"Chile será recordado y reconocido no por Pinochet, sino como un ejemplo de unidad, liderazgo y coraje, fe y éxito", Sebastián Piñera a "The Times"
Chile tiene, o tenía, un grave problema de imagen internacional. Es que nos conocen poco, los productos de nuestra industria no portan el signo de prestigio de un "Made in Japan" o "Fabriquée en France". En los Juegos Olímpicos nuestro país no demuestra excelencia ya que los atletas chilenos nunca reciben preseas en el podio, salvo excepciones, que son más bien por coraje individual que como resultado de trabajo a nivel país. En los mundiales de fútbol sólo jugamos bonito. Nuestros científicos y literatos rara vez reciben premios nobel.
Para colmo, de lo poco que se sabe, es que vivimos bajo una dictadura brutal, encabezada por un oscuro y corrupto militar golpista latinoamericano. Una sufrida república bananera, no pasamos de eso. Se sabe, eso sí, que somos un país de una geografía extraordinaria, pero eso no es resultado de nuestro trabajo, sino mero accidente, y peor aún, hemos devastado nuestros propios recursos y boicoteado nuestro potencial turístico con una infraestructura deplorable. A diferencia de Perú o Bolivia no tenemos culturas precolombinas ricas que mostrar, ni tenemos la cultura urbana y cosmopolita de Argentina. O sea, no tenemos ninguna weá.
Aparte del triste episodio dictatorial, lo paradójico es que exhibimos una de las tradiciones republicanas más extensas del mundo, pero sólo somos conocidos por el exabrupto inaceptable e injustificable de la tiranía pinochetera y el deplorable espectáculo de sus apologistas, y aún sufrimos de un brutal ultra-conservadurismo social producto de la derecha ultraconservadora y ultramontana que, en los aciagos días de la década 70 y 80, en vez de exigir el inmediato retorno a la democracia, sólo se dedicó a justificar atrocidades, práctica que aún persiste hasta hoy.
Otra paradoja es que nuestra transición fue tortuosa pero ha llegado a buen puerto, un logro opacado por el recuerdo imborrable de la pesadilla dictatorial.
La última vez que Chile fue el epicentro de todas las noticias fue la devastación del terremoto de este año, y anteriormente, por la detención de Pinochet en Londres ante el pedido de extradición requerido por varios países, principalmente España. A Chile le han negado extradiciones en Suiza y Argentina, y nosotros la hemos negado a todos los que han requerido que investiguemos y sancionemos los crímenes perpetrados bajo el gobierno de facto de Pinochet. Ese sujeto, también conocido por su nombre de chapa "Daniel López", se instaló durante la transición en la comandancia de nuestro ejército, y luego, se inventó el cargo de senador para seguir en la impunidad, como lo hizo hasta su infantil error de viajar a Londres.
En una jugada riesgosa, y como lo sugirió Chile Liberal para afianzar nuestra democracia, consideramos necesario poner a prueba a la derecha e instalarla en el poder. La Concertación, ex bloque de Oposición a Pinochet, quedó exangüe luego de 20 años ininterrumpidos en el poder. La idea era jugar a que somos una democracia consolidada y creer que nuestros conservadores están a la altura de un David Cameron o un Nicolas Sarkozy. Los electores hacemos como que elegimos conservadores serios, y los conservadores hacen como que son demócratas. Desde la irresponsabilidad de estar amurrada en la Oposición sin posibilidad alguna de llegar al poder, el sector Conservador se pasó 20 años sin una agenda que ofrecer al país.
El mundo vio con inquietud la movida chilena. ¿Chile volvía a clamar por el golpismo? Pocos entendieron que Piñera es un conservador moderado, y que agobiados por el paso cansino de la Concertación en cuanto a crecimiento económico, los votantes chilenos le daban una oportunidad a un líder de derecha que, por contradictorio que parezca, abjuraba del gobierno sanguinario, cleptocrático, autoritario y ultramontano que vio el colapso de la banca en 1982, nos arrojó a una recesión feroz, en vez de privatizar organizó repartijas con los amigotes, y entregó un país con cinco millones de pobres y, peor aún, con su tejido social completamente violentado.
