Un interesante intercambio se está produciendo en el epistolario de El Mercurio a propósito de la reciente publicación de "Francisco Bilbao. El autor y la obra".
Francisco Bilbao (ver biografía) es parte del inconsciente colectivo no por su pensamiento vanguardista, sino más bien por la calle que lleva su nombre en Santiago de Chile. Pero desde el olvido, el "Apóstol de la libertad" resucita para revolver el gallinero una vez más.
Como vemos en El Mercurio, Bilbao sigue sacando roncha en los Conservadores, y la publicación del libro en cuestión no puede ser más oportuna en medio del contexto tiránico en que
Pasión y raison
Bilbao fue incendiario y un apasionado de la Razón, idea peligrosísima que aprendió a partir de su admiración por los intelectuales franceses. Como todos sabemos, Francia siguió el camino de la perdición que abrieron sus pensadores y hoy, arruinada y desesperada, es un país miserable que "viene de vuelta", como dicen varios bloguistas adictos a la droga católica-romana. En cambio, Chile es un país maravilloso, pujante, avanzado, pionero, deslumbrante, y es un "ejemplo para el mundo": sólo Uganda y algunas naciones centroamericanas nos hacen el peso en medidas liberales de verdad como penalizar el aborto. Las mujeres francesas leen sobre la férrea "defensa de la vida" que sostienen los conservadores chilensis y dicen "oh la la, le Chili, c'est superbe". Chilito, ejemplo para el mundo... no podía ser de otra manera.
En la época de Bilbao Chile era un país de inquilinos donde unos pocos, los patrones de fundo, eran los terratenientes. Los inquilinos eran todos analfabetos y la principal preocupación de dementes como Bilbao era educarlos. Pero educarlos de verdad. O sea no "Padre Nuestro que estás en los cielos....", sino que vio la necesidad de letrar a las masas para que así floreciera una democracia participativa, y de este modo extinguir al oscurantismo con la luz del siècle des Lumières. Además, defendió con tesón a las PYMES de aquella época: los artesanos. Los agrupó en una plataforma político-intelectual llamada Sociedad de la igualdad, y llegó a formar una gran marcha por la capital, en la que él hizo las veces de Robespierre.
Expulsado de Chile por blasfemo, llegó a París, ciudad mítica en aquellos años. Sin embargo, Bilbao se horrorizó al ver los barrios obreros y la vida parisina más allá de los clichés. Vivió en carne propia la Segunda Revolución Francesa (1848). París no era muy distinta de la inmundicia que describía Charles Dickens en sus victorianos relatos, y en medio de aquellos horrores ya fraguaba sus ideas Karl Marx en Das Kapital. Si Chile hubiese comprendido el pensamiento de Bilbao, nos habríamos ahorrado los experimentos marxistas y populismos varios del siglo XX, del que aún no nos sobreponemos. Pero el cura y el latifundista no estaban preparados para el ideario liberal de Bilbao (y de Santiago Arcos, Vicuña Mackenna, Barros Arana y muchos otros), porque el rosario y la huasca eran más eficientes.
Si el objetivo es educar a la masa ignorante, enseñarle a leer y escribir y algunas otras destrezas básicas, el estado puede participar, como pretendía Bilbao. El problema es que a mayor nivel de sofisticación, el estado es inútil, y esto fue lo que aprendimos en el siglo XX de los "neoliberales", de la Escuela de Chicago, por ejemplo. El desafío de Chile hoy ya no es cantidad, es calidad. Cuando la república chilena era una inocente campesina veinteañera, Bilbao quiso organizar y educar a los artesanos, convencido de que ellos mismos serían capaces de forjar sus propios destinos. Creo que hasta hoy aún no se comprende bien este concepto: la falta de acceso al crédito por parte de las PYMES lo demuestra.
En el fondo, Bilbao hoy nos recuerda la sempiterna tensión que ha existido en nuestro país entre quienes creemos que el progreso es posible cuando uno es libre, contra quienes creen que sólo se progresa si obedecemos las órdenes del que sabe. O sea, la fricción entre liberales y conservadores, que por lo demás aún no se ha zanjado. En Artes y Letras del domingo pasado (ver artículo), en un homenaje a Vicuña Mackenna, se nos recuerda cuál es la esencia de la cultura chilena: aquella que integraba la cultura oficial y la cultura popular. La primera, más laica y afrancesada; la segunda, más católica e hispanista.
A los lectores de este blog les queda claro cuál es la trinchera que ocupa este blog hoy, la misma de Bilbao ayer.
Invito a leer el sitio Web homenaje a Francisco Bilbao.
Apóstol de la libertad, ya era hora de que rescatásemos tu nombre del olvido.
4 comentarios:
Jajaja, para mi Bilbao siempre ha sido una calle y nada mas. Que bueno aprender un poco mas de lo que ha contribuido a la sociedad.
Mamacita: así es, para todos es una calle. A lo sumo se enseña que Bilbao fue "un loco".
Un amigo mío día dijo un chiste inolvidable: "No se dice Bilbao, roto ordinario. Se dice BILBADO".
yo creo que el individuo que escribio tal blasfemia de Bilbao en este blog, no tiene ni la menos idea de lo que pensaba éste. De partida comparar, a las PYMES con el artesanado del siglo XIX es una sandez del porte de un buque. EL artesanado es propio de una sociedad pre-capitalista, mientras que las PYmes estan inmersas totalmente en la logica neoliberal. Ya al decir, que Bilbao admirava a la Francia y que creia en el progreso, es un error garrafal.....falta lectura de "cher poncho".....revisa un texto que se llama "la ley de la historia"....por favor!!....Hasta los mismos liberales chilenos cuando bilbao publica su "sociabilidad chilena" se descartan de sus ideas......bilbao es mucho mas que un simple liberal.....el creia...cito.."para los debiles el parlamentarismo campo infecundo de interminables transacciónes".....eso te explica un poco ....que deja chicos a los liberales...
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