En una sociedad de individuos civilizados florece el amor por el conocimiento, vale decir, la filosofía. También se cultiva el arte, porque no sólo de comercio vive el hombre.
Desde el principio de los tiempos, el ser humano se ha preguntado de dónde venimos. El instinto natural del hombre es conocer su entorno e indagar los misterios de la naturaleza, y para ello, ha especializado su saber y la filosofía, que es el sucedáneo del conocimiento, ha abierto paso a las ciencias.
La ciencia desde siempre se ha basado en evidencia e investigación, y a partir de éstas, enuncia leyes generales. Y como veremos en este artículo, una sociedad sana debe asumir que no hay un ser creador del universo que ha diseñado un plan para cada uno de nosotros y que escucha nuestras plegarias. Esta creencia es una aberración de nuestro intelecto, y este artículo pretende explicar por qué esto ocurre.
El espejismo metafísico de la mente
La existencia de un sujeto Todopoderoso es una creencia que ha acompañado al hombre desde siempre. Y la existencia de dicha criatura debe considerarse una hipótesis. Si alguien afirma con certeza absoluta que no es una hipótesis, entonces aquella persona debe presentar las pruebas correspondientes que respalden su certeza.
La propia sobrevivencia del Homo economicus se debe a la destreza de éste para confeccionar herramientas, organizar expediciones de cacería, desarrollar armas de caza, trabajar la tierra, y capacidad para comerciar. Todo esto ha sido creado por el hombre, desde tiempos inmemoriales.
El hombre antiguo miraba a su alrededor y notaba que había diseñado viviendas y caminos, había cazado animales y curtido pieles para confeccionar vestimentas. Había dominado el fuego y había inventado todo lo que le rodeaba. El hombre moderno también sabe que todo ha sido diseñado. La pantalla en la que lees estas líneas fue creada por alguien, manufacturada por alguien, y vendida por alguien. La electricidad que necesitas para leer este artículo fue inventada por alguien, es proporcionada ahora por alguien, y es pagada por alguien. Los edificios fueron planeados por alguien. Detrás de todos nuestros electrodomésticos, construcciones y medios de transporte, hay alguien.
Mediante un mecanismo que aún no comprendemos bien, el hombre mira al cielo, observa las montañas, contempla los ríos y el mar, y también cree que Alguien los diseñó. Esta confusión de la mente es -como decíamos-, una aberración de nuestro raciocinio. El hombre cree que existe un Alguien que nos mira, Alguien nos dio vida, Alguien nos construyó el mundo, Alguien inventó el universo.
Y para algunos ese Alguien no es una hipótesis, sino una certeza absoluta y eterna.
Afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias
Si tú declaras, con total seguridad, que Alguien nos creó, este blog insiste en que se debe presentar pruebas que avalen dicha afirmación. Mientras no se produzca evidencia, es lógico que uno se declare escéptico (el estado por defecto de una mente racional) ante la hipótesis del Alguien.
En el video que este blog presenta al final del artículo, el filósofo norteamericano Sam Harris (el verdadero gestor del ateísmo militante) nos recuerda que el escepticismo rige para todos, incluso los creyentes. Con no poca sorna, Harris nos plantea que si yo le digo a un creyente que su esposa lo engaña con otro hombre, él me pedirá pruebas. No se le puede decir "lo escuché en un sueño" o "tuve una revelación". Una afirmación debe respaldarse, siempre, y corre para todos sin excepción, y todos exigimos respaldos a las afirmaciones que nos hacen. ¿Por qué entonces los creyentes afirman con certeza absoluta que sí hay un creador del universo, e insisten en creer sin evidencia alguna ("tener fe")?
Algunos aseguran que sí hay pruebas. En particular, se considera "pruebas" a las especulaciones de Tomás de Aquino. Ya lo vimos en Dawkins analiza a Tomás de Aquino. Pero como vimos, ninguno de sus argumentos confirma la existencia de dios. A continuación un breve resumen de las "vías" de Tomás de Aquino.
Vía 1, 2 y 3: las regresiones
Hubo un originador del universo. Nada viene de la nada, nada se mueve por la nada, etc. El problema es que si llegamos al origen del universo, y declaramos que ese origen es "dios", el sr Aquino no demuestra cuál es el origen de lo que él arbitrariamente llama "dios". Dicho de otro modo, él afirma que existe dios, pero no clarifica el problema de fondo: ¿quién creó a dios? Su regresión es terminada abruptamente para asegurar, sin convencer, que dios existe. Más aún, ¿por qué le llama dios? No explica tampoco por qué dicho ser escucha nuestras oraciones, nos envía pruebas, bendice a nuestro ejército, o designa a un ciudadano alemán como su representante en la tierra.
