Hace un tiempo se hizo un experimento muy simple que arrojó resultados elocuentes. En una primera etapa se le pidió a un grupo de varones contestar un cuestionario. Luego se repitió el ejercicio, con un cuestionario de igual dificultad, salvo que antes de responder se les mostraba a los participantes una foto de una mujer bella. Las respuestas correctas fueron menores en la segunda etapa. Conclusión: a los hombres nos cuesta concentrarnos cuando estamos frente a una beldad. Más aún nos cuesta debatir. Y si se trata de Leonor Varela, elegida en este blog como la mina más rica de Chile, llevarle la contra será muy difícil.
Pero la belleza de nuestra diva no debe obnubilar nuestro razonamiento. Si las ballenas están en peligro de extinguirse es simplemente porque son propiedad pública, o sea son de todos nosotros, pero como son de todos, en realidad no son de nadie, y la caza indiscriminada está a punto de condenar a las ballenas a la extinción. Japoneses, islandeses y noruegos son grandes consumidores de carne de este cetáceo, ¿por qué les vamos a negar que deleiten sus paladares con ballena?
Si los derechos de explotación de la ballena fuesen asignados a empresas pesqueras, éstas se esmerarían por aumentar sus utilidades, como corresponde a toda empresa capitalista. O sea, sería de interés para la propia pesquera el conservar las ballenas, porque si se extinguen, agotarán su propio rubro. La extinción de las ballenas, dicho de otro modo, sería muy mal negocio: nadie mata a la gallina de los huevos de oro. Si queremos ponernos serios en cuanto a la preservación de esta especie, es imperativo que la privaticemos.
Conservar, ¿para qué?
No queda claro cuál es el objetivo del lobby anti-comercialización de ballenas, conservar la ballena o evitar su caza. Si el objetivo es el primero, entonces reaundar la explotación ballenera es urgente (ver artículo The Economist, Whaling: Too Much Blubber), tal como explicamos anteriormente. Pero así todo, este lobby debe explicarnos qué tienen de carismático estos enormes mamíferos. No es que me disgusten las ballenas, pero tampoco guardo un especial cariño hacia ellas. Nunca he visto una, ni creo que veré una porque no tengo planes de ir a ver ballenas, y no conozco a nadie que quiera tampoco (de seguro hay, pero pocos). He vivido toda una vida sin ver una ballena. Tampoco me interesa comer carne de ballena, nunca la he consumido y no me apetece degustarla. Entiendo que es grasosa y no muy sabrosa. La verdad sea dicha, si la ballena desaparece a mí no me va ni me viene. Sí estoy seguro que si desaparecen, islandeses, noruegos y japoneses se entristecerán bastante. Si los consumidores quieren ballena, déjenlos que coman. Conservarla será excelente negocio.
Tampoco estoy tan seguro de que su extinción generaría un desastre ecológico serio. En el planeta han existido muchísimas especies, y muchas otras se han extinguido y la tierra sigue igual. La extinción de los dinosaurios no significó el fin del mundo. El 99% de las especies que han existido ya se extinguieron. Las especies aparecen y desaparecen, van y vienen, no veo cuál es el motivo para tanta polémica, especialmente cuando se trata de especies descomunalmente enormes e intimidantes, y más bien feas.
Al parecer el lobby anti-comercialización de ballenas quiere evitarles sufrimiento, ya que al cazarlas, hay que desde luego afilar los arpones y matarlas. Esto es evidentemente absurdo. Todos los animales deben matar a otros para su subsistencia. Los Homo sapiens somos también animales y debemos alimentarnos. La idea no es someter a los animales a abusos innecesarios o matarlos por gusto. Si la caza de ballena tiene como objetivo alimentar a los consumidores, no hay motivo alguno para oponerse con tanta vehemencia a la caza de ballenas. Llamar la atención de los consumidores sería recomendable, pero las prohibiciones sólo generarán mercado negro, costos de aplicación, y tal como ha ocurrido con especies como el rinoceronte blanco y los elefantes, su extinción está asegurada con una prohibición. Por otro lado, incluso es bueno que algunas especies desaparezcan.
Explotar para conservar
Muchas especies están en peligro. El gráfico de la derecha (fuente: The Economist) muestra varias commodities y su valor comercial. Como vemos, las cantidades son interesantes. Acá hay enormes oportunidades de negocio, pero las prohibiciones y moratorias han mostrado resultados más bien negativos. De hecho, el mercado negro y la ilegalidad son los peores aliados de los ecologistas y amantes de los animales. Es incomprensible que no atiendan criterios lógicos y que no propongan la privatización de especies como forma de preservación.
Las prohibiciones de venta y compra de estos commodities, así como sus moratorias, están condenadas al fracaso absoluto si es que hay consumidores dispuestos a comprarlos, o si hay gobiernos que no respaldarán las medidas, y más aún, si su valor es atractivo. En el caso específico de la ballena, los países consumidores de su carne no parecen cooperar en el prohibicionismo, y sus consumidores, de hecho, parecen ir en aumento, simplemente porque la polémica ha despertado la curiosidad.
Si de algo estamos seguros es que las vacas, los pollos y los cerdos no se van a extinguir pronto, porque la industria que generan tiene intereses en su conservación. El mismo principio es válido para las ballenas. Su privatización debiese ser la bandera de lucha de Leonor Varela, y tema central en la reunión que lleva a cabo la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en Chile.
