y a actuar como niñera de los ciudadanos pronto se encontrará con las arcas vacías. La Concertación planteó la sociedad de bienestar como el corolario de su gestión, en momentos en que los PIGS, quienes antepusieron bienestar al crecimiento, hoy van en caída libre.
El mismo problema tambien lo sufre EEUU, que es, en el fondo, una social-democracia. Los norteamericanos gozan de enormes programas de bienestar, o "entitlement", como Medicare, Medicaid, social security, pensiones, por nombrar unos pocos. Barack Obama fue una opción válida siempre y cuando se mantuviera arengando a la población con poesías y metáforas, pero llevando a la práctica lo menos posible de lo que prometió. Está condenado a decepcionar, y no es descartable la posibilidad de que no logre la reelección y su cuatrienio pase a la historia como un fiasco. EEUU necesita gastar menos por el enorme forado en sus finanzas. En Chile vamos en ese rumbo, situación anómala que Piñera debe enmendar.
El presidente electo declaró que quiere ser el mejor presidente de Chile. Con la misma fuerza que Bachelet, aconsejada por Velasco, se negó a farrearse los excedentes del cobre cuando los pingüinos y sindicalistas salieron a las calles (y como tristemente quería Eduardo Frei), Piñera debe explicarle al país que el mercado puede ofrecer seguros de cesantía, que el gobierno va a reinar sobre los abusos de las Isapres, y la educación privada será, si es necesario, subsidiada. Pero que el énfasis es el crecimiento. No vaya a ser cosa que nos jactemos de tener salud y educación gratis, pero que no haya con qué pagarla. En el caso particular de Chile, el gasto en educación aumentó 10 veces durante la era de la Concertación, pero la calidad no aumentó diez veces, de hecho, los avances fueron insignificantes. Los impuestos se han casi duplicado. Estos cuatro años que siguen no son el momento de seguir gastando, sino de encontrar eficiencias en el gasto. Por ejemplo, deben erradicarse los sórdidos "desórdenes administrativos" del ministerio de Educación. Sería bonito eliminar el impuesto específico a los combustibles, pero no vaya a ocurrir lo mismo que a George W Bush, quien por bajar impuestos legó un déficit de 12,3% del PIB en 2009.
La red de protección social debe cubrir a los más menesterosos, y en específico a quienes están sumergidos en los bolsones de pobreza dura. Aún persisten grupos ineducables, incontratables y ajenos a cualquier mecanismo de mercado (sin cuentas bancarias, etc). Este es un lastre que arrastramos desde nuestra fundación. Medidas sociales, como control de la natalidad, serían efectivas. Pero en estos grupos la intervención del Estado puede ser inevitable. Pero querer extender el Estado a la clase media, sería calamitoso. La clase media quiere —y debe— surgir por sí misma. Necesita menos obstáculos, no costosas y contraproducentes dádivas.
Ahora bien, si Piñera tiene un buen equipo político para explicarle todo esto a los chilenos, es algo que no queda claro. El presidente electo sí tiene el capital político para actuar conforme a lo delineado en el discurso de hoy, no por nada ganó una elección presidencial. Por lo mismo, cuenta con el mandato, y su actuación sería legítima.
Documentación e imagen: La Tercera
3 comentarios:
Estoy de acuerdo en buena parte de tu análisis, aunque no creo que EEUU sea una social-democracia. Pero discrepo (o no entiendo lo que quieres decir) en el último párrafo, en pareces decir que los pobres son "grupos ineducables, incontratables y ajenos a cualquier mecanismo de mercado (sin cuentas bancarias, etc). Este es un lastre..." y que "Medidas sociales, como control de la natalidad, serían efectivas" sobre ese grupo. Parece un comentario bastante intolerante y clasista, y por ende no muy liberal que digamos.
Felicitaciones por el blog, muy interesante.
Los bolsones de pobreza dura son consecuencia de la migración del campo a la ciudad a mediados de siglo, que trajo centenas de miles de personas a asentamientos ilegales llamados "poblaciones callampas" o campamentos. Acá hay pobreza heredada por generaciones, gentes analfabetas o en el mejor de los casos analfabetos funcionales, gentes que la envían al colegio pero termina amarrando al profesor a la silla, quienes no pueden recibir ayuda directa en dinero ya que los recursos serán despilfarrados.
Los problemas son intensificados cuando niñas de 14 o 15 años, sin educación alguna, tienen 4 o 5 hijos, o como en el caso de la madre de Cisarro, hasta 10 hijos, todos delincuentes.
Insistir en que medidas como bajar uno u otro impuesto van a ser efectivas es un engaño y una burla a la inteligencia.
Sería interesante crear un catastro con todos los pobres y crearles una cuenta en el Banco Estado, y subsidiarles ciertos gastos mínimos. Pero estos esfuerzos serían inútiles en ciertos sectores donde la pobreza es demasiado dura.
Por otro lado, EEUU gasta enormes recursos en sus planes sociales (ya nombré algunos). Si eso no es una social-democracia, ¿qué es entonces?
Gracias por la aclaración, ahora comprendo tu punto. Me parece una visión más propia del liberalismo clásico que del liberalismo progresista, válida por supuesto. Solo que en mi opinión es una posición demasiado pesimista sobre la situación que representas (y que es real), lo cual puede llevar a extremismos si se malentiende.
Sobre lo de EEUU no hay que verlo tan blanco y negro. Yo viví allá y en Gran Bretaña, y esta última, aún tras las reformas de la Tatcher, me parece mucho más una socialdemocracia que EEUU. Ni hablar los países escandinavos.
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