Lejos, la más soporífica, insípida, sosa y mediocre de las columnas de El Mercurio es la de Karin Ebensberger. Y ojo, que ser insulso en El Mercurio significa ser más fome que la chucha.
La última de las columnas que me ha hecho urdir ideas que no sabía que podía concebir ha sido la rupturista reflexión sobre Susan Boyle y la nueva sociedad planetaria, cha-chaaaan. Fomensberger declara cosas que nadie se había dado cuenta: "el poder que está adquiriendo un clic en el computador" y la "influencia de la sociedad virtual", o "las personas ya no reciben pasivamente lo que la TV les entrega, sino que 'visitan' lo que les interesa", entre otras novedades de tipo futurista. Pensar que los diarios de peso en el mundo ponen toda la carne a la parrilla los fines de semana. En Chile, El Mercurio, el principal diario de un país gris y conformista, pone a Karin Ebsensperger para que nos diga que China se está convirtiendo en una potencia, o que le emociona Sarah Palin (la crisis ha demostrado que China está a años luz de ser una potencia; Sarah Palin fue la culpable que McCain perdiese).
Uno de los aspectos más notables del siglo XVIII fue la consolidación de la "opinión pública", gracias a la acción de la prensa. Las novedades técnicas de la época permitieron publicar no sólo más libros, sino mantener informados a los individuos. A finales de aquel maravilloso siglo existían numerosos periódicos semanales, a principios del siglo de las luces, no había periódicos. El resultado fue que las ideas de un Voltaire o un Diderot empezaron a calar hondo. Cuando estalló la Revolución Francesa los pensadores ilustrados ya estaban todos muertos, pero sus ideas estaban más vivas que nunca. Cuando se desencadenaron las revueltas, un columnista declaró que todo aquello era consecuencia de Voltaire. Tal es el poder que tiene la prensa, por eso es tan preciosa la libertad de expresión y la libertad de imprenta. ¿Se puede hacer algo en Chile con un diario tan cagón como El Mercurio y sus columnistas con el peso específico de un paquete de cabritas? Yo por años he sido suscriptor de The Economist porque cuando me llega la carta para renovar el contrato, me recuerdan que el compromiso de ellos es entregar artículos "thought-provoking", innovadores, críticos, irreverentes e incluso choqueantes No se quedan atrás el Wall Street Journal u otros, capaces de derrocar gobiernos. Creo que es deber de cualquier lector de este blog (en su mayoría gente educada) el ser suscriptor de un diario, o sea, de recibir un diario impreso todos los días. Si el "patrón oro" de la prensa chilena es El Mercurio, creo que tenemos una calidad de prensa enferma de rasca y tendremos que conformarnos con prensa foránea.
¿Y qué significa Susan Boyle entonces?
Luego de décadas de estabilidad económica, de crecimiento, de democratización en el mundo y de eliminación de barreras al comercio, se creó una sensación de seguridad sin precedentes. Más aún con la caída del comunismo y el supuesto "fin de la historia": democracia y capitalismo eran los valores universales, que China y Rusia, India y Brasil estaban tratando de adoptar. No es de extrañarse que como consecuencia el mundo viviese un delirio, y surgió la "cultura de las celebridades". Hoy todos estamos al tanto de lo que ocurre entre Angelina y Brad, y del terrible suplicio de Jen, tanto así que no hay periodista capaz de explicar qué es el quantitative easing (expansión monetaria cuantitativa), mientras el mundo se cae a pedazos, pero no importa, la familia de Brad Pitt es lo que todos sabemos, y es lo que realmente importa. Hemos caído tan bajo que Sarah Palin entusiasma a Karin Ebensperger por tener muchos hijos, y uno de ellos mongolito: eso fue valentía.
Acierta la columnista al destacar que Susan Boyle viene de un pueblito de Escocia, y el jurado, todos ingleses metropolitanos, se ríen de ella. Pero también la audiencia. El público siente vergüenza ajena. La concursante no sólo es vieja, sino además, fea. Es espantosamente fea. Vivimos en una era que exalta lo joven, con o sin talento, da lo mismo. Que una cantante tenga tetas de silicona es de rigueur. Si sabe cantar o no, eso es otro cuento. Aplaudimos las apariencias, las revistas se llenan de historias, nos dejamos llevar por la cultura de las celebridades, hasta que empiezan a influenciar la vida común de las masas. Basta ver las expresiones faciales de las niñas en la audiencia antes de escuchar a Boyle, para darse cuenta de cuál es el monstruo que ha engendrado la sociedad capitalista y democrática.