Presidenta Bachelet, su proyecto de ley que crea un santuario de ballenas no es la solución. Privatice mejor.
ENCUESTA: Pueden votar en la encuesta situada en la parte superior de la barra lateral.
Más información
Especial EMOL: Leonor y las ballenas (fuente de las fotos)
The Economist, Special Report: Whaling
Pero la belleza de nuestra diva no debe obnubilar nuestro razonamiento. Si las ballenas están en peligro de extinguirse es simplemente porque son propiedad pública, o sea son de todos nosotros, pero como son de todos, en realidad no son de nadie, y la caza indiscriminada está a punto de condenar a las ballenas a la extinción. Japoneses, islandeses y noruegos son grandes consumidores de carne de este cetáceo, ¿por qué les vamos a negar que deleiten sus paladares con ballena?
Si los derechos de explotación de la ballena fuesen asignados a empresas pesqueras, éstas se esmerarían por aumentar sus utilidades, como corresponde a toda empresa capitalista. O sea, sería de interés para la propia pesquera el conservar las ballenas, porque si se extinguen, agotarán su propio rubro. La extinción de las ballenas, dicho de otro modo, sería muy mal negocio: nadie mata a la gallina de los huevos de oro. Si queremos ponernos serios en cuanto a la preservación de esta especie, es imperativo que la privaticemos.
Conservar, ¿para qué?
No queda claro cuál es el objetivo del lobby anti-comercialización de ballenas, conservar la ballena o evitar su caza. Si el objetivo es el primero, entonces reaundar la explotación ballenera es urgente (ver artículo The Economist, Whaling: Too Much Blubber), tal como explicamos anteriormente. Pero así todo, este lobby debe explicarnos qué tienen de carismático estos enormes mamíferos. No es que me disgusten las ballenas, pero tampoco guardo un especial cariño hacia ellas. Nunca he visto una, ni creo que veré una porque no tengo planes de ir a ver ballenas, y no conozco a nadie que quiera tampoco (de seguro hay, pero pocos). He vivido toda una vida sin ver una ballena. Tampoco me interesa comer carne de ballena, nunca la he consumido y no me apetece degustarla. Entiendo que es grasosa y no muy sabrosa. La verdad sea dicha, si la ballena desaparece a mí no me va ni me viene. Sí estoy seguro que si desaparecen, islandeses, noruegos y japoneses se entristecerán bastante. Si los consumidores quieren ballena, déjenlos que coman. Conservarla será excelente negocio.
Tampoco estoy tan seguro de que su extinción generaría un desastre ecológico serio. En el planeta han existido muchísimas especies, y muchas otras se han extinguido y la tierra sigue igual. La extinción de los dinosaurios no significó el fin del mundo. El 99% de las especies que han existido ya se extinguieron. Las especies aparecen y desaparecen, van y vienen, no veo cuál es el motivo para tanta polémica, especialmente cuando se trata de especies descomunalmente enormes e intimidantes, y más bien feas.
Al parecer el lobby anti-comercialización de ballenas quiere evitarles sufrimiento, ya que al cazarlas, hay que desde luego afilar los arpones y matarlas. Esto es evidentemente absurdo. Todos los animales deben matar a otros para su subsistencia. Los Homo sapiens somos también animales y debemos alimentarnos. La idea no es someter a los animales a abusos innecesarios o matarlos por gusto. Si la caza de ballena tiene como objetivo alimentar a los consumidores, no hay motivo alguno para oponerse con tanta vehemencia a la caza de ballenas. Llamar la atención de los consumidores sería recomendable, pero las prohibiciones sólo generarán mercado negro, costos de aplicación, y tal como ha ocurrido con especies como el rinoceronte blanco y los elefantes, su extinción está asegurada con una prohibición. Por otro lado, incluso es bueno que algunas especies desaparezcan.
Explotar para conservar
Muchas especies están en peligro. El gráfico de la derecha (fuente: The Economist) muestra varias commodities y su valor comercial. Como vemos, las cantidades son interesantes. Acá hay enormes oportunidades de negocio, pero las prohibiciones y moratorias han mostrado resultados más bien negativos. De hecho, el mercado negro y la ilegalidad son los peores aliados de los ecologistas y amantes de los animales. Es incomprensible que no atiendan criterios lógicos y que no propongan la privatización de especies como forma de preservación.
Las prohibiciones de venta y compra de estos commodities, así como sus moratorias, están condenadas al fracaso absoluto si es que hay consumidores dispuestos a comprarlos, o si hay gobiernos que no respaldarán las medidas, y más aún, si su valor es atractivo. En el caso específico de la ballena, los países consumidores de su carne no parecen cooperar en el prohibicionismo, y sus consumidores, de hecho, parecen ir en aumento, simplemente porque la polémica ha despertado la curiosidad.
Si de algo estamos seguros es que las vacas, los pollos y los cerdos no se van a extinguir pronto, porque la industria que generan tiene intereses en su conservación. El mismo principio es válido para las ballenas. Su privatización debiese ser la bandera de lucha de Leonor Varela, y tema central en la reunión que lleva a cabo la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en Chile.
Presidenta Bachelet, su proyecto de ley que crea un santuario de ballenas no es la solución. Privatice mejor.
ENCUESTA: Pueden votar en la encuesta situada en la parte superior de la barra lateral.
Más información
Especial EMOL: Leonor y las ballenas (fuente de las fotos)
The Economist, Special Report: Whaling