domingo, 22 de abril de 2007

Una tragedia americana

Les presentamos el siguiente artículo, traducido por Chile Liberal. Éste ha sido el tema de portada en The Economist (ver original). Tanto ellos como en Chile Liberal estamos a favor de restringir el acceso a las armas.

The Economist

Los políticos estadounidenses siguen negándose a debatir sobre las armas


Tras la masacre en la universidad Virginia Tech el 16 de abril pasado, mientras todo EEUU estaba en duelo por la pérdida de una generación de jóvenes estudiantes a acribillados por un sicópata, el Presidente George Bush y los candidatos que compiten por la presidencia ofrecieron sus condolencias y oraciones. Todos hablaron con gran elocuencia sobre el impacto y tristeza y horror que produjo la tragedia. La presidenta (Demócrata) de la Cámara de Representantes hizo un llamado a guardar “un minuto de silencio”. Sólo dos candidatos mencionaron las armas, y apoyaban su tenencia.

Cho Seung-hui no representa a los estudiantes norteamericanos, como tampoco Dylan Klebold y Eric Harris, los perpetradores de la masacre de Columbine en 1993 donde asesinaron a 13 de sus compañeros. Perturbados mentales existen en todas las sociedades. La diferencia es, como todos sabemos pero ninguna autoridad lo menciona , que en EEUU estos sujetos pueden adquirir fácilmente armamento de terrible poder de aniquilamiento. Cho mató a sus víctimas con dos pistolas, una de ellas una Glock 9mm semi automática, un arma de fuego rápida disponible en otros países sólo para los policías, pero que puede comprarse legalmente en cualquiera de las miles de armerías norteamericanas. Existen alrededor de 240 mil pistolas en EEUU, número mayor que el total de adultos, y alrededor de un tercio son revólveres de mano, fáciles de esconder y de usar. Si Cho no hubiese tenido acceso fácil a estas armas poderosas, este desequilibrado mental habría asesinado menos gente, o quizás a nadie.

Pero la tragedia de Virginia Tech, así como Columbine o Nickel Mines (Pennsylvania), donde cinco niñas fueron asesinadas en una escuela Amish el año pasado, no muestran la magnitud de la maldición de las armas. Mucho más perturbadora es la cosecha anual de acribillamientos que no ocurren en las masacres que salen a la luz pública: 14 mil homicidios rutinarios cometidos el 2005 con pistolas, pero sumemos los 16 mil suicidios con armas de fuego y 650 accidentes fatales (año 2004). Muchos de éstos, especialmente los suicidios, habrían ocurrido igualmente sin armas, pero ellas los hacen mucho más fáciles. Desde el asesinato de John Kennedy en 1963, más norteamericanos han perecido a causa de armas de fuego que en conflictos bélicos durante todo el siglo XX. En el año 2005, más de 400 niños fueron asesinados con armas de fuego.

Gatillo jalado, daño irreversible
Las noticias no son malas en todos los aspectos. Las muertes por armas de fuego han disminuido durante los años 90 y a principios de la década actual. Pero los niveles siguen siendo horrorosos, y volvieron a aumentar drásticamente durante el 2005. Los informes policiales demuestran que aumentaron mucho más rápido el 2006. William Braton, jefe de la policía de Los Ángeles (y anteriormente de Nueva York), hace referencia a “un temporal de crímenes en ciernes”. Los políticos de ambas facciones, dice, han sido “capturados” por la vociferante Asociación del Rifle Norteamericana (NRA). Su silencio sobre Virginia Tech demuestra que su observación es correcta.

El Partido Demócrata ha sido el más decepcionante, ya que hasta hace poco eran los defensores de la regulación de armas. En 1994, el presidente Bill Clinton aprobó un proyecto de ley que prohibía los rifles de asalto (incluidos los semi automáticos y los cargadores de alta capacidad para revólveres) y el año anterior impusieron requisitos para controlar el historial de los compradores. Pero los Demócratas creen que han pagado un precio demasiado alto por su coraje: perdieron la Cámara de Representantes en 1994 poco después de la prohibición de rifles de asalto, y posteriormente la presidencia el 2000. Si Al Gore hubiese ganado Arkansas o West Virginia, o su propio estado de Tennessee, todos ellos fuertemente a favor de las armas, él habría ganado la elección presidencial. En estos días, con la esperanza de una victoria el 2008 según lo que ocurra en los Estados Sureños y en el Oeste, sólo los Demócratas valientes se atreverían a hablar de restricción a las armas. Algunos no quieren ni siquiera contemplar la idea, desechándola como algo “insensible”.

