"Fortuna: 1.200 millones de dólares
Presidencia de la república: sin precio
Hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás está MasterCard."
El acceso al crédito empoderó a los chilenos, y el gobierno de Pinochet fue finalmente derribado. Detrás del crédito a las masas estuvo el empresario chileno Sebastián Piñera
El crédito es el aceite que mantiene engrasados los engranajes de la economía de mercado. Gracias al crédito podemos contar con "dinero que no tenemos para comprar cosas que no necesitamos". La belleza de la economía de mercado es que para funcionar correctamente necesita individuos pujantes y de una institucionalidad que resguarde las libertades individuales y los derechos de propiedad. La democracia, como sistema político, es la consecuencia lógica de una economía de mercado, y a su vez, la economía de mercado es la consecuencia lógica de una democracia. La democratización del crédito es la verdadera democracia. Para que todo marche, debe existir el crédito.
Hoy vivimos una enorme crisis financiera denominada "credit crunch", es decir, se contrae el crédito: no hay. Los bancos dejaron de prestarse dinero entre ellos con lo que dejaron de crear riqueza, y éstos acabaron por no prestar dinero a los consumidores ni a las empresas. Los consumidores no pueden consumir y las empresas dejan de dar trabajo. Gracias a los créditos hipotecarios, las grandes masas, antes indolentes y empobrecidas, accedieron al sueño de la casa propia. Al contar con su chocita, hasta el más modesto participante de la economía de mercado exige respeto a su propiedad. Dicho de otro modo, valió la pena arriesgarse para lograr que las masas accedieran a la casa propia. La actual crisis no desencadenará ni golpes de estado ni guerras civiles ni revoluciones. Todos somos agentes en la economía de mercado, todos estamos en problemas, y a todos nos conviene la estabilidad.
Chilenos empoderados
Durante el gobierno de facto de Augusto Pinochet, no hubo respeto ni a las libertades individuales, ni civiles, sólo hubo resguardo a los derechos de propiedad—al menos de algunos. Esto se conoce como capitalismo de amigiotes ("crony capitalism"). El ex mandatario dio, sin advertirlo, un fatal paso en falso al generar las condiciones para que un emprendedor chileno introdujera al país las "tarjetas de crédito", toda una novedad a finales de los 70, y ya un producto de primera necesidad a fines de los 80. La historia de la tarjeta de crédito refleja el auge y caída del gobierno militar.
Al tener acceso al crédito, más chilenos entendieron la necesidad de mantener estabilidad de precios y controlar la inflación. Con acceso al crédito, los chilenos comenzaron a disfrutar de más bienes de consumo. Al consumir más, comenzaron a aspirar a más cosas, y las masas entendieron que la dictadura era un obstáculo en sus sueños consumistas. Los chilenos concluyeron que la democracia debía reestablecerse.
Gracias a Bancard, empresa en cuyo directorio se encontraba Sebastián Piñera, los chilenos en masa empezaron a comprarle perfumes a sus mujeres, a llevar a los niños a comprar cada vez más juguetes, a salir de vacaciones más seguido en familia: todo fue posible gracias a la MasterCard o la VISA. Consumir ahora, pagar mañana... este simple mecanismo genera enorme crecimiento económico. Y como vimos anteriormente, este crecimiento demanda institucionalidad democrática. Por ejemplo, con más gente que podía viajar, los chilenos se dieron cuenta de las restricciones que sufrían por provenir de una nación no democrática. La reacción lógica era entonces demandar un gobierno representativo.
En una arriesgada maniobra, la dictadura organizó un plebiscito en 1988 para intentar apaciguar a los inversionistas extranjeros que querían inyectar dinero a Chile pero que temían al entonces presidente de facto. La idea era maquillar al gobierno hasta hacerlo parecer democrático. Pero el electorado ya no estaba para tonterías. La mayoría de los chilenos dijo NO a Pinochet, y Sebastián Piñera fue uno de ellos. Los años posteriores vieron entrar al país una cantidad de inversion extranjera directa sin precedentes (al menos, en cuanto a capitales no relacionados sólo al cobre o salitre).
Sebastián Piñera probablemente ni siquiera está consciene de que su voto No tuvo menos impacto que la masificación de las tarjetas de crédito. Después de todo, dudo que el directorio de Bancard haya pensado en ello. El objetivo era simplemente ganar dinero (acá comprobamos como funciona la
mano invisble que nos describía Adam Smith).
Nuestra propuesta a la derecha
Para contrarrestar los anticuerpos que genera Piñera en la UDI, lo que la derecha debe hacer es ir a una primaria. Ya lo vimos en las primarias de EEUU donde Obama y Clinton se dijeron de todo, lavaron la ropa sucia en la plaza, se hirieron, se temió incluso que se auto-destruirían, pero al final Obama nombró a Clinton para unirse al Team Obama y es una de las estrellas de su gabinete. Así funciona una democracia, no con las llamaditas telefónicas, o las reuniones almuerzo de unos pocos, ni las decisiones dedocráticas de una oscura mesa directiva.
Una deliciosa ironía del destino ha querido que la carta con más fuerza en la UDI sea Evelyn Matthei, y es hora de que Sebastián Piñera enmiende el
Piñeragate en una justa electoral abierta y participativa. (Por cierto, aquel escándalo fue una de las
maniobras del felizmente
desaparecido San Sofofo). Por la estatura moral que demanda la presidencia de Chile, Piñera debe ahora pagar sus culpas debatiendo con Matthei en una primaria. Después, incluso la puede nombrar como ministra.
Piñera convirtió a una empresa cagona como Linea Aérea Nacional en Latin American Networks, una empresa líder. El Canal 11, otrora canal penca, ahora es Chilevisión y le hace competencia al resto. Y así suma y sigue. Es legítimo suponer que Piñera puede aplicar su experiencia en los negocios al país. "Un país no es una empresa", me dirán, pero ya hablamos en este sitio de
convertir a la República de Chile en "Chile S.A." ¿Por qué no?
Este artículo no debe interpretarse como un
endorsement de
Chile Liberal a Piñera. Aún es demasiado pronto. La elección anterior vio, con justicia, ganar a Michelle Bachelet quien en su momento representó la mejor opción de introducir los cambios que la sociedad chilena demanda. Ya dijimos en nuestro
endorsement a la izquierda que en la actualidad
la economía chilena ha avanzado más que la sociedad chilena, y la izquierda representa la mejor oportunidad de realizar las urgentes reformas sociales para subsanar esta grieta (sociedad moderna en una economía moderna, es la premisa de este sitio). Pero eso fue la elección anterior. Hoy la Concertación ha demostrado que se le acabó la motivación. Nació para derrocar a Pinochet, pero más efectivo fue el propio Piñera. Pinochet ya desapareció y la Concertación necesita encontrar un nuevo
ethos. Quizás una temporada en la oposición le haga bien a
la Concerta.
Con Lagos por fin fuera del camino, y esperamos que no se suba Frei, la Concertación necesita una carta fuerte que probablemente sea Insulza. Ya en un próximo capítulo hablaremos de la centro-izquierda.
Por ahora, mientras la situación decanta, es bueno darle crédito a Sebastián Piñera.