lunes, 22 de febrero de 2010

Fraternité

O las razones para privatizar la caridad, e industrializarla

Ha muerto el cura Renato Poblete, miembro fundador de la organización de caridad llamada "Hogar de Cristo". Es oportuno reflexionar en torno a la importancia de la industria de la caridad en una economía de mercado, ya que el ejemplo del Hogar de Cristo debiese ser imitado por más benefactores privados, en desmedro del poder estatal para repartir utilidades, con su consecuente negativo impacto en el desenvolvimiento económico.

Antes de entrar en materia, conviene recordar que la caridad siempre ha existido en las culturas humanas. Todos nosotros estamos equipados con un "imperativo moral" que nos compele a socorrer a nuestro hermano. Esto lo explica Richard Dawkins, un biólogo inglés, en su ya legendaria obra "El Gen Egoísta". Los liberales que hayan leído ese libro sin duda habrán quedado pasmados cuando llegaron a la última página de esta obra y se dieron cuenta que Dawkins no hacía otra cosa sino entregar el fundamento biológico de nuestra filosofía. A partir del egoísmo —el instinto de aseguramiento de la sobrevivencia propia—, es que los organismos vivos conforman familias, y se asocian con otras familias para protegerse, colaborar y socorrerse, y a su vez, refuerzan la transmisión de los propios genes a la próxima generación. Es desde el egoísmo que somos altruístas. Por lo mismo, la caridad como tal debe entenderse como un acto biológico de nuestra especie para ir en ayuda de nuestros hermanos, y es más eficiente cuando es desinteresado, y más noble cuando es libre y voluntario.

En el mundo existen muchos benefactores privados, llamados comúnmente "filántropos". Los más destacados siempre han provenido del mundo empresarial, donde han acumulado enormes riquezas, las que luego proceden, libre y espontáneamente, a distribuir en la sociedad. Este es un hecho que desarticula toda la retórica de lucha de clases que predica el marxismo. Muchos norteamericanos destacan en el rubro de la filantropía, como por ejemplo, los magnates Andrew Carnegie o Warren Buffet y Bill Gates, por nombrar sólo unos pocos. El primero fue un cristiano más bien agnóstico, y los segundos, ateos. En las culturas protestantes en que estos hombres de negocios han vivido, es un deber moral el contribuir al desarrollo de la sociedad, lo que explica además que EEUU sea uno de los mayores donantes de ayuda humanitaria en el mundo. Chile, siendo un país católico, más bien desprecia al rico y reduce la caridad a unas abúlicas viejujas esnob que toman té mientras el resto se regocija en la miseria, el crecimiento explosivo de la población en los bolsones de pobreza, esperando que Jesús venga a multiplicar panes, pescados y vino por arte de magia, cual Mandrake el Mago Celestial.

En este contexto, el cura Humberto Hurtado a mediados de siglo comenzó a recoger niños vagos, de padres desconocidos (el "huacho", recordemos, es parte del paisaje nacional) y que vivían en condiciones infrahumanas debajo de puentes, expelidos desde las poblaciones marginales que como callampas crecían en los suburbios de la capital a consecuencia de la masiva migración del campo a la ciudad. La labor de Humberto Hurtado fue loable. Pero ocurrió en momentos que la propia iglesia a la cual este señor adscribía condenaba la píldora anticonceptiva y cualquier otra forma de control de la natalidad, lo que de algún modo empaña todo esfuerzo por terminar de raíz con el ciclo de la pobreza dura. Además, si los religiosos pusieran más énfasis en educar a los pobres, sería todo este esfuerzo más sustentable. Los actuales "flaites" son los retoños de esas generaciones de mediados de siglo XX, aunque hoy, empoderados, ya visten zapatillas de marca, usan celulares y portan iPods, robados por la fuerza o el asesinato si es necesario, ya que la cultura consumista (consecuencia del desarrollo económico) gravemente afecta el comportamiento cuando libertad económica no va mano a mano con las libertades sociales e individuales. Así todo, la labor de Hurtado fue continuada por el señor Poblete, mediante una fundación llamada "Hogar de Cristo", una enorme institución dedicada a la industria de la caridad.

