martes, 20 de marzo de 2007

El nuevo modelo de Hollywood

The Economist (traducido por El Mercurio)

¿Cómo el dinero de afuera está cambiando la producción de películas?

A juzgar por el número de ocasiones en que los ganadores del Oscar le agradecieron incansablemente a la gente que financió las películas, se entiende que ellos ahora son más importantes que Dios.
Hoy en día los inversionistas ciertamente son omnipresentes en Tinseltown. Si todo resulta de acuerdo a los planes, muy pronto ellos van a resucitar a United Artists, un estudio obsoleto, y a la carrera de Tom Cruise, una estrella con un problema de imagen pública. Es sólo una señal entre muchas otras de cómo el dinero de afuera de Hollywood está cambiando la industria de las películas.
El riesgo del negocio
Tradicionalmente, los filmes han sido un buen negocio y una mala inversión. La máquina de los sueños se ha aceitado por fuentes tan variadas como los desarrolladores de propiedades, alemanes adversos a los impuestos y la iglesia Baptista (en el caso de la película de 1959 "Plan 9 desde el Espacio"). Pero habitualmente, los retornos han sido poco agradables. El riesgo inherente del negocio del cine es una razón; otra son las prácticas de contabilidad de los estudios que, hasta hace poco, tenían tantos efectos especiales como los de algunas de sus películas.La necesidad de dinero serio ha cambiado todo esto. Los grandes estudios ahora gastan en promedio más de US$ 100 millones en hacer y vender cada película.
Liderados por Disney, están bajando el número de películas que ellos producen, haciendo que las apuestas que toman sean mucho más riesgosas. Los padres corporativos de los estudios estarían felices si sus reportes financieros tuvieran un poquito menos de suspenso. Por ello hay una actitud nueva, más abierta y honesta hacia los capitalistas privados.
Inversionistas en juego
En los últimos años, los grandes estudios han fomentado a los hedge funds y otros inversionistas para que apoyen a más de una docena de películas en un poco más de un año. Aun cuando a los financistas no se les deja meter las manos en películas que obviamente van a ser generadoras de dinero como "Harry Potter" o "Spider-Man", ellos siguen encontrando que las cintas programadas son menos riesgosas, y por ende más atractivas que las películas individuales. En septiembre de 2006, Merrill Lynch estimó que las personas fuera de la industria cubrían más del 30% el costo de una producción de cine.
Un resultado de esto es que Wall Street ahora sabe mucho de cómo funciona el negocio del cine. En la medida en que su experiencia crece, algunos inversionistas han comenzado a pensar que pueden "elegir justo las más rentables", tal como lo señala Johan Burke, un creador de negocios de Hollywood. En vez de apoyar cualquier película que sale del estudio, ellos están invirtiendo en productores con buenos registros. Michael London, quien se especializa en hacer dramas familiares, y Joel Silver, que es notablemente bueno en levantar cosas, están dentro de los últimos que recibieron estos fondos. Se rumorean bastantes otros negocios similares y el ritmo podría crecer si JPMorgan sigue adelante con sus planes de armar un brazo de financiamiento de películas.
Esto ha cambiado el arco de las carreras de Hollywood. No hace mucho tiempo, los productores y las estrellas de cine eran sacados de los estudios por jefes que pensaban retirarse de sus trabajos escribiendo libros que por título llevaran lo siguiente: "Nunca volverás a almorzar en esta ciudad de nuevo". Por estos días les basta rondar a un private equito para volver al trabajo. Gracias a Goldman Sachs, Bob and Harvey Weinstein pudieron establecer un nuevo estudio de cine apenas dos meses después de que abandonaran, el 2005, muy enojados el estudio de Disney.
Tom Cruise y Paula Wagner, su productora, estaban hablando con inversionistas incluso antes de que fueran despedidos por Paramount Pictures el año pasado. MGM, cuyo mayor porcentaje es sostenido por Providence Equity Partners, prontamente le dieron oficinas. Están tratando de levantar alrededor de US$ 500 milones para poder pagar la producción de entre cuatro y seis películas por año. Si el negocio resulta, United Artists, una marca moribunda de propiedad de MGM, volverá a sus raíces de las películas silenciosas en donde los estudios eran manejados por los talentos.
Los independientes
Aun cuando son los grandes nombres los que reciben la mayor parte de la atención, el dinero de Wall Street también se está yendo hacia el cine independiente. Hasta hace poco, los inversionistas estaban nerviosos de negociar con empresas que sólo producían un par de películas por año. Pero los financistas se han dado cuenta de que hay éxitos baratos como "Little Miss Sunshine", que pueden ser altamente rentables, y bajo sus exteriores no tradicionales, ello si están obsesionados con los controles de costo. Jim Stern, un ex administrador de fondos que ha levantado suficiente dinero como para comenzar a producir películas, calcula que se pueden bajar los costos de los grandes estudios haciéndolo entre US$ 20 y US$ 35 millones.
Con eso buscan proteger a los inversionistas vendiendo las películas en el exterior y explotando las rebajas de impuestos ofrecidas por otros estados a los que hacen películas y filman fuera de California. Overture Films, un estudio creado hace cuatro meses, planea seguir una estrategia similar. Evitarán las tarifas altas de los adolescentes (que es cara de publicitar) en favor de películas enfocadas a audiencias más limitadas como los negros o las mujeres jóvenes.
Chris McGurk, que maneja Overture, calcula que tres cuartos de las recién financiadas se irán en cinco años, y puede estar en lo correcto. El problema real de la industria, dice John Sloss, un consultor, no es una escasez de películas, sino que es una escasez de ojos. Llevar películas a la pantalla y a los estantes de DVD, y persuadir a la gente para que las vea, es la parte difícil. En esto los grandes estudios tienen una amplia ventaja: poseen redes globales y legiones de hombres en el área de marketing que pueden poner sus avances de películas entre los éxitos más grandes del momento. El otro problema es que el cine es un negocio impredecible. ¿Quién habría pensado que, por ejemplo, los norteamericanos se gastarían unos US$ 70 millones en apenas tres días de la semana pasada para ver "300", una película pobremente repasada que muestra a un guerrero espartano con acento escocés? Quizás nadie, pero un estudio como Warner, que produjo la película, probablemente tendría mejores posibilidades que un administrador de hedge-fund en conseguir batir las probabilidades. El dinero nuevo está transformando Hollywood, pero la memoria institucional siempre contará en algo.
Los grandes estudios tienen una amplia ventaja: poseen redes globales y legiones de hombres en el área de marketing, que pueden poner sus avances de películas entre los grandes éxitos del momento.

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