jueves, 7 de enero de 2010

Debate: Un voto por Piñera (II. Refutación)

Luego de la Abertura, continuamos ahora con la segunda jornada de nuestro debate "estilo British Parliament". Reitero la declaración de Chile Liberal y en seguida la refutación de ambas facciones.




Declaración:
Chile Liberal sostiene que la mejor opción de mantener los éxitos de la Concertación y de impulsar las reformas aún pendientes es votando por el candidato de la Oposición, Sebastián Piñera.




II. Refutación

1. Moción a favor, Cristian


Chile Liberal,
La existencia del duopolio político mencionado por Catalina no obedece a una herencia de políticas del Gobierno Militar, sino a que las fuerzas políticas que han manejado las magistraturas durante los últimos veinte años representan las ideas y aspiraciones políticas de la gran mayoría de los chilenos. De esta manera, resulta natural que las elecciones presidenciales se decidan entre los candidatos de uno y otro sector, puesto que en ellos se encarna la representatividad de la gran mayoría de los ciudadanos.

Ante este panorama, nuestra mejor opción no puede ser la anulación del voto. Anular el voto es equivalente a restarse de una discusión en la cual aspiramos que se alcance cierto desenlace. ¿Cómo podremos influir en el resultado de esta conversación si decidimos no participar en ella? Lo más sano es no restarse, sino que sumarse a esta discusión democrática y hacer sentir el peso —aunque sea leve— de nuestra opinión para poder legitimar nuestra dirección política.


Por otra parte, votar nulo también implica el deseo de que ninguno de los candidatos alcance la máxima magistratura política del país. Pero todos sabemos que no es posible conseguir ningún objetivo político si no hay un Presidente a la cabeza de la República. Pretender que pueda alcanzarse una meta política deseable con este tipo de medidas es desconocer el tipo de ordenamiento político que nosotros mismos nos hemos dado.

Hubo, ciertamente, una manifestación en contra de los grandes pactos políticos durante la primera vuelta, la cual se reflejó en el veinte por ciento de votos obtenido por Marco Enríquez–Ominami. Pero la candidatura de este ciudadano era peligrosa: no solamente porque no era del todo transparente y olía a un sospechoso socialismo que pretendía elevar (¡aún más!) los impuestos al alcohol, sino sobre todo porque representaba el germen del caudillismo, esa bestia que ronda sin freno por países menos desarrollados de América y que ha pretendido, infructuosamente, echar raíces también en nuestra tierra.

Ciertamente, tanto Catalina como yo nos reconocemos defensores del liberalismo y aspiramos a que nuestro país cuente con gobiernos de esta inclinación. Pero debemos reconocer, todos, que no existe una fuerza política ciento por ciento liberal que mantenga alguna magistratura. Es nuestro deber darle vida a esta fuerza política y conllevarla a las magistraturas públicas. Mientras tanto, debemos preocuparnos de votar por los candidatos que nos parezcan más próximos a nuestros fines políticos, puesto que no habrá ninguno que coincida plenamente con ellos si no lo levantamos nosotros mismos.

En sus años de gobierno, la Concertación ha alcanzado ciertos logros, pero también nos ha quitado suficiente crecimiento económico anual como para tener que hacerse a un lado mientras la Coalición consigue contrarrestar este efecto. No podríamos conformarnos con un cambio definitivo de la Concertación por la Coalición, pero debemos reconocer que este cambio se hace necesario en este momento para poder seguir avanzando a través de la vía del desarrollo económico y social.


2. Moción en contra, Catalina

Chile Liberal,
Lo que hoy puede estar enfrentando el piñerismo algunos lo consideran similar a los objetivos de innovación y democratización política que la Concertación tuvo que asumir hace 20 años. La gran diferencia aquí consiste en que Piñera no es la gran novedad —y a diferencia de una Concertación post-dictadura—, la derecha chilena actual es parte de un continuismo político que si bien significa alternancia en un posible gobierno, no es más que una variación parcial, una especie de subconjunto dentro de un sistema político desgastado.

Si efectivamente la derecha tuviese la voluntad de gobernar para el país haciendo mención al epíteto “bacheletista-aliancista”, aquello se habría reflejado ya en el parlamento con una oposición más proclive al consenso que a la crítica caprichosa centrada en el beneficio propio a costa del perjuicio global ajeno.

Por otro lado, el votante concertacionista me parece, a diferencia de Cristian, el más crítico de todos. El votante tradicional de derecha puede considerarse en general como invariable en su voto. Y si hoy Piñera tiene las de ganar no es gracias a este votante, sino al ciudadano descontento que antes votaba por un arcoiris que dejó de vislumbrar.

Tomando en cuenta la calidad del votante, Chile en los últimos 20 años no ha sido un país derechista, pero sí lo ha sido si tomamos en cuenta la calidad de sus gobiernos. Y no es que Chile esté virando a la derecha, Chile ha virado al descontento, a cierta desesperanza y a un contexto en el cual ya no tiene que decidir entre dictadura o democracia, derecha o izquierda, Estado o mercado: Chile hoy elige entre continuismo total o continuismo parcial, pero continuismo al fin y al cabo.

En las pasadas elecciones, el escaso aumento del porcentaje de votantes inscritos, y la no despreciable cantidad de votos blancos y nulos, nos reflejan que al contrario de verse Chile representado en dos sectores, existe una mayoría desencantada y con un bajo sentido de incorporación a la institucionalidad política. A eso hay que agregarle un 20% de los electores que emitiendo un voto válido creyeron esperanzados en una tercera opción y exigieron un descontinuismo real.

La convicción política personal o de un grupo no sólo puede ser manifestada por medio de un voto explícito hacia cierto candidato. Nuestro derecho a votar es más elevado. No existe deber que no implique un principio o sentimiento subjetivo. El deber de votar implica el poder de convicción, y para quienes admiten esto, el voto por el mal menor no puede ser ni motivación ni justificación suficiente. Aquella concepción de que se debe posibilitar mientras podamos aquello que pueda ser mayoritariamente bueno (o impedir lo mayoritariamente malo) no deja de ser verdad en tanto aquello mayoritariamente bueno en realidad lo sea. Pero no siendo así, tomarse el derecho de votar nulo es compatible con un no permanecer impasible frente al contexto crítico que vive la política chilena.

Piñera puede significar cambio, pero cambio no siempre significa avance.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que dificil decidirse.... o nulo o piñera (frei no es opción hoy para un liberal)
creo que recién lo sabré encerrado en la urna