Fundaciones filantrópicas como ésta deben contratar personal, por lo que sirven de fuentes de empleo. Necesitan campañas de márketing para conseguir financiamiento, y —crucialmente— deben mantener cuentas claras ante sus propios financistas para reafirmar la confianza y asegurar fondos a largo plazo que las sostengan. Acá sólo advertimos círculos virtuosos. El márketing significa que como marca, "Hogar de Cristo" debe ser transparente y pavonearse de sus logros. Las cuentas acá, asumimos, se mantienen en orden, ya que una mala gestión significa el instantáneo corte del financiamiento (a diferncia del Estado que, cuando despilfarra, exige más dinero o se va a huelga).
La gente, por su parte, feliz de la vida entrega parte de sus bien ganados dineros para una obra que genera más bienes que daños (la perpetuación del proselitismo religioso en niños es, en este contexto, un pelo de la cola). Campañas del Hogar de Cristo han sido involvidables, como la del "Flauta", un niño que tocaba pésimamente un instrumento pero que con carita de pena nos miraba a los ojos mientras tomábamos onces, y nos pedía "miguitas de ternura", y para rematar, nos hacía sentir culpables diciéndonos que "si te sobra un poquito, dámelo a mí". Chantaje puro y duro, pero en este caso, conviene hacerse el tonto y soltar un par de lucas. (¿Qué será del Flauta hoy?)

Por lo mismo, ¿por qué la gente corre a entregar una donación al Hogar de Cristo, mientras que ni el socialista más bolchevique paga feliz sus impuestos? ¿Por qué cuando uno rellena su declaración de impuestos uno lo hace con odio, mientras que donar al Hogar de Cristo, Fundación Niño y Patria, Greenpeace o lo que sea, uno se llena de satisfacción? En la respuesta a estas interrogantes yace el argumento más poderoso contra la conformación de una red de protección social del Estado, y contra el estatismo mismo, y es el argumento de eficiencia. Como ya explicamos, mientras el Estado pierde enormes recursos en "desórdenes administrativos" o "gastos reservados", las fundaciones de caridad tienen un potente incentivo para hacer bien su trabajo, y es que para ellas es vital mantener cuentas claras y transparentes. Al contar con precarias fuentes de financiamiento, la eficiencia es su leitmotiv. En contraste, el Estado es lento, torpe, clientelista, y al obtener su financiamiento mediante el inherente robo que significa cobrar un impuesto (el pago de impuesto es brutal y obligatorio, y ya desde tiempos bíblicos que el cobrador de impuesto era un personaje repugnante), no logra promover la ética ni el altruísmo, ni tiene valor moral alguno. Dicho de otro modo, 1000 pesos en impuesto son un robo y significan frustración y rabia, pero 1000 pesos al Hogar de Cristo producen satisfacción y alegría.

Para que broten más fundaciones de caridad, es esencial quitarle dinero al Estado. O sea, reducir los recursos dedicados al gasto fiscal, y ponerle coto a la "red de protección social" que lentamente corroe a Chile. Para ello, es menester fomentar una cultura de la donación y la conciencia social, ya que no podemos seguir viendo niños a altas horas de la noche vendiendo flores en las calles y seguir impávidos, como ocurre en nuestros países (en cualquier país desarrollado, ver a un niño en la calle de noche significa llamar a la policía, pero en nuestros místicos países, no conmueve a nadie). Por otro lado, tenemos que terminar con la cultura de la "limosna", y terminar con el enorme flujo de recursos que van desde quienes producen a los limosneros y pordioseros (por-Dios-eros), y canalizar toda esta ayuda a instituciones profesionales.

El Hogar de Cristo hizo una buena labor al imitar los grandes esfuerzos filantrópicos de los magnates norteamericanos y de muchos pensadores ilustrados, siendo el más notable Sir Francis Bacon. El origen de la filantropía se remonta a la Grecia clásica, y ha continuado hasta hoy con una Bill & Melinda Gates Foundation. Si bien la propia economía de mercado, al innovar, acumular riqueza y crear bienes de consumo es una fuente de enorme bienestar, estos mecanismos siempre necesitan de algo más, ya que no todos logran insertarse en un sistema productivo. Las falencias de la economía libre en la redistribución de la riqueza pueden suplirse con la privatización de la caridad, y la eliminación de trabas a la filantropía.

8 comentarios:

Omar Audicio dijo...

Creo que es lo mejor que te he leído, aunque no me compro que la filantropía por sí sola vaya a mejorar la vida de los pobres hasta el nivel que queremos. Basta consultar la historia para ver si algo así ha pasado alguna vez. En cambio, los Estados sí han mejorado mucho la vida de las personas en algunos países, los europeos por ejemplo.
Pero en líneas generales estoy de acuerdo, aunque no de forma tan liberal. Yo suscribiría todo con matices menos absolutos.

Anónimo dijo...

I was wondering: here in Canada we have a system that if you donate to a registered charity (Cancer Society, etc.) you get a tax credit. Does that system exist in Chile as well?

Emilia

Chile Liberal dijo...