Vía 4: el amor
Muchos dicen que el amor prueba que dios existe. Ésta es lejos la prueba más tonta, pero la más convincente para algunos. El amor es un sentimiento, o sea, un flujo de reacciones químicas de nuestro cerebro, que nos permite vivir en sociedad, y cuyo origen es claramente explicado mediante los mecanismos biológicos evolutivos (que veremos más adelante).
Vía 5: la apariencia de diseño
Desde las vellosidades en las ventanas de la nariz hasta la complejidad del ojo humano, todo parece estar sujeto a un diseño. Es entendible por qué nuestros antepasados pensaron que un ser desde el cielo nos mira y nos creó, simplemente porque nuestro raciocinio, por elemental que sea, nos dice que hay una apariencia de diseño. Pero es una ilusión. La Teoría de la evolución mediante selección natural explica con elegancia cómo se ha llegado a tal grado de complejidad, y por qué los organismos mayores aparentan estar diseñados.
Para comprender todo lo anterior, partimos de la filosofía, y continuamos por los senderos más profundos de las ciencias, sea la astronomía, la física o la química, para comprender el origen del universo; o la biología y medicina para comprender el funcionamiento del cuerpo humano. Las ciencias sociales, por su parte, permiten estudiar y comprender los grupos de individuos y sus reacciones. Y más aún, hemos inventado el arte, la cultura y la ética, que forman parte del humanismo, gracias al cual entendemos todo lo que va más allá de las ciencias y que es producto de nuestra mente. Todo lo anterior surge desde nuestro cerebro, y uniendo a materia y cultura ya encontramos a especialistas como Steven Pinker, que continúan desentrañando los misterios del comportamiento humano y de su mente.
En ninguna parte se necesita a "dios". Por lo mismo, el estudio de aquella hipótesis de "dios", la teología, no puede tomarse en serio, porque su hipótesis fundamental es débil, y se desmorona irremediablemente a medida que las ciencias avanzan. Su propio objeto de estudio, el tal dios, es improbable, de hecho, es tan enorme la escasez de pruebas que la misma falta de evidencia a su favor ya puede considerarse casi como -aunque parezca absurdo- una prueba de su inexistencia.
¿Al azar?
Es común escuchar gente que dice que la evolución no puede ser, simplemente porque es ridículo creer que el hombre surgió y se desarrolló al azar. En esto estamos todos de acuerdo. El azar sería absurdo, casi como creer que un automóvil puede crearse a partir de un remolino en un taller mecánico.
Pero la Teoría de la evolución mediante selección natural explica EXACTAMENTE LO OPUESTO. La selección natural nos muestra que nada es al azar. Las mutaciones de los organismos sí son al azar, pero la selección natural es implacable: sólo los más aptos sobreviven. De aquí se desprende por qué existe una apariencia de diseño.
De hecho, el creer en dios es lo inverosímil. Afirmar que "un ser creador del universo nos ha creado" es descabellado, no así las explicaciones darwinianas. Creer en dios es equivalente a asumir que un remolino en un taller mecánico producirá un automóvil.
Darwin ha presentado su teoría, nos ha explicado la selección natural y cómo los organismos finalmente muestran una apariencia de diseño. ¿Dónde están las pruebas de los creyentes?
En ninguna parte.
A no ser que las especulaciones de Aquino se consideren pruebas. Ya vimos que el monjo medieval no comprobó absolutamente nada.
Algunos dicen que "el corazón tiene razones que la mente no entiende". Si así es, entonces ya no estamos hablando ni de ciencia ni de un estudio sistemático. Por lo mismo, la "teología" pudo aceptarse como ciencia en una etapa primaria del conocimiento humano. Hoy, la evidencia es abrumadora en contra de un ser celestial todopoderoso.
Quizás insistas en creer en dios. Si así es, te debo recordar qué es la selección natural, y que nada es al azar, todo lo contrario. Si después que se te explica la evolución mediante selección natural sigues afirmando que no te convence, y que un inverosímil ser todopoderoso te parece más lógico, quizás se deba a que no eres una persona muy inteligente, o quizás, aún te falta pensarlo bien.
Pero si eres una persona medianamente inteligente, y has pensado y meditado las explicaciones dadas, e insistes en creer en dios, eso significa que eres un completo imbécil... o simplemente eres una persona intrínsecamente perversa.
