Chile aún no da el gran salto
Los hinchas más hardcore del gobierno se molestan cuando uno dice que Bachelet no estaba capacitada para el cargo, y que fue su sonrisa radiante y su propia personalidad la que la empujó a la presidencia de Chile. El tiempo nos da, como ya es habitual, la razón.
Michelle Bachelet no supo formar equipos de trabajo, lo que fue un lastre durante estos cuatro años. Una medida pregonada como rupturista, como la paridad de género, fue un fiasco. En una cartera clave, Educación, nombró a una persona no sólo no apta, sino que representó un peligro público. Provoste empezó atacando a la iglesia de Roma, luego terminó fondeánose en un convento. El ministro Vidal fue un chiste, de mal gusto más encima. Un ex CNI fue nombrado embajador. En fin, los desatinos fueron muchos. Los aciertos fueron pocos, pero apropiados. Sin duda que Velasco fue una figura formidable y que gozó de plena confianza de la presidenta. Pero en balance, Bachelet no pudo nombrar un gabinete acorde, a pesar de que en un sistema presidencial (que en este sitio no nos gusta) es el jefe de gobierno quien cuenta con libertad para nombrar a quien quiera (preferiríamos un sistema parlamentario donde los ministros deben ser elegidos por el electorado).
En el plano económico, tampoco podemos decir que Chile fue descollante. Chile de hecho perdió el liderazgo en la región (ver gráfico a la izquierda; fuente The Economist). Se han mantenido insultos a la inteligencia como impuestos a los libros (idea del "liberal" Pinochet), y no se ha eliminado el IVA a los alimentos, ni siquiera cuando vivimos su encarecimiento. No obstante Chile ha mantenido en orden sus finanzas y ha amortiguado bien la crisis financiera. El desorden en educación y los despilfarros en ENAP (empresa que no produce nada y que paga sueldos promedios de 2,3 millones de pesos mensuales) y el patético rendimiento de la Vaca Sagrada, son muestras de seso ideológico que nadie en su sano juicio pensaría que la Concertación iba a subsanar.
El tema más importante, y relacionado con lo anterior, es la corrupción. El crecimiento del Estado ha sido caótico y este es el caldo de cultivo para la corrupción. Conceptos como la "ideología de la corrupción" no pasan de ser exabruptos politiqueros. La Concertación fue gestada para derribar en paz a la dictadura y ofrecer estabilidad y gobernabilidad. La Concertación no es el PRI ni el Partido Justicialista. Ni Michelle Bachelet, ni Ricardo Lagos, ni Frei Ruiz-Tagle ni Aywlin han dejado la presidencia con 20 millones en un banco trucho, como otros. La Alianza no tiene por dónde atacar a la Concertación y se aferra al mito de la corrupción desbocada. El problema es serio pero no una cuestión fundacional del actual gobierno.
Lo bueno
Lo que sí podemos destacar de Michelle Bachelet es que ha realzado la imagen de Chile. Atrás quedan, sepultados para siempre, los días en que nos gobernaba un gorila de gafas oscuras que exiliaba gente y que no fue invitado por ningún gobierno democrático a visitas protocolares. Michelle Bachelet apareció en Time, fue elogiada por Hillary Clinton, fue entrevistada por la BBC, y en general dejó bien puesto el nombre de Chile al ser simbolizar con su rostro optimista la vuelta de página de un pasado lúgubre.
Las medidas a favor de la protección social y otros dejos asistencialistas son menos relevantes que ciertos cambios sociales que si la presidenta no ha logrado aún, al menos ha dejado pendientes. El eje de este sitio es que una economía moderna funciona en una sociedad moderna. Bachelet ha hecho bastante por abrir temas sociales que antes eran tabú. No se ha logrado ni el aborto a pedido, ni la eutanasia, ni el matrimonio gay, menos aún la despenalización de las drogas (tema en el que incluso hemos retrocedido). Terminamos incluso con los anticonceptivos declarados inconstucionales luego del fiasco de la píldora del día después. Pero el gobierno fue claro en su postura y aún queda mucho que reformar en este aspecto (la oposición es socialmente demasiado retrógrada como para representar al electorado en estas materias). Todo esto ha redundado en la aprobación que sigue percibiendo el gobierno, que sobrepasa el 70% (algo inédito).
O sea, Bachelet era la sonrisa. Y eso no es poco. Los países serios son gobernados por leyes e instituciones, no por individualidades. Sin ser una Obama en el arte de la política, o un Gordon Brown en el mundo de las finanzas, Bachelet supo mantener prudente distancia de los Chávezy los Morales. Fue a alabar a Castro pero el barbudo agónico la apuñaló por la espalda. Es que es media huevona Bachelet. Pero si el país sigue en pie a pesar de ella misma, entonces podemos decir que su gobierno cumplió. Con lo justo, pero cumplió.
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