Hi Emilia: thanks for pointing it out. Yes there's a law about it, which is law No 19.885, but only 50% of a donation can be claimed as tax credit. I'd be happy if the percentage was increased though, but I fear that left-wingers will stand against such move.

Mario Abbagliati dijo...

"Fraternité"

Tus adorados franceses dan un 0.14% de su PIB como contribución privada a organizaciones de caridad. Compáralo con el 1.67% de los estadounidenses. No es de extrañar, pues papá estado genera malos hábitos.

http://www.cafonline.org/Default.aspx?page=12183

También es interesante la comparación dentro de Estados Unidos. Los más ricos y "liberales" estados del este y California son los menos proclives a la caridad, mientras los estados del medioeste y del sur son los más filantrópicos.

http://www.forbes.com/2006/10/24/leadership-philanthropy-charity-lead-cx_mw_1024states.html

Carlos, ¿es más filantrópico un ateo que un creyente?

Chile Liberal dijo...

@Mario: es más filantrópico un ateo como Bill Gates, que dona por el puro amor a la humanidad, y no un creyente, que simplemente busca salvarse por obras, y así ganarse un cielo inexistente para sentarse a la derecha de sus propios delirios.

Anónimo dijo...

De acuerdo con lo expuesto, pero ¿por qué escribiste humberto hurtado?

zoidzilla dijo...

"Sería interesante crear un catastro con todos los pobres y crearles una cuenta en el Banco Estado, y subsidiarles ciertos gastos mínimos. Pero estos esfuerzos serían inútiles en ciertos sectores donde la pobreza es demasiado dura.

¡¡Control de la natalidad, YA
!!"

Anónimo dijo...

Opino desde la lejanía y el desconocimiento de esa realidad concreta de la que hablas, el Hogar de Cristo. Ahí van unos apuntes.

Es posible que en base al egoismo se constituyan sociedades, clanes, incluso familias, y que esto explique una parte de la cooperación humana. Pero en el momento en que hablas de acto desinteresado, libre y voluntario estamos hablando de otra cosa, de caridad, algo ajeno al egoismo. Una sociedad capitalista, y mucho más una comunista, no se mueven por ninguno de esos tres motores. La primera se basa en el consumo y el bienestar individual, y la segunda en la falta de libertad y un “bien común” que deciden unas élites.

La pobreza no se elimina a través del control de población (esto se situa entre la ideología consumista y el fascismo) sino a través de un justo reparto de lo necesario.

Claro que la labor de la caridad necesita conseguir medios, y mayores cuanto más grande sea su labor. Pero no es que la ayuda al necesitado se pavonee de sus logros, es que refleja la realidad de su actuación: unos resultados positivos, que no se consiguen a través de ningún otro medio, burocratizado y aprovechado. Porque la razón de su trabajo no es material, sino el Amor que los promotores de esta obra sienten hacia sus hermanos, y que garantizan la atención adecuada a los pobres.

El incentivo de estas organizaciones no es mantener unas cuentas claras. La clave la das tú mismo. La sociedad coopera en general porque se siente culpable de anteponer siempre su bienestar sobre la mera subsistencia del otro. Pero no nos engañemos, la culpabildad dura lo que se tarda en olvidarla con la siguiente fiesta, vacaciones, partido de fútbol, etc. Un cristiano sin embargo da por convencimiento de ser hijo de Dios, y, como tal, hermano del necesitado.

Pones como ejemplo a Bill Gates, pero sabrás que ha recibido críticas de usar su fundación para conseguir exenciones de impuestos, o de invertir al tiempo en empresas que provocan algunos de los problemas de salud contra los que lucha (Wikipedia). Creo que en general la filantropía de estos ricos va en este sentido, y hay poco de altruismo. Por otra parte desconozco la faceta filantrópica de Francis Bacon.

Sostienes que una caridad privada compensará las carencias de una economía libre basada en la propiedad privada. Es ilógico porque conservará los mismos defectos. Y fracasará, porque carecería de lo fundamental, un referente moral. Acabarán anteponiendo cualquier otro tipo de interés propio (político, económico, de prestigio) al destino real de ayuda. La única alternativa ya existe, el Hogar de Cristo o miles de otras instituciones cristianas similares. Porque el ejemplo a seguir no es tanto el Hogar de Cristo, sino el de Cristo.

Es verdad que las obras llevan a la salvación, junto con la fe. Pero un cristiano parte de la comprensión de la profundidad del mensaje de Jesús, y entiende la vida desde la perspectiva del Amor. Por tanto, sus obras son fundamentalmente una consecuencia de ese Amor.