Chile Liberal ha evaluado bien a la gestión de Piñera en su instalación y arranque. El crecimiento ha vuelto y bordea el 6%. Piñera le ha declarado la
guerra total a la ineficiencia y el despilfarro. Lejos de ser un líder latinoamericano divisorio, ha estrechado relaciones con Correa en Ecuador luego de la intentona golpista, y ha estrechado lazos con Evo Morales luego del rescate del minero boliviano atrapado en la ya infame mina San José. Con Cristina Kirchner ha expresado su desazón pero la relación es cordial, pero firme. Con Hugo Chávez ha mantenido una prudente distancia, como el transeúnte que se siente importunado por un payaso callejero. Nadie puede decir que el gobierno de Chile lo ha hecho mal internamente, o ha jibarizado la posición de Chile en el continente y en el mundo (como país exportador y comerciante, no podemos cometer ese error). La tarea pendiente que señalamos a Piñera fue la regeneración que necesita su sector.
El golpe anímico del rescate de los mineros ha sido extraordinario. Piñera ha declarado que el plan se hizo "a la chilena". Desde hoy, que hacer algo "a la chilena" sea sinónimo de determinación y excelencia. Como si fuese poco, justo comienza la gira presidencial del mandatario chileno a Europa, y Sky News, principal cadena de noticias del Reino Unido y con el fresco recuerdo del rescate, transmite en directo la llegada del presidente de Chile: Piñera se ha ganado sus cinco minutos de fama. Ha dicho, en el mismo aeropuerto internacional de Heathrow, que admira a David Cameron y su modernización del Partido Conservador, y la forma en que logró formar un gobierno de mayoría. Piñera ha añadido que el gobierno encabezado por Cameron será beneficioso para aquel país.
Es exactamente lo que queríamos escuchar del presidente chileno.
David Cameron asumió el mando del Partido Conservador con la frase célebre: reformarse o morir. Sepultado por la popularidad del neo-laborismo de Tony Blair, y bajo el controversial espectro de Margaret Tatcher, el partido Tory, como les llaman a los conservadores británicos, corrió la misma suerte de la derecha chilena: ser completamente inelegible y no apto para volver al poder. Esto es preocupante en una democracia sólida como la británica, pero mortífero en una democracia convalenciente como la chilena, donde la nostalgia por el hombre fuerte, el autoritarismo y las "agendas valóricas" siguen secuestrando el espíritu reformista que necesitamos para comenzar nuestra modernización.
Luego que Piñera visite el Museo Británico y el Memorial de Winston Churchill, esperamos que se impregne del espíritu democrático de aquella insigne nación que desde el siglo XII, con la Magna Carta, sólo ha visto la suspensión del habeas corpus durante la II Guerra Mundial, cuando un extraño grupo de fascistas británicos fue detenido, ante el temor de que Hitler lograse penetrar la isla. Culminada la guerra, el propio Churchill expresó su horror al ver la suspensión del habeas corpus, piedra angular de la limitación que exigen los gobernados al poder del gobernante, y se eliminó, además, el carné de identidad.
Necesitamos que Piñera comience una nueva etapa de su mandato, ahora que el personaje cuya voz escuchamos en la radio Kioto y que vimos multado por "insider trading" ha sido revestido del prestigio internacional sólo concedido a los presidentes de la Concertación. Recordemos que cuando en Europa vieron, en 1998, que la democracia chilena comenzaba a echar raíces, el Viejo Continente decidió no exigir visas a la entrada de chilenos, uno de los muchos gestos de la comunidad internacional hacia nuestro país. Faltaba que ahora la derecha se ganase la legitimidad internacional que nuestro país tanto añora.
