Fiasco Piñera-Bielsa

En el artículo anterior formulé una crítica —constructiva, espero— a la gestión futbolística del Director Técnico de la Selección de Chile, el argentino Marcelo Bielsa. En ningún caso fue intención de este sitio el usar un comentario de cariz técnico, con una aproximación exacta, para conseguir una supuesta revancha ante el desaire del seleccionador al presidente del país.

El artículo de hecho lo escribí a bordo del TGV, desconectado de lo que ocurría, y más preocupado del excelente número de Le Point (versión gala de The Economist) sobre el romanticismo, que de la polémica que estallaba en esos momentos en palacio, de la cual de hecho me enteré después de subir el artículo. Insisto que mi análisis previo fue publicado basándome estrictamente en el desempeño del combinado nacional (descrito, cabe destacar, por un comentarista francés como «jeune et remarquable»)

Llega el turno, ahora, de referirme a los hechos extra-deportivos, los cuales —sostengo— no debiesen influir en la decisión sobre la continuidad de Bielsa, ya que para ello debemos atenernos estrictamente a lo que ocurre dentro de la cancha o alrededor de ella, y no lo que pueda ocurrir en los salones de palacio.

Bielsa fue, digámoslo sin circunloquio: un roto de mierda. Un grosero. Eso, señor Bielsa, no se hace: dejar pagando al presidente de una república democrática. Más aún, cuando es de un país no sólo vecino, sino hermano, con una historia en común que nos une.

¿Fue un error invitar al plantel a una apoteósica recepción en palacio? Sí, lo fue. Si se planteó como catarsis posterior al 27-F, quizás sería entendible, pero ya después del primer fiasco en el complejo deportivo de la Selección, en que ocurrió un incidente similar, Piñera debió haber actuado con más prudencia. El incontenible deseo de figuración del actual mandatario debe ser un tema urgente para sus asesores. Esto bajo ninguna circunstancia justifica un desaire al presidente.

Piñera no es Kim Jong Il, líder de facto de Corea del Norte, ni Fidel Castro, presidente vitalicio de Cuba. No se le pidió a Bielsa una genuflexión ante el presidente de Chile, ni una reverencia. Bastaba con un protocolar apretón de manos.

Imaginemos que Chile, por estupidez inescrutabe, grava con un 200% de arancel la importación de Macs. Visita Chile Steve Jobs y Piñera lo invita a un encuentro. Por furioso que estuviese el CEO de Apple, no lo deja pagando al presidente. Se dan un saludo cordial, pero firme, como demanda la circunstancia. Esta semana, visitó La Moneda el COO —Jefe de Operaciones— de Selección Chilena de Football Inc. ¿Qué le hizo Piñera a Bielsa que justifique un desaire a nivel protocolar? ¿Le ridiculizó en público? ¿Se inmiscuyó en su trabajo? No, Piñera no ha hecho nada, salvo comportarse como un hincha más, a pesar que su investidura exige más dignidad republicana.

Seamos claros: en Chile Liberal nos disgusta la señora Kirchner. Su saqueo de las pensiones que con esfuerzo los argentinos habían ahorrado, su manipulación del Banco Central, el maquillaje de cifras, la corrupción rampante, la alienación de los sectores agrícolas, no merece un aplauso de nuestro sitio. No seríamos capaces, no obstante, de dejarla pagando si estuviésemos frente a ella. No llegaríamos al extremo de decirle: "galla como estaaai, ay que te ves regia con tanto botox, qué bien además que has manejado al país te pasaste galla". No, desde luego que no. Pero la habríamos saludado con un apretón de manos protocolar, firme, con un mínimo de cordialidad.

Eso, señor Carlos Peña, no se llama hipocresía, sino compostura. Y Bielsa no la tuvo, porque fue un roto, y no una vez, sino dos. Inaceptable, y me quedan las dudas sobre quien realmente escribió la carta ofreciendo disculpas.