Lejos de llegar cabizbaja y temerosa, la señora Boyle llegó rebosante de vitalidad, exudando confianza en sí misma, aunque después de ver el clip un par de veces está claro que luchaba contra el nerviosismo. La gente se burló de su intento por ponerse de igual a igual con el resto. Pero no fue sólo la audiencia. Los que hemos visto el clip, millones de personas en el mundo, nos burlamos también. Nos reímos de Susan Bolye todos. "¿Qué edad tienes, Susan?", pregunta Simon Cowell. "Tengo 47", Cowell y la audiencia expresan asco. "Quiero ser cantante profesional", sentencia, y la cámara muestra a una adolescente riéndose con desprecio. Cantantes profesionales son Britney Spears, no una pueblerina de 47 años.
Todo fue desprecio, arrogancia, burla. Hasta que Susan Boyle, desempleada, cantó. Empezó a entonar "I Dreamed A Dream", de Les Misérables. Es entendible el éxito del video no por la altisonante y rimbombante pelotudez de la "sociedad planetaria" de Ebensperger. Sino porque empezó en Gran Bretaña, país azotado por el desempleo, poblado de gente que se creía rica por tener una casa que valía cantidades astronómicas, pero que ahora valen nada, y los bancos en la ruina las reclaman, y la gente se encuentra con deudas que no puede pagar. Esa gente, desmpleada igual que la señora Boyle, se creía mucho, pensaban que podían burlarse. Un país tan musical como ése se olvidó que los cantantes deben saber cantar. A medida que Susan Boyle sigue con su presentación la gente se emociona, y algunos lloran. Nos burlamos del más débil, del viejo y del feo. Su voz nos hizo darnos cuenta de que somos unos huevones de mierda, unos superficiales. Nos reímos de alguien antes que empezara a cantar, y cuando oímos su voz nos dimos cuenta de nuestra miseria.
Cuando Susan Boyle termina su número, todos sentimos vergüenza. No quisimos prestar atención a una persona talentosa simplemente porque estamos enceguecidos por las apariencias. Al final todos se pusieron de pie y la aplaudieron a rabiar. Susan Boyle, una modesta escocesa, fue una mujer que con su preciosa voz sostuvo un espejo frente al mundo, y todos vimos lo que realmente somos, o en lo que nos hemos convertido.
Una sociedad obnubilada por la estupidez e incapaz de reconocer el talento, es una sociedad condenada al fracaso. Si queda alguno por ahí que aún no haya visto el video, pueden verlo ahora (aquí subtitulado), o pueden repetírselo.
La última de las columnas que me ha hecho urdir ideas que no sabía que podía concebir ha sido la rupturista reflexión sobre Susan Boyle y la nueva sociedad planetaria, cha-chaaaan. Fomensberger declara cosas que nadie se había dado cuenta: "el poder que está adquiriendo un clic en el computador" y la "influencia de la sociedad virtual", o "las personas ya no reciben pasivamente lo que la TV les entrega, sino que 'visitan' lo que les interesa", entre otras novedades de tipo futurista. Pensar que los diarios de peso en el mundo ponen toda la carne a la parrilla los fines de semana. En Chile, El Mercurio, el principal diario de un país gris y conformista, pone a Karin Ebsensperger para que nos diga que China se está convirtiendo en una potencia, o que le emociona Sarah Palin (la crisis ha demostrado que China está a años luz de ser una potencia; Sarah Palin fue la culpable que McCain perdiese).
Uno de los aspectos más notables del siglo XVIII fue la consolidación de la "opinión pública", gracias a la acción de la prensa. Las novedades técnicas de la época permitieron publicar no sólo más libros, sino mantener informados a los individuos. A finales de aquel maravilloso siglo existían numerosos periódicos semanales, a principios del siglo de las luces, no había periódicos. El resultado fue que las ideas de un Voltaire o un Diderot empezaron a calar hondo. Cuando estalló la Revolución Francesa los pensadores ilustrados ya estaban todos muertos, pero sus ideas estaban más vivas que nunca. Cuando se desencadenaron las revueltas, un columnista declaró que todo aquello era consecuencia de Voltaire. Tal es el poder que tiene la prensa, por eso es tan preciosa la libertad de expresión y la libertad de imprenta. ¿Se puede hacer algo en Chile con un diario tan cagón como El Mercurio y sus columnistas con el peso específico de un paquete de cabritas? Yo por años he sido suscriptor de The Economist porque cuando me llega la carta para renovar el contrato, me recuerdan que el compromiso de ellos es entregar artículos "thought-provoking", innovadores, críticos, irreverentes e incluso choqueantes No se quedan atrás el Wall Street Journal u otros, capaces de derrocar gobiernos. Creo que es deber de cualquier lector de este blog (en su mayoría gente educada) el ser suscriptor de un diario, o sea, de recibir un diario impreso todos los días. Si el "patrón oro" de la prensa chilena es El Mercurio, creo que tenemos una calidad de prensa enferma de rasca y tendremos que conformarnos con prensa foránea.