Desde el principio de los tiempos, el ser humano se ha preguntado de dónde venimos. El instinto natural del hombre es conocer su entorno e indagar los misterios de la naturaleza, y para ello, ha especializado su saber y la filosofía, que es el sucedáneo del conocimiento, ha abierto paso a las ciencias.
La ciencia desde siempre se ha basado en evidencia e investigación, y a partir de éstas, enuncia leyes generales. Y como veremos en este artículo, una sociedad sana debe asumir que no hay un ser creador del universo que ha diseñado un plan para cada uno de nosotros y que escucha nuestras plegarias. Esta creencia es una aberración de nuestro intelecto, y este artículo pretende explicar por qué esto ocurre.
El espejismo metafísico de la mente
La existencia de un sujeto Todopoderoso es una creencia que ha acompañado al hombre desde siempre. Y la existencia de dicha criatura debe considerarse una hipótesis. Si alguien afirma con certeza absoluta que no es una hipótesis, entonces aquella persona debe presentar las pruebas correspondientes que respalden su certeza.
La propia sobrevivencia del Homo economicus se debe a la destreza de éste para confeccionar herramientas, organizar expediciones de cacería, desarrollar armas de caza, trabajar la tierra, y capacidad para comerciar. Todo esto ha sido creado por el hombre, desde tiempos inmemoriales.
El hombre antiguo miraba a su alrededor y notaba que había diseñado viviendas y caminos, había cazado animales y curtido pieles para confeccionar vestimentas. Había dominado el fuego y había inventado todo lo que le rodeaba. El hombre moderno también sabe que todo ha sido diseñado. La pantalla en la que lees estas líneas fue creada por alguien, manufacturada por alguien, y vendida por alguien. La electricidad que necesitas para leer este artículo fue inventada por alguien, es proporcionada ahora por alguien, y es pagada por alguien. Los edificios fueron planeados por alguien. Detrás de todos nuestros electrodomésticos, construcciones y medios de transporte, hay alguien.
Mediante un mecanismo que aún no comprendemos bien, el hombre mira al cielo, observa las montañas, contempla los ríos y el mar, y también cree que Alguien los diseñó. Esta confusión de la mente es -como decíamos-, una aberración de nuestro raciocinio. El hombre cree que existe un Alguien que nos mira, Alguien nos dio vida, Alguien nos construyó el mundo, Alguien inventó el universo.
Y para algunos ese Alguien no es una hipótesis, sino una certeza absoluta y eterna.
Afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias
Si tú declaras, con total seguridad, que Alguien nos creó, este blog insiste en que se debe presentar pruebas que avalen dicha afirmación. Mientras no se produzca evidencia, es lógico que uno se declare escéptico (el estado por defecto de una mente racional) ante la hipótesis del Alguien.
En el video que este blog presenta al final del artículo, el filósofo norteamericano Sam Harris (el verdadero gestor del ateísmo militante) nos recuerda que el escepticismo rige para todos, incluso los creyentes. Con no poca sorna, Harris nos plantea que si yo le digo a un creyente que su esposa lo engaña con otro hombre, él me pedirá pruebas. No se le puede decir "lo escuché en un sueño" o "tuve una revelación". Una afirmación debe respaldarse, siempre, y corre para todos sin excepción, y todos exigimos respaldos a las afirmaciones que nos hacen. ¿Por qué entonces los creyentes afirman con certeza absoluta que sí hay un creador del universo, e insisten en creer sin evidencia alguna ("tener fe")?
Algunos aseguran que sí hay pruebas. En particular, se considera "pruebas" a las especulaciones de Tomás de Aquino. Ya lo vimos en Dawkins analiza a Tomás de Aquino. Pero como vimos, ninguno de sus argumentos confirma la existencia de dios. A continuación un breve resumen de las "vías" de Tomás de Aquino.
Vía 1, 2 y 3: las regresiones
Hubo un originador del universo. Nada viene de la nada, nada se mueve por la nada, etc. El problema es que si llegamos al origen del universo, y declaramos que ese origen es "dios", el sr Aquino no demuestra cuál es el origen de lo que él arbitrariamente llama "dios". Dicho de otro modo, él afirma que existe dios, pero no clarifica el problema de fondo: ¿quién creó a dios? Su regresión es terminada abruptamente para asegurar, sin convencer, que dios existe. Más aún, ¿por qué le llama dios? No explica tampoco por qué dicho ser escucha nuestras oraciones, nos envía pruebas, bendice a nuestro ejército, o designa a un ciudadano alemán como su representante en la tierra.
