Mientras aún esperamos que el candidato Sebastián Piñera se manifieste a favor de regularizar la indigna situación de los abortos ilegales y así mitigar su trágico saldo de mujeres muertas o perseguidas por la justicia, es bueno seguir, en otro frente, profundizando sobre la necesidad de terminar con la discriminiación hacia nuestros amigos gays. Más aún cuando se trata del matrimonio. La siguiente es una columna de opinión del destacado filósofo de la Universidad de Princeton, el australiano Peter Singer. Además, uno de los principales cultores del utilitarismo, y gran contribuyente al marco teórico de nuestro sitio.
El texto ha sido faciltado por
Catalina, amiga de este sitio. Lo reproducimos acá para su difusión y discusión.
Homosexuales y motocicletas
Por Peter Singer
En años recientes, los Países Bajos, Bélgica, Canadá y España han reconocido los matrimonios entre personas del mismo sexo. Varios otros países reconocen las uniones civiles con un efecto legal similar. Un número aún mayor de países cuenta con leyes contra la discriminación basadas en la orientación sexual de las personas, en áreas tales como la vivienda y el empleo. Sin embargo, en la mayor democracia del mundo, la India, el sexo entre dos hombres sigue siendo un delito que se castiga, conforme a la ley, con cadena perpetua.
Naturalmente, India no es la única nación que conserva castigos severos para la homosexualidad. En algunas naciones islámicas —Irán, Iraq, Arabia Saudita y Yemen, por ejemplo— la sodomía es un delito cuya pena máxima es la muerte. Pero el mantenimiento de semejantes leyes resulta más fácil de comprender en el caso de países que recogen enseñanzas religiosas en su legislación penal que en una democracia secular como la India.
Cualquiera que haya visitado la India y haya visto los esculpidos sexualmente explícitos en los templos, sabe que la tradición hindú tiene una actitud menos mojigata hacia el sexo que el cristianismo. La prohibición de la homosexualidad en la India se remonta hacia 1861, cuando los británicos dominaban el subcontinente e impusieron en él la moralidad victoriana. Resulta irónico que Gran Bretaña haya revocado hace ya tiempo su propia prohibición análoga.
Afortunadamente, en la India no se hace cumplir la prohibición de la sodomía. Pese a esto, ella constituye una base para realizar chantajes y acosos a homosexuales, y ha dificultado de gran manera la labor de grupos que imparten enseñanzas sobre el VIH y el Sida. Vikram Seth, autor de "Un buen partido" (A Suitable Boy), publicó recientemente una carta abierta al gobierno de la India pidiendo la revocación de la ley que convierte la homosexualidad en un delito. Muchos otros indios notables, incluido el premio nobel Amartya Sen, han apoyado esta carta. Actualmente, el tribunal supremo de Nueva Delhi tiene ante sí una objeción jurídica hacia la ley.
Durante la época en que fue promulgada la prohibición de la sodomía en India, John Stuart Mill estaba escribiendo su célebre ensayo "Sobre la libertad" (On Liberty), en el que formuló el siguiente principio: “…el único fin por el cual el poder puede ser ejercido legítimamente sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es el de impedir el daño a otros. Su propio bienestar, sea físico o moral, no es una justificación suficiente... Sobre sí mismo, su cuerpo y su mente, el individuo es soberano.”
El principio de Mill no es aceptado universalmente. H.L.A. Hart, filósofo británico del derecho del siglo XX, propugnó una versión parcial de dicho principio. Mientras que Mill dice que el bienestar del individuo, “sea físico o moral”, no es “una justificación suficiente” para la intromisión estatal, Hart dice que el bienestar físico sí es suficiente justificación en el caso de aquellos individuos que son propensos a descuidar sus intereses propios, teniendo en cuenta que la intromisión hacia su libertad sea leve. Por ejemplo, el Estado puede obligarnos a llevar un cinturón de seguridad cuando conducimos un automóvil, o un casco cuando conducimos una motocicleta.
Pero Hart distinguió nítidamente semejante paternalismo jurídico del moralismo jurídico. Rechazó la prohibición por razones morales de acciones que no causen daños físicos. A su juicio, el Estado no puede tipificar la homosexualidad como un crimen con el argumento de que ella es inmoral.
El problema de esto último es que no es fácil ver por qué está justificado el paternalismo jurídico y no lo está el moralismo jurídico. Los defensores de esta distinción afirman a menudo que el Estado debe adoptar una posición neutral entre ideales morales distintos, pero ¿es esa neutralidad realmente posible? Si yo fuera un defensor del moralismo jurídico, sostendría que, al fin y al cabo, constituye un juicio moral —aunque ampliamente compartido— el de que el valor de conducir mi motocicleta con el pelo suelto es mayor que el riesgo de sufrir heridas en la cabeza si me accidento.
La objeción más sólida para prohibir la homosexualidad es la de negar su afirmación fundamental: que las relaciones sexuales con mutuo consentimiento entre personas del mismo sexo son inmorales. A veces se afirma que la homosexualidad es “antinatural” e incluso una “perversión de nuestra capacidad sexual”, la cual supuestamente existe con el propósito de la reproducción. Pero podríamos decir igualmente que utilizar edulcorantes artificiales “pervierte nuestro sentido del gusto”, el cual existe para que advirtamos la comida nutritiva. Deberíamos tener cuidado al equiparar lo “natural” con lo “bueno”.
¿Acaso el hecho de que las relaciones homosexuales estén imposibilitadas para la reproducción las vuelve a éstas inmorales? Sería ese un argumento particularmente insólito para prohibir la sodomía en un país densamente poblado como la India, que fomenta la contracepción y la esterilización. Si una forma de actividad sexual da satisfacción a quienes la practican, y no hace daño a ninguna de las partes, ¿qué puede tener de inmoral?
El problema subyacente a la prohibición de las relaciones homosexuales no es, entonces, que el Estado utilice la ley para imponer una moralidad privada. El problema es que la ley se base en la errónea concepción de que la homosexualidad es inmoral.