Hoy en 10 Downing Street Piñera ha tomado el té con David Cameron, y esperamos que el joven líder británico le explique a su par chileno cómo logró la ardua tarea de volver a convertir al Partido Conservador en una opción válida. Aparte de eso, ojalá el presidente le cuente lo conmovedor que es ver todas las joyas del arte y cultura universal perfectamente conservadas en el
British Museum, lo que demuestra el espíritu universalista y solidario de los ingleses. Sebastián Piñera lleva algunos obsequios, no sólo
los restos de roca de la mina San José, sino que recuerdos del barco Beagle, en que el mítico Charles Darwin visitó nuestro país en el siglo XIX.
Cuando Piñera vuelva de su triunfal gira en Europa es hora de dejar que los sicólogos traten a los mineros, y ojalá expertos los asesores sobre cómo lidiar con la prensa sensacionalista chilena, mientras el presidente comienza la segunda etapa de su periodo con una nueva tarea: cómo asegurar la continuidad de su mandato. Está claro que es posible que su gestión económicas sea buena. Si logra, además, asegurar en términos políticos la continuidad de gestión para su sector, es algo que sólo podrá conseguir si redescubre los fundamentos ideológicos del conservadurismo moderado, alejándose de los vestigios sanguinolentos irracionales y homofóbicoa, cuyos patéticos espectáculos en Chile ya deben empezar a desaparecer bajo el mando de Sebastián Piñera.
La izquierda chilena en los años 80 vio el fin de la Unión Soviética y rápidamente cambió la "vía chilena al socialismo" y los rimbombantes discursos del hombre nuevo en la gran alameda por un enfoque social-demócrata pragmático, proveniente de un Bill Clinton o un Tony Blair. Cosechó resultados positivos por dos décadas, y le dio una paliza monumental a la derecha en todas y cada una de las elecciones, sean presidenciales, parlamentarias o municipales.
La derecha debe haberse dado cuenta que llegó a La Moneda más por hartazgo con la Concertación que por otra cosa. Ahora que tienen un líder que puede codearse de igual a igual con conservadores como un Cameron o un Sarkozy, esta es la última oportunidad que tiene el sector conservador de volver a su sustrato pelucón, y no a sus desvaríos dictatoriales, que tanto daño causaron.
Es hora, además, que la Concertación de despabile y nos presente un nuevo líder opositor que desafíe a Locomotora, y no a una Bachelet recauchada (el fiasco de Frei recauchado fue advertido por nuestro sitio). Nos preguntamos por qué Carolina Tohá no asume ya el papel protagónico en la tienda opositora.
Piñera tiene como misión de fondo atraer más inversionistas europeos y para ello es primordial que mostremos un país en permanente reforma, y no a punto de que estalle una revolución. Necesitamos un país ágil donde abrir una empresa, pagar impuestos, contratar o despedir trabajadores sea hecho con celeridad. Un país donde los inversionistas puedan mandar a sus empleados y estos quieran venir a Chile, y no tengan inconveniente en tomar un taxi en cualquier parte, salir de noche con seguridad y mandar sus hijos al colegio sin miedo. Un país donde se respeten los derechos de propiedad con el mismo celo con que el gobierno destinó recursos pasa rescatar a nuestros mineros. Un país donde reine la confianza, y que con el mismo espíritu que nos metimos la mano al bolsillo para la Teletón después del 27-F (o esta nueva Teletón), comencemos a repensar las condiciones de seguridad y productividad con que se trabaja en Chile.
Todo esto se logra en democracia, y con una política de calidad. Alianza y Concertación deben estar a la altura que las circunstancias exigen. Si los mismos que estuvieron detrás del rescate de los mineros son los que estarán estos cuatro años detrás de la administración del país, entonces también necesitamos que la Oposición responda.
Está claro que hemos exorcizado al fantasma de la dictadura. Ya era hora.