El señor Bush, sin embargo, ha causado un daño gravísimo. Bajo su mandato, la prohibición de los rifles de asalto se dejó que caducara el 2004. Las nuevas leyes hacen mucho más ardua la tarea de rastrear las armas ilegales y requieren la eliminación de antecedentes personales de los compradores 24 horas después de iniciado un seguimiento. La administración Bush también ha reabierto el debate sobre la validez actual de la segunda enmienda, que consagra el derecho a portar armas. El mes pasado, una corte de apelaciones de Washington DC revocó la prohibición en la capital sobre las pistolas de mano, y declaró que viola la segunda enmienda. El caso de seguro pasará a la Corte Suprema, dominada por conservadores, la cual probablemente pondrá término a todos los esfuerzos a nivel estatal y local de controlar el acceso a las armas.

Sí a la libertad, pero ¿a cuál?
La frase más repetida en los debates sobre las armas es “libertad del individuo”. Cuando se trata de productos peligrosos, ya sean drogas, cigarrillos o automóviles veloces, normalmente en The Economist defendemos un enfoque más liberal que el de los gobiernos de EEUU. Pero cuando se trata de armamento, ya sea pistolas de mano, fusiles automáticos u otros diseñados específicamente para matar gente, creemos que es necesario aplicar ciertos controles, sin olvidar que el ser incapaces de lidiar con estos aparatos de violencia implica restringir otras libertades. En vez de un debate sobre las armas, EEUU ahora debate sobre la seguridad en los campus universitarios.

Los norteamericanos están ciertamente más intranquilos respecto a las armas de lo que muchos creen. Sólo un tercio de los grupos familiares cuenta con un arma, una disminución de 54% respecto al año 1977. En cada sondeo de opinión, una inmensa mayoría está a favor de aumentar las restricciones. Muy pocos norteamericanos apoyan una prohibición total, incluso de pistolas de mano, en realidad porque ya hay demasiado armamento en circulación, y mucha gente se siente razonablemente inquieta como para no buscar formas de protegerse. Pero hay mucho radio de acción sin infringir el derecho consagrado en la Constitución de este país.

La prohibición de los rifles de asalto debe renovarse, y sus conspicuos vacíos legales deben eliminarse. Ningún civil necesita una AK-47 con fines legítimos, pero un norteamericano puede comprar una en Internet por US $ 379,99. Las pistolas pueden hacerse mucho más seguras si se vendiesen obligadamente con dispositivos de seguridad a prueba de niños. Un sistema de registro de pistolas y sus dueños, tal como existe en todos los países del primer mundo, no amenaza a nadie excepto a los criminales. Períodos de espera, un flujo mayor de inteligencia, reglas más estrictas al comercio de armas y una lista negra de aquellos no aptos para adquirirlas serían medidas que beneficiarían a todos.
Muchas de las anteriores ya se están poniendo en práctica en varias ciudades y estados, y han funcionado bastante bien. Pero las jurisdicciones con reglas muy rígidas se ven afectadas por aquellas circundantes con una legislación débil. Sólo un esfuerzo a nivel federal producirá resultados reales. Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York, ha formado una coalición de alrededor de 180 otros alcaldes para implantar medidas de este tipo. Les deseamos buena suerte.

2 comentarios:

Chile Liberal dijo...

Nuestra tesis de que el Partido Republicano y la NRA son los culpables de muchos males de este mundo se ve reafirmada por The Economist.

Desgraciadamente, es imposible el "rule of law" por sobre el "rule of the gun" en EEUU. Pero por su propio bien debiesen aplicarse ciertas restricciones. Los dementes no deben tener acceso a armamento, por una cuestión de seguridad.

Anónimo dijo...

Hola Mister Liberal..
tanto tiempo como va?

Aer
Personalemnte no podría tomar un arma,
el o la weona que las promueve o las usa simplemente es un hijo de puta
fácil y bonito
gracias, la paz mundial

un beso en la frente

actualicé

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me aborté