Es una difícil tarea el comprender y asimilar la historia reciente de Chile. Una de las voces que se alzó con más fuerza para mostrarnos los lamentables hechos acontecidos durante el gobierno militar fue la periodista Patricia Verdugo, de quien lamentamos su sensible fallecimiento el día 13 de enero recién pasado.
Daniela, amiga y colaboradora de este blog, ha escrito las siguientes líneas, que Chile Liberal comparte con la blogósfera, a modo de respetuoso agradecimiento a la figura de Patricia Verdugo, una mujer que no titubeó para defender los Derechos Humanos.
chileliberal@gmail.com
Es difícil para mí comenzar a escribir esto. Hablar sobre Julio Martínez hace unos días fue un impulso del momento y muy sentido, pero hablar de Patricia Verdugo es para mí una tarea titánica.
Aunque ella produjo libros a granel y escribió enormemente, no me resigno a su partida y no me resigno a que los medios la encapsulen solo a una "defensora de los DD.HH".
Patricia Verdugo era mucho más que eso. Existía como periodista desde antes de la Unidad Popular. Era una Demócrata Cristiana de corazón, desde esos años de la Patria Joven. Particularmente, a través de sus entrevistas de muchacha veinteañera en Revista Ercilla, me enseñó a conocer la ternura de un Eduardo Frei Montalva y a respetarlo a pesar de cualquier error.
Aprendí con ella a conocer los días siguientes al fallecimiento de este personaje señero, con todo el pesar y la tristeza que causó en quienes lo conocieron y lo admiraron. Patricia me enseñó también a conocer que el odio no era más importante que el dolor. O en otras palabras, que el odio por razones políticas no conducía a sentir orgullo de vivirlo.
A Patricia la conocí por Los zarpazos del Puma.
Mi Padre un día domingo, cuando yo tenía catorce años, me dijo: "toma y léelo, para que vayas conociendo..."
La verdad es que un libro tan grande y detallado no me entusiasmaba mucho y tuve que retomar la lectura un tiempo después, pero con él asimilé ciertos desaciertos inexplicables para una persona, cuando el odio y las ganas de eliminar personas nos son ajenas.
Sin embargo, el libro que más me impresionó fue Bucarest 157, casi una autobiografía de la propia Patricia. Viví con ella en ese libro hermoso, sus aventuras, amores, dolores, perdidas, esperanzas.
Me di cuenta de la gran mujer que era. Grande en su perdón, grande en sus ganas de investigar, grande en el amor a su familia. Quise tener entonces un poquito de ella.
Con Patricia no habríamos compartido la visión política, eso es casi seguro... pero me enseñó mucho, sin habernos hablado nunca en persona.
Siento una conexión entre la Patricia Verdugo que escribía en 1967 - 1969 y muchos otros jóvenes idealistas demócrata-cristianos de aquella época, quienes aparecían en la Revista Ercilla, en el Comité Político de la DC en 1969. A todos ellos los unía la devoción hacia la persona de Eduardo Frei Montalva.
Esa añosa devoción la recuerdan unos pocos, hoy suena a anticuado, pero para mí es la época más linda, repleta de esperanzas, una época en que la política si conducía a derramar lágrimas y a entregar el corazón.
Tantas personas a las que se lleva el cáncer con todos sus dolores y agonías, y nos priva de gente buena.
Aunque ella produjo libros a granel y escribió enormemente, no me resigno a su partida y no me resigno a que los medios la encapsulen solo a una "defensora de los DD.HH".
Patricia Verdugo era mucho más que eso. Existía como periodista desde antes de la Unidad Popular. Era una Demócrata Cristiana de corazón, desde esos años de la Patria Joven. Particularmente, a través de sus entrevistas de muchacha veinteañera en Revista Ercilla, me enseñó a conocer la ternura de un Eduardo Frei Montalva y a respetarlo a pesar de cualquier error.
Aprendí con ella a conocer los días siguientes al fallecimiento de este personaje señero, con todo el pesar y la tristeza que causó en quienes lo conocieron y lo admiraron. Patricia me enseñó también a conocer que el odio no era más importante que el dolor. O en otras palabras, que el odio por razones políticas no conducía a sentir orgullo de vivirlo.
A Patricia la conocí por Los zarpazos del Puma.
Mi Padre un día domingo, cuando yo tenía catorce años, me dijo: "toma y léelo, para que vayas conociendo..."
La verdad es que un libro tan grande y detallado no me entusiasmaba mucho y tuve que retomar la lectura un tiempo después, pero con él asimilé ciertos desaciertos inexplicables para una persona, cuando el odio y las ganas de eliminar personas nos son ajenas.
Sin embargo, el libro que más me impresionó fue Bucarest 157, casi una autobiografía de la propia Patricia. Viví con ella en ese libro hermoso, sus aventuras, amores, dolores, perdidas, esperanzas.
Me di cuenta de la gran mujer que era. Grande en su perdón, grande en sus ganas de investigar, grande en el amor a su familia. Quise tener entonces un poquito de ella.
Con Patricia no habríamos compartido la visión política, eso es casi seguro... pero me enseñó mucho, sin habernos hablado nunca en persona.
Siento una conexión entre la Patricia Verdugo que escribía en 1967 - 1969 y muchos otros jóvenes idealistas demócrata-cristianos de aquella época, quienes aparecían en la Revista Ercilla, en el Comité Político de la DC en 1969. A todos ellos los unía la devoción hacia la persona de Eduardo Frei Montalva.
Esa añosa devoción la recuerdan unos pocos, hoy suena a anticuado, pero para mí es la época más linda, repleta de esperanzas, una época en que la política si conducía a derramar lágrimas y a entregar el corazón.
Tantas personas a las que se lleva el cáncer con todos sus dolores y agonías, y nos priva de gente buena.
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