Vía 4: el amor
Muchos dicen que el amor prueba que dios existe. Ésta es lejos la prueba más tonta, pero la más convincente para algunos. El amor es un sentimiento, o sea, un flujo de reacciones químicas de nuestro cerebro, que nos permite vivir en sociedad, y cuyo origen es claramente explicado mediante los mecanismos biológicos evolutivos (que veremos más adelante).
Vía 5: la apariencia de diseño
Desde las vellosidades en las ventanas de la nariz hasta la complejidad del ojo humano, todo parece estar sujeto a un diseño. Es entendible por qué nuestros antepasados pensaron que un ser desde el cielo nos mira y nos creó, simplemente porque nuestro raciocinio, por elemental que sea, nos dice que hay una apariencia de diseño. Pero es una ilusión. La Teoría de la evolución mediante selección natural explica con elegancia cómo se ha llegado a tal grado de complejidad, y por qué los organismos mayores aparentan estar diseñados.
Para comprender todo lo anterior, partimos de la filosofía, y continuamos por los senderos más profundos de las ciencias, sea la astronomía, la física o la química, para comprender el origen del universo; o la biología y medicina para comprender el funcionamiento del cuerpo humano. Las ciencias sociales, por su parte, permiten estudiar y comprender los grupos de individuos y sus reacciones. Y más aún, hemos inventado el arte, la cultura y la ética, que forman parte del humanismo, gracias al cual entendemos todo lo que va más allá de las ciencias y que es producto de nuestra mente. Todo lo anterior surge desde nuestro cerebro, y uniendo a materia y cultura ya encontramos a especialistas como Steven Pinker, que continúan desentrañando los misterios del comportamiento humano y de su mente.
En ninguna parte se necesita a "dios". Por lo mismo, el estudio de aquella hipótesis de "dios", la teología, no puede tomarse en serio, porque su hipótesis fundamental es débil, y se desmorona irremediablemente a medida que las ciencias avanzan. Su propio objeto de estudio, el tal dios, es improbable, de hecho, es tan enorme la escasez de pruebas que la misma falta de evidencia a su favor ya puede considerarse casi como -aunque parezca absurdo- una prueba de su inexistencia.
¿Al azar?
Es común escuchar gente que dice que la evolución no puede ser, simplemente porque es ridículo creer que el hombre surgió y se desarrolló al azar. En esto estamos todos de acuerdo. El azar sería absurdo, casi como creer que un automóvil puede crearse a partir de un remolino en un taller mecánico.
Pero la Teoría de la evolución mediante selección natural explica EXACTAMENTE LO OPUESTO. La selección natural nos muestra que nada es al azar. Las mutaciones de los organismos sí son al azar, pero la selección natural es implacable: sólo los más aptos sobreviven. De aquí se desprende por qué existe una apariencia de diseño.
De hecho, el creer en dios es lo inverosímil. Afirmar que "un ser creador del universo nos ha creado" es descabellado, no así las explicaciones darwinianas. Creer en dios es equivalente a asumir que un remolino en un taller mecánico producirá un automóvil.
Darwin ha presentado su teoría, nos ha explicado la selección natural y cómo los organismos finalmente muestran una apariencia de diseño. ¿Dónde están las pruebas de los creyentes?
En ninguna parte.
A no ser que las especulaciones de Aquino se consideren pruebas. Ya vimos que el monjo medieval no comprobó absolutamente nada.
Algunos dicen que "el corazón tiene razones que la mente no entiende". Si así es, entonces ya no estamos hablando ni de ciencia ni de un estudio sistemático. Por lo mismo, la "teología" pudo aceptarse como ciencia en una etapa primaria del conocimiento humano. Hoy, la evidencia es abrumadora en contra de un ser celestial todopoderoso.
Quizás insistas en creer en dios. Si así es, te debo recordar qué es la selección natural, y que nada es al azar, todo lo contrario. Si después que se te explica la evolución mediante selección natural sigues afirmando que no te convence, y que un inverosímil ser todopoderoso te parece más lógico, quizás se deba a que no eres una persona muy inteligente, o quizás, aún te falta pensarlo bien.
Pero si eres una persona medianamente inteligente, y has pensado y meditado las explicaciones dadas, e insistes en creer en dios, eso significa que eres un completo imbécil... o simplemente eres una persona intrínsecamente perversa.
Entrevista a Sam Harris (en castellano)