¿Y qué significa Susan Boyle entonces?
Luego de décadas de estabilidad económica, de crecimiento, de democratización en el mundo y de eliminación de barreras al comercio, se creó una sensación de seguridad sin precedentes. Más aún con la caída del comunismo y el supuesto "fin de la historia": democracia y capitalismo eran los valores universales, que China y Rusia, India y Brasil estaban tratando de adoptar. No es de extrañarse que como consecuencia el mundo viviese un delirio, y surgió la "cultura de las celebridades". Hoy todos estamos al tanto de lo que ocurre entre Angelina y Brad, y del terrible suplicio de Jen, tanto así que no hay periodista capaz de explicar qué es el quantitative easing (expansión monetaria cuantitativa), mientras el mundo se cae a pedazos, pero no importa, la familia de Brad Pitt es lo que todos sabemos, y es lo que realmente importa. Hemos caído tan bajo que Sarah Palin entusiasma a Karin Ebensperger por tener muchos hijos, y uno de ellos mongolito: eso fue valentía.
Acierta la columnista al destacar que Susan Boyle viene de un pueblito de Escocia, y el jurado, todos ingleses metropolitanos, se ríen de ella. Pero también la audiencia. El público siente vergüenza ajena. La concursante no sólo es vieja, sino además, fea. Es espantosamente fea. Vivimos en una era que exalta lo joven, con o sin talento, da lo mismo. Que una cantante tenga tetas de silicona es de rigueur. Si sabe cantar o no, eso es otro cuento. Aplaudimos las apariencias, las revistas se llenan de historias, nos dejamos llevar por la cultura de las celebridades, hasta que empiezan a influenciar la vida común de las masas. Basta ver las expresiones faciales de las niñas en la audiencia antes de escuchar a Boyle, para darse cuenta de cuál es el monstruo que ha engendrado la sociedad capitalista y democrática.
Lejos de llegar cabizbaja y temerosa, la señora Boyle llegó rebosante de vitalidad, exudando confianza en sí misma, aunque después de ver el clip un par de veces está claro que luchaba contra el nerviosismo. La gente se burló de su intento por ponerse de igual a igual con el resto. Pero no fue sólo la audiencia. Los que hemos visto el clip, millones de personas en el mundo, nos burlamos también. Nos reímos de Susan Bolye todos. "¿Qué edad tienes, Susan?", pregunta Simon Cowell. "Tengo 47", Cowell y la audiencia expresan asco. "Quiero ser cantante profesional", sentencia, y la cámara muestra a una adolescente riéndose con desprecio. Cantantes profesionales son Britney Spears, no una pueblerina de 47 años.
Todo fue desprecio, arrogancia, burla. Hasta que Susan Boyle, desempleada, cantó. Empezó a entonar "I Dreamed A Dream", de Les Misérables. Es entendible el éxito del video no por la altisonante y rimbombante pelotudez de la "sociedad planetaria" de Ebensperger. Sino porque empezó en Gran Bretaña, país azotado por el desempleo, poblado de gente que se creía rica por tener una casa que valía cantidades astronómicas, pero que ahora valen nada, y los bancos en la ruina las reclaman, y la gente se encuentra con deudas que no puede pagar. Esa gente, desmpleada igual que la señora Boyle, se creía mucho, pensaban que podían burlarse. Un país tan musical como ése se olvidó que los cantantes deben saber cantar. A medida que Susan Boyle sigue con su presentación la gente se emociona, y algunos lloran. Nos burlamos del más débil, del viejo y del feo. Su voz nos hizo darnos cuenta de que somos unos huevones de mierda, unos superficiales. Nos reímos de alguien antes que empezara a cantar, y cuando oímos su voz nos dimos cuenta de nuestra miseria.
Cuando Susan Boyle termina su número, todos sentimos vergüenza. No quisimos prestar atención a una persona talentosa simplemente porque estamos enceguecidos por las apariencias. Al final todos se pusieron de pie y la aplaudieron a rabiar. Susan Boyle, una modesta escocesa, fue una mujer que con su preciosa voz sostuvo un espejo frente al mundo, y todos vimos lo que realmente somos, o en lo que nos hemos convertido.
Una sociedad obnubilada por la estupidez e incapaz de reconocer el talento, es una sociedad condenada al fracaso. Si queda alguno por ahí que aún no haya visto el video, pueden verlo ahora (aquí subtitulado), o pueden repetírselo.
Susan Boyle en Britain's Got Talent