Nathalie Evans ha perdido su apelación ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que pretendía usar embriones producidos durante una relación pasada para ser madre hoy. Abordamos en Chile Liberal este tema bioético.
Antes de leer nuestra narrativa y opinión, recomendaos ver el artículo y opiniones en el blog de El País:
Así lo vemos en Chile Liberal:
En 2000, después de dos años de relación amorosa, Nathalie Evans y Howard Johnston se enfrentaron a la noticia de que ella sufría de cáncer y el tratamiento para salvar su vida la dejaría estéril de por vida, de hecho, sus ovarios serían removidos. En ese momento, esta pareja decidió congelar embriones inseminados por ellos mismos, y así no renunciar de por vida a tener un hijo.
Pero un año más tarde pusieron punto final a su relación y los embriones permanecieron congelados. La mujer ha pretendido implantar sus embriones para lograr su sueño de ser madre, sin embargo, él se opone. Este es una decisión ética muy compleja.
Acá nos encontramos ante un asunto de responsabilidad individual, condición necesaria para que la libertad individual sea válida. La pareja decidió en su momento y bajo determinadas circunstancias llevar a cabo un proceso de congelación de embriones para ser padres en el futuro, pero partimos de la base que ambos estarían de acuerdo. Esta condición ya no es válida, por tanto, creemos que la reacción de Nathalie Evans es más emocional que racional, y la justicia ha actuado correctamente. De hecho, no se puede vulnerar la voluntad de una de las partes en un asunto tan delicado. ¿Por qué Howard habría de aceptar una paternidad a la cual él claramente se opone? "Quiero ser capaz de elegir cuándo y con quién quiero ser padre", ha declarado. Y lo apoyamos.
Pero estas situaciones ahora son prácticamente historia, ya que los nuevos adelantos tecnológicos permiten que una mujer pueda congelar sus propios óvulos, sin ser inseminados, de modo que la aspiración de cada persona a engendrar un hijo cobra nuevos bríos. Desgraciadamente, esta técnica no estaba disponible en 2000, por tanto la única solución posible fue la de congelar un embrión, el cual está sujeto a implantación uterina bajo acuerdo de ambas partes involucradas.
La legislación británica establece un plazo máximo de cinco años para mantener los embriones congelados, vale decir, los seis embriones de Nathalie y Howard deben ser destruidos dentro de los próximos 28 días, lo que implica la renuncia de por vida para ella a la maternidad. Terrible, pero desde luego que la ley debe acatarse.
El mismo Howard Johnston ha declarado que la decisión del tribunal es más que nada un triunfo del sentido común, y tiene razón. No era necesario apelar a los derechos humanos para tratar de validar la aspiración, aunque noble, insuficiente como para proceder con la implantación. Hasta que el embrión no esté alojado dentro de la madre, la decisión recae sobre ambas partes involucradas. Como no hay acuerdo unánime, el veredicto es que Nathalie Evans no podrá optar a ser madre y los embriones deberán destruirse.
Ver opinión de expertos médicos y científicos
Pero un año más tarde pusieron punto final a su relación y los embriones permanecieron congelados. La mujer ha pretendido implantar sus embriones para lograr su sueño de ser madre, sin embargo, él se opone. Este es una decisión ética muy compleja.
Acá nos encontramos ante un asunto de responsabilidad individual, condición necesaria para que la libertad individual sea válida. La pareja decidió en su momento y bajo determinadas circunstancias llevar a cabo un proceso de congelación de embriones para ser padres en el futuro, pero partimos de la base que ambos estarían de acuerdo. Esta condición ya no es válida, por tanto, creemos que la reacción de Nathalie Evans es más emocional que racional, y la justicia ha actuado correctamente. De hecho, no se puede vulnerar la voluntad de una de las partes en un asunto tan delicado. ¿Por qué Howard habría de aceptar una paternidad a la cual él claramente se opone? "Quiero ser capaz de elegir cuándo y con quién quiero ser padre", ha declarado. Y lo apoyamos.
Pero estas situaciones ahora son prácticamente historia, ya que los nuevos adelantos tecnológicos permiten que una mujer pueda congelar sus propios óvulos, sin ser inseminados, de modo que la aspiración de cada persona a engendrar un hijo cobra nuevos bríos. Desgraciadamente, esta técnica no estaba disponible en 2000, por tanto la única solución posible fue la de congelar un embrión, el cual está sujeto a implantación uterina bajo acuerdo de ambas partes involucradas.
La legislación británica establece un plazo máximo de cinco años para mantener los embriones congelados, vale decir, los seis embriones de Nathalie y Howard deben ser destruidos dentro de los próximos 28 días, lo que implica la renuncia de por vida para ella a la maternidad. Terrible, pero desde luego que la ley debe acatarse.
El mismo Howard Johnston ha declarado que la decisión del tribunal es más que nada un triunfo del sentido común, y tiene razón. No era necesario apelar a los derechos humanos para tratar de validar la aspiración, aunque noble, insuficiente como para proceder con la implantación. Hasta que el embrión no esté alojado dentro de la madre, la decisión recae sobre ambas partes involucradas. Como no hay acuerdo unánime, el veredicto es que Nathalie Evans no podrá optar a ser madre y los embriones deberán destruirse.
Ver opinión de expertos médicos y científicos
1 comentario:
Invitamos a leer una contra-argumentación en el blog católico de nuestro amigo Patoace:
Dignidad humana y del cuerpo
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