Chile Liberal visita el epicentro de la Commune de Paris
Hoy el día empezó bien. En la mañana sopló una fresca brisa primaveral y resplendeció el sol. Así da gusto la Ciudad Luz. Como Chanchi tenía planes para encontrarse con una amiga para ir a tomar un verre, aproveché el tiempo libre para ir primero a una tienda latina acá en el 15 (bien penca, por cierto), y luego partí al Hôtel de Ville para ver la exposición 1871, Paris Capital Insurgée.
Nadie podría quejarse de que el municipio más emblemático de la ciudad ofrezca exposiciones gratis y de buena calidad, pero como Vuestro Humilde Servidor es un huevón que se queja hasta por los codos, me quejo igual, porque resulta que ya me ocurrió antes con una exposición sobre Andrée Putman, una célebre diesñadora francesa, el estar parado haciendo la fila más de una hora. Claro, si es gratis, la gente se agolpa. Pero ¿realmente vale la pena ahorrarse una entrada y perder una hora de tiempo? Lo dudo. Mucho mejor sería cobrar una pequeña admisión ya que como sabemos lo barato cuesta caro, y lo gratuito cuesta carísimo.
Como Vuestro Humilde Servidor está además obsesionado con maximizar el aprovechamiento del tiempo siempre escaso, aproveché de comprarme el Financial Times en el kiosco de la esquina para al menos leerlo mientras estaba como gil haciendo la fila. Algo desagradable es que en París el FT cuesta 3,30 € y no incluye la revista FT Weekend. En fin. El asunto es que mientras leía el diario no dejé de notar la similitud entre el París del siglo XIX y la mítica revuelta popular conocida como la Comuna de París y lo que leía en el diario: levantamientos populares en el mundo árabe que ahora se desplazan a Siria y Yemen. No es por ser chovinista, pero creo que cuando ellos van, los franceses ya fueron y vinieron. Hoy en las democracias occidentales más antiguas —Francia, Reino Unido, EEUU— existen métodos institucionales para expulsar a los mandatarios, y estos países son regidos bajo sistemas de cheqeueos y balances que erigen diques al poder del mandatario. No deja de ser paradojal que estas democraicas ya añosas sean ahora las que flexionan sus músculos y utilizan su tecnología superior y sus disciplinadas fuerzas militares para promover la democracia en otras latitudes (con resultados mixtos).
La Comuna de París tuvo por finalidad defender tres pilares republicanos: laicismo, derechos de los trabajadores y emancipación de la mujer. La historia dice que París fue asediada por las fuerzas prusianas luego de la derrota militar de Napoleón III, y Francia claudicó. Excepto la ciudad de París, que se defendió como pudo. Al final los invasores proclamaron como rey a Guillermo I de Alemania y la Asamblea Nacional tuvo que marcharse de París ante el rechazo que generó en la población parisina el admitir la derrota. Noten que esto dice el folleto de presentación:
La Asamblea Nacional, elegida el 8 de febrero de 1871, de mayoría rural y conservadora, buscó negociar la paz, pero París, que valientemente se defendió, no aceptó rendirse.
Cuando la gente reclama que los parisinos son pesados y creídos es porque esta viejísima ciudad tiene una memoria colectiva y el recuerdo de la Comuna o la resistencia a los nazis aún persiste en el inconsciente colectivo de la gente de la capital francesa. Además, el carácter ultra-urbano y más liberal de París contrasta con el resto de Francia, lo que a uno le permite comprender muchas cosas, más aún cuando en sus calles y boulevares se han escrito los más ilustres pasajes de la historia, y en sus tabernas y cafés se han planteado las cuestiones más acuciantes sobre la existencia humana.
El gobierno paralelo que se instaló en París desde el 18 de marzo de 1871 caló hondo en el mundo, y Chile no fue excepción. En la Comuna de París se declaró el sufragio universal, algo inédito. Las autoridades elegidas ya no fueron las grandes luminarias, sino los artesanos, profesores, periodistas, e incluso mujeres. Increíblemente, declararon así car'erraja la separación entre Estado e Iglesia, cuestión peliaguda que sólo Francia lograría zanjar definitivamente en 1905 con la consagración constitucional de la laïcité. Otras medidas también causaron impacto: se puso término a la conscripción obligaroria, y se otorgó acceso universal a la instrucción laica. Se llegó al extremo de volver al calendario revolucionario. El efecto en todo el mundo no se hizo esperar. En cuanto a los trabajadores, los obreros parisinos pudieron recuperar sus herramientas y ellos mismos pasaron a ser los propietarios de las fábricas.
El carácter radical de la Comuna caló hondo en el subconsciente de Occidente. La bandera roja, símbolo de los comuneros, flameó sobre el propio Hôtel de Ville. Para Karl Marx la Commune fue el primer ejemplo concreto de supresión total del Estado, utopía que los libertarios más radicales comparten con el marxismo. De hecho, los comunistas adoptaron la bandera roja de los comuneros como su símbolo.
Pero el afán democrático de los comuneros fue algo que Marx siempre criticó ya que les hizo perder valioso tiempo. Las fuerzas de Versalles se prepararon para retomar la ciudad, momento en que surgió otro ícono de las luchas revolucionarias: la barricada. París se convirtió en una seguidilla de barricadas, que al final no lograron resistir: las fuerzas de Versalles entraron a París, derrotaton a la Comuna y ejecutaron a los comuneros. Los incendios de la ciudad fueron un espectáculo dantesco, y en esto consistía gran parte de la exposición a la que Chile Liberal hoy asistió: fotos e imágenes de las barricadas, documentos originales de los comuneros, sus retratos, y las impactantes muestras de los más típicos edificios y lugares quemados: el propio Hôtel de Ville, Place Vendôme, etc.
Hoy no está claro hasta qué punto la laïcité es un valor plenamente aceptado por los nuevos inmigrantes que han llegado a París y a Francia en general. En cuanto a derechos de la mujer, Francia tiene un complejo sistema de guarderías, herencia del breve gobierno de la Commune. Es un país que hace tiempo resolvió el tema del aborto. Y así muchas cosas hoy son resultado de los parisinos que en un momento defendieron sus ideales republicanos, herederos de la gran Revolución de 1789, contra la monarquía y el absolutismo.
Salí bastante inspirado y me fui al Centre Pompidou a dar una vuelta cuando de repente empezó a llover más fuerte que la chucha. Me metí a un café y terminé de leer el diario, me tomé un café y me comí un crêpe con nutella y graciosamente una turista —al parecer holandesa— me preguntó en francés chapurrado cómo encontrar la estación de metro más cercana. Me sentí un parisino dándole instrucciones. De vuelta en el metro se armó una trifulca, no quiero ser fatalista pero detuvieron a un tipo con una caja después que de la nada surgieron varios policías vestidos de civil, ¿llevaba una bomba? Reducido, se lo llevaron esposado. Así está